Viaje al centro de los años noventa

Viaje al centro de los años noventa

Por gusto, por casualidad o por aburrimiento es probable que se haya topado con ese fragmento de universo audiovisual llamado videoclip. En esa porción, confluyen la música, el cine y la moda, tres disciplinas que por separado son tremendamente potentes pero que juntas (y bien ejecutadas) son imbatibles.

Con el videoclip hay dos escenarios posibles. Si la canción es buena pero el vídeo es pésimo, canturreará olvidándose de la imagen. Pero cuando un hit se da la mano con una obra maestra en forma de vídeo, se forma un tándem delicioso. Esto último es, precisamente, lo que trata de narrar Los videoclips de los 90, el documental que disecciona algunos de los momentazos musicales y visuales que volvieron grandes (y expansivos) aquellos años hasta nuestros días y que el canal Movistar CineDoc&Roll (dial 31) emite el 12 de octubre (22.00).

La citada década fue una época de fertilidad creativa apabullante en la cual los canales de televisión sobre música –encabezados por el faraón MTV– vivieron su época dorada. Fue la etapa en la que el brit pop se consolidó y el grunge aniquiló cualquier atisbo de glamur en el rock and roll; las girl bands se erigieron como valor en alza para la industria, a la electrónica se la desparasitó de prejuicios y el hip hop hecho por blancos se fortaleció.

Francesca Rinciari, estilista de la revista de estilo de EL PAÍS SModa, asiente sobre la labor de culturización del formato: "Era una ventana fantástica para entender y empaparse de lo que estaba pasando en la música a nivel internacional. Además, influenciaron nuestra forma de vestir. Piensa que muy poca gente tenía ordenador en casa".

Una reflexión con la que coincide el periodista y escritor Toni García: "La gente era triplemente creativa a pesar de que Internet estaba en pañales y no existía ni la mitad de estimulación que ahora". Y prosigue: "Culturalmente no hay ninguna década tan inquieta y tan inquietante como los noventa. De repente, muchos realizadores que estaban en la publicidad pasaron a hacer cine y viceversa. En cuestión de narrativa audiovisual solo tenemos que mirar los referentes: David Fincher, John Landis, Wes Anderson, Spike Jonze... Fue una cosa muy salvaje".

Jonze es uno de los directores estrella citados en el documental a propósito del vídeo que dirigió para ilustrar Sabotage, de los Beastie Boys. En el documental, además de la banda de raperos de Nueva York, aparecen mencionadas otras 25 más entre las que no hay ni rastro del movimiento grunge (algo que se echa en falta) pero sí están tótems como Madonna, Michael Jackson, Blur, George Michael, Radiohead o The Prodigy.

Precisamente, para el fotógrafo Sergio Albert, The Prodigy y todo su mundo, han sido fundamentales. Así recuerda cómo fue la primera vez que vio el vídeo de Smack my bitch up: "Tendría como 12 años. Fue en la casa del típico vecino que tenía Canal +. Además de esta, otras bandas como Wu-Tang Clan me volaron la cabeza y asentaron mis gustos por todo".

Sobre el revival noventero que estamos viviendo, la actriz Ingrid García-Jonsson tiene clara la explicación: "Con lo digital hemos perdido autenticidad. Imagino que la imperfección nos hace sentir más humanos".

Quizá, al evocar esta década a nivel global, lo que buscamos es rememorar lo que un día sentimos. Que aquella música nos hablaba a nosotros: esos grandes incomprendidos –repetidos generación tras generación– que forjaron su carácter viendo qué decían y cómo se vestían otro puñado de rebeldes e inadaptados al otro lado del charco. Al fin y al cabo, se trataba de sentir que éramos especiales y eso era lo importante.

La tribu de los vídeos

Decía el semiólogo ruso Iuri Lotman que "la moda es un proceso continuo de transformación de lo no significante en significante". Una reflexión que, aplicada a los videoclips de música, toma más sentido aún si cabe puesto que el formato ejerció de amplificador para difundir masivamente códigos de vestimenta. Los artistas en sus vídeos comunicaban la anchura de los pantalones correcta, los modelos de zapatillas que se debían calzar, qué colores llevar, cómo combinar estampados... En definitiva, qué llevar y por qué. Y todo con un solo propósito: alimentar el sentimiento de pertenencia y reforzar ese fenómeno social llamado tribus urbanas.

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