Una canción para tres generaciones
Más de 20 artistas, una rumba universal y dos estresantes días de rodaje bastaron para componer la versión coral de Volando voy. La sesión arrancó con la sandunguera Nathy Peluso. La artista argentina llegó al Teatro Real, tras aterrizar procedente de Chile, con las primeras luces del día y sin rastro de jet lag, La productora Canadá planificó el desfile de músicos al segundo, muchos de los artistas hicieron una visita relámpago a Madrid para cantar en su registro personal una canción que identifica a tres generaciones. El ritmo era frenético. Mientras Peluso entonaba los primeros versos de la canción en uno de los alfombrados salones del teatro, a Brisa Fenoy le daban los últimos toques de maquillaje, Javiera Mena optaba por un traje pantalón fucsia para su interpretación y el Cuarteto Quiroga desembarcaba en el camerino con sus instrumentos de cuerda. Entre tanto, Rocío Márquez y Alba Molina viajaban en el AVE a 250 kilómetros por hora, desde Sevilla y Barcelona respectivamente para grabar por la tarde. La primera jornada fue un éxito. La fusión también.
Rozalén, Raphael y Jorge Drexler madrugaron para la segunda ronda al día siguiente. José Mercé se incorporó después, entre sonrisas y abrazos, para darle un aire de soleá al “Volando voy, volando vengo” que luego retomaría Estopa para devolverle en su estilo el aire de rumba original; minutos después Sílvia Pérez Cruz, una cantante con tantos registros como géneros, le otorgó su personalidad interpretativa. Con Vetusta Morla sonó el pop más indie, rematado por el toque aflamencado informal de El Niño de Elche, ese hombre orquesta. Remataron la jornada los clásicos, con Pablo Heras Casado a la dirección de orquesta, el trompeta, Manuel Blanco, y el tenor Celso Albelo. Cerró la sesión Kiko Veneno, autor de la letra, invocando la figura de Camarón. Todo musicado por Alejo Stivel.
La canción, de poco más de tres minutos, recrea diferentes estilos y suena como la banda sonora del número monográfico dedicado a la música que El País Semanal publica este domingo. A lo largo de más de cien páginas ponemos voz a los problemas de los artistas recién llegados al negocio; hablamos con estrellas consolidadas como Joaquín Sabina y Raphael y emergentes como Camila Cabello; dos referentes de la crítica musical, como Diego A. Manrique y Jesús Ordovás, repasan las últimas décadas; conversamos con los mánager, ángeles de la guarda de los artistas, y analizamos cómo ha cambiado la manera de escuchar música como consecuencia de las nuevas tecnologías, con millones de canciones disponibles en el móvil.
Volando voy se escucha en la versión de El País Semanal como un himno festivo para todos los enamoraos de la vida. La canción fue compuesta de un tirón, en la época en la que Kiko militaba en el grupo Veneno. “Lo intentamos grabar con Ricardo Pachón, en una bodega de Umbrete. El sitio era precioso, estábamos allí con Raimundo Amador y su hermano Rafael, pero con una borrachera como un piano; la primera nos salió regular, seguimos bebiendo y cada vez iba saliendo peor. Aquello también fue una enseñanza, ahí me di cuenta de los efectos del alcohol sobre la música: ¿cómo puede ser esto, cada vez estamos más contentos y nos sale peor? Y, claro, no se puedo grabar, pero Pachón guarda los audios”, cuenta Kiko Veneno. Luego llegaría la grabación de La leyenda del tiempo, el disco con el que Camarón rompió con los tabúes del flamenco. Escuchó la canción y le gustó: “le entoné la melodía con mucha vergüenza, yo entonces no cantaba muy bien, y él la hizo su aire”. El disco que cambió la historia del flamenco fue un fracaso comercial, Camarón no la cantó apenas pero su interpretación la ha mantenido viva durante más de tres décadas. Que la disfruten.