Meditación: sin dolor no hay evolución
Es bastante conocido que los deportistas, en su mayoría, desarrollan una actitud más resiliente frente a la adversidad que se les presenta ya que experimentan, tanto física como mentalmente, más exposición a situaciones difíciles. De alguna forma (que ni siquiera conocemos científicamente bien aún) aprenden a ponerse de pie y continuar, aunque muchos de ellos no tengan el apoyo y la contención psicológica necesaria a veces.
Ahora bien: ¿es necesario tocar nuestros límites para poder luego ampliarlos, para crecer y evolucionar a nivel físico y mental? La respuesta es un contundente sí. En cualquier ámbito las personas progresan cuando en sus interacciones van percibiendo un desafío a sus posibilidades, intentan correr sus límites.
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¿Las prácticas meditativas también se incluyen en este marco? Claro que sí: aquellas donde el practicante se desafía de una manera amable pero con cierta firmeza, serán más enriquecedoras que aquellas que se mantienen dentro de un margen de “comodidad de lo aprendido”. Pero cuidado: nosotros hablamos siempre de “tocar amorosamente” nuestros límites para ampliarlos, no de cruzarlos sin más.
La ventana de claridad en el Yoga
Escribe Patricia Tosunian (Pat para los alumnos), instructora de yoga y Licenciada en Comunicación en su página de Instagram: “Hoy fui a mi práctica agotada, físicamente cansada. Cuando comenzaba los saludos al sol eran los de una persona cansada: saltos pesados, poca agilidad. Mientras respiraba y avanzaba tuve una 'ventana' de claridad: aceptar que estaba cansada no significada hacer de menos, o colocar menos esfuerzo. Quizás asumir que estaba cansada me predisponía a no dar lo mejor de mí. Y así fui navegando durante toda la serie. Lo importante es el recorrido y el viaje interno durante cada práctica. Ser flexible, aprender a mover el timón y adaptar el curso”.
De alguna forma nos dice que en un momento reestructuró su pensamiento y accionó otra actitud: de víctima y apesadumbrada a activa y esperanzada. Pero sin objetivos, sólo dejando que las cosas ocurrieran.
Cuando le pido que me explique lo que el yoga puede aportar en este sentido, me dice:
“Sea cual sea la forma en que lleguemos al yoga tendremos que enfrentarnos con la incomodidad: con nosotros mismos, nuestros límites y posibilidades. Habrá días que nos sentiremos reyes y reinas, otros miserables y con ganas de abandonar. Si estamos atentos y dispuestos, podremos encontrar la mejor versión de nosotros mismos en esta milenaria y maravillosa práctica. Con paciencia, mucho trabajo y perseverancia. Hay muchas posturas en yoga que nos generan incomodidad, disgusto, molestia. Esto es diferente para cada persona. Cada practicante debe lidiar con sus propias dificultades en la práctica. Ciertas ásanas (posturas) nos pueden hacer sentir aprisionados o impotentes. Es sobre esto que debemos trabajar para emprender el verdadero trabajo del yoga. Es ahí donde debemos detenernos más, explorar y observarnos. Permaneciendo en esa impotencia, en esa 'prisión' que nos genera la postura, es que podemos llegar a conocernos más. Quedarte, incluso permanecer más tiempo, esa es la manera de salir de tu zona de confort. Al principio es difícil, pero con práctica y perseverancia podremos de a poco comenzar a recoger los frutos de la práctica. Y sostenido en el tiempo y con dedicación podremos aplicarlo fuera del mat, en nuestra vida.
La meditación sentada, una prisión que libera
De manera similar, comenzar a sentarse para meditar, ya sea en un zafu (cojín de meditación) como en una silla o un banquito, es todo un desafío. Esto suele ocurrir a partir de la mitad del programa de mindfulness y confronta a los alumnos con grandes incomodidades. Una de ellas, el cuerpo, la postura. Mantenerse erguidos, quietos y con las piernas cruzadas puede ser incómodo y hasta doloroso. La primera impresión es la de una prisión donde no podemos movernos libremente y, para colmo, la pasamos mal. Un dolor en la rodilla, en el tobillo, en la espalda…por momentos puede parecer que todo el cuerpo se orquesta en evidente reclamo por ese nefasto ejercicio que le estamos proponiendo.
En paralelo, la mente crea sufrimiento: “Cuánto tiempo tengo que pasar en esta posición, qué sentido tiene esto que hago, por qué explorar el dolor físico”, eso y mucho más podemos decirnos. Incluso cuando estamos más establecidos en una postura funcional, con la práctica acumulada, tenemos que lidiar con cientos de imágenes o pensamientos que aparecen en nuestra mente. ¡Qué prisión!
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Pero los instructores sabemos por nuestra experiencia personal y por los alumnos que hemos acompañado en este enorme desafío de tolerar la incomodidad y abrir espacios de profunda aceptación y comprensión de la impermanencia de las molestias, que hay un crecimiento a través de la experiencia. Que se accede a una actitud contemplativa superadora, que aprendemos a conocernos a nosotros mismos y a amarnos. Y eso va pasado, por goteo continuo, a cada situación de nuestra existencia.
Personalidad Resistente, un concepto científico
La doctora Kovasa acuñó, hace algunas décadas, un concepto muy interesante emparentado con el de resiliencia para definir esta capacidad de algunas personas de lidiar con aquel sufrimiento que se les presenta. El de personalidad resistente.
Describió tres características básicas dentro de este concepto:
Las personas se comprometen en lo que hacen, le dan importancia a su experiencia, se involucran y buscan apoyo si es necesario. Saben que lo ocurre tiene mucho que ver con sí mismos y no atribuyen el éxito tanto a cuestiones externas (“uno es quien influye en lo que pasa”). Buscan retos, es decir, saben que no se puede permanecer en un lugar de comodidad sino que la vida “va de esto”: de desafíos.Además, desarrolló cuestionarios para medir estas habilidades en deportistas, pacientes en recuperación, y observó que podían entrenarse y mejorarse.
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Como vemos, no hay otra alternativa: tocar nuestros límites con máximo respeto y bondad nos ayuda a indagar en las inmensas posibilidades de evolución que como seres humanos, podemos desarrollar. ¡Vayamos tras eso!
*Martín Reynoso es psicólogo, coordinador de Mindfulness en INECO y autor de Mindfulness, la meditación científica.