La vida le puso las cosas difíciles, pero no se dejó amedrentar
La historia de un hombre que le plantó a la adversidad
16/09/2018 - 13:38
Clarin.comBuena Vida
“La etapa de diálisis fue tortuosa. Empecé a ver cosas que los niños de mi edad no veían en la vida cotidiana. Me llamaba la atención como, de repente, algún chico con el que compartía el tratamiento dejaba de venir y nadie me decía la razón. Son cosas que fui entendiendo de grande”. Los recuerdos a la distancia corresponden a Guillermo Testa, que a los 7 meses de vida le habían diagnosticado el síndrome urémico hemolítico, enfermedad que le ocasionó severos daños en sus riñones.
A medida que fueron pasando los años sus dos riñones habían dejado de funcionar, por lo que Guillermo debió someterse a tres sesiones semanales de hemodiálisis que duraban aproximadamente cuatro horas. “Yo iba a un cumpleaños y tenía que estar lejos de las gaseosas por el potasio, no podía comer chizitos por la sal, mientras que el resto de los chicos podían tomar y comer todo lo que yo no podía. Sin embargo, todas esas cuestiones te crean una auto-conducta, te enseña a decir que no”.
Guillermo Testa.
Tres trasplantes en menos de 30 años
A los 9 años Guillermo recibió su primer trasplante. Lo internaron junto a su mamá que iba a ser la donante, pero en los momentos previos a la intervención llegó un riñón cadavérico desde Córdoba que finalmente utilizaron los médicos.
A partir de ahí Guillermo comenzó a tratar de hacer una vida normal como el resto de los chicos de su edad, pero prestando atención a las recomendaciones de los médicos. “A mí me enseñaron que cuando estaba inmuno-suprimido no podía tocar la tabla del inodoro de un baño y cuando tenía que hablar desde un teléfono público en la calle debía colocar un pañuelo para evitar que cualquier virus o bacteria entraran a mi cuerpo”, ejemplifica.
Pasó por diálisis y tuvo tres trasplantes. Hoy disfruta de su familia
A los cinco años de haber sido trasplantado, Guillermo comenzó a rechazar el nuevo riñón y se manejó con la escasa medicación que había en ese momento. Tuvo desajustes generales en su cuerpo y padeció anemia y presión alta. Además, el mal funcionamiento de sus riñones y la dependencia de la diálisis le trajeron como consecuencia quedarse estancado en el 1.30 metros de altura.
Medallista olímpico: Guillermo logró la obtención de la Medalla de Bronce en 400 metros libres en Sydney 1997, Medalla de Bronce en 50 metros mariposa, Medalla de Bronce en 400 metros libres y Medalla de Bronce en 50 metros espalda en Budapest 1999, Medalla de Oro en 100 metros espalda en Goteborg 2011 y Medalla de Bronce en 100 metros espalda en Durban 2013.
Para ese entonces, Guillermo había terminado la secundaria y empezado a trabajar con su papá en un negocio que tenía carnicería, verdulería y frutería. La salud, dice, no le permitía poder estudiar. A los 19 años, y previo a recibir cuatro sesiones de diálisis, fue sometido a un segundo trasplante cuyo donante había sido su mamá. “Nunca tuvo miedo, lo había aprendido desde chiquito, ya estaba acostumbrado a que me pincharan con la diálisis, había tenido el primer trasplante. Tuve un proceso de adaptación de un año donde el riñón se iba acomodando pero a los 27 me agarró un rebrote de mi enfermedad de base, algo que era muy poco frecuente. Otra vez tuve que volver a hemodiálisis, ocho años de espera y a los 35 me realizaron el tercer trasplante del que estoy disfrutando en este momento”.
Su gran pasión
A raíz de su enfermedad de base, Guillermo padecía osteoporosis de la cadera desde los 15 años, aunque nunca manifestó síntomas al respecto. Un día fue a ver a un médico, que lo atendía desde niño, que le recomendó que utilizara muletas para que no forzara las piernas al caminar. Así lo hizo hasta que una tarde se calló en el baño de su casa. Entonces, decidió buscar una segunda oportunidad y una vez que lo revisó, la Dra. Amalia Turconi le dijo que tenía buena movilidad, le quitó las muletas y le aconsejó que empezara natación para recuperar la masa muscular. De esa forma, arrancó a practicar ese deporte en un club en Florida. En diciembre de ese mismo año (1995) se enteró que al año siguiente se iban a disputar los primeros Juegos Nacionales para Personas Trasplantadas.
“Y lo que comenzó siendo una actividad para recuperar un poco de masa muscular se fue convirtiendo en mi gran pasión. Empecé a entrenar en doble turno gimnasio y natación. El día de mi primer juego lo recuerdo con mucha emoción, fue en la pileta de GEBA y ahí obtuve mi primera medalla de oro en 50 metros libres. A partir de ese momento descubrí un nuevo mundo para mí”, recuerda, orgulloso.
Pasó por diálisis y tuvo tres trasplantes. Hoy disfruta de su familia.
Y ese fue el inicio de una serie de participaciones en los diferentes mundiales para personas trasplantadas que incluyeron la obtención de la Medalla de Bronce en 400 metros libres en categoría adultos en Sydney 1997, Medalla de Bronce en 50 metros mariposa, Medalla de Bronce en 400 metros libres y Medalla de Bronce en 50 metros espalda en Budapest 1999, Medalla de Oro en 100 metros espalda en Goteborg 2011 y Medalla de Bronce en 100 metros espalda en Durban 2013.
“Más allá de los logros obtenidos, siempre me fue bien, ya que mantuve una premisa, que es una frase que le escuché decir al famoso ciclista Lance Armstrong: ´Mi éxito no es haber podido llegar a la meta, sino haber podido cruzar la línea de partida´. Eso había marcado un antes y un después en mi vida”.
“Con tres trasplantes en mi haber, yo deseo que la máquina de diálisis sea un mal recuerdo, pero si lo tuviera que volver a pasar lo pasaría y me trasplantaría de nuevo porque más allá de lo que nos pase como seres humanos, no hay nada más hermoso que disfrutar de la vida y lo que ella te brinda”.
Además de sus logros deportivos, Guillermo aprovechó todas esas competencias para poder conocer y entablar charlas con varios colegas que también habían sido trasplantados. “La sensación es que uno no se siente que está solo en esto ya que realmente los pacientes trasplantados somos pocos, en un número global, y los que realizan actividad física no son muchos tampoco. Lo bueno que genera el deporte es el vínculo, ya que más allá de ser rivales en una competencia, somos iguales no solo en nuestra condición humana, sino también que algunos hemos pasado las mismas dificultades y nos permite conocer de cerca también las dificultades que han pasado los demás”, afirma Guillermo.
Amor y mudanza a los 40
En octubre del 2009 Guillermo se encontraba en la provincia de San Juan con el Consejo Asesor de Pacientes del INCUCAI y en ese viaje se puso de novio con Gabriela, también trasplantada, a quien ya había visto en alguna otra oportunidad. Tras pasar unos días juntos de romance, se tuvo que volver a Buenos Aires. “Nos veíamos durante los fines de semana largo en los que yo viajaba y las veces que ella venía a CABA con su hija Julieta a hacerse sus controles. Entre idas y vueltas y viajes nos fuimos conociendo y al regresar del mundial de Suecia, llegó el momento de tomar una gran decisión: así fue como después de vivir 40 años en Buenos Aires me vine a vivir a San Juan y ya llevamos 9 años de esta relación”, cuenta.
Con “Gaby”, participaron en la organización de los juegos argentinos, movilizaron casi 200 personas trasplantadas al Congreso de La Nación para apoyar la aprobación de la Ley 26928 (Derechos para personas trasplantadas y en lista de espera) y trabajan juntos en el Consejo Asesor de pacientes del INCUCAI, presentando proyectos de trabajo. “La vida nos cruzó y siempre nos hemos estado acompañando. En ella y en Julieta encuentro apoyo incondicional, al igual que en mi mamá, mi papá y mis hermanos”.
Pasó por diálisis y tuvo tres trasplantes. Hoy disfruta de su familia
A los 45 años, Guillermo cuenta que vive su vida en “completa normalidad”, que es una persona plenamente activa y agradece constantemente a la familia de su último donante. “Pasar por todo lo que uno pasa te va creando diferentes estados y periodos en tu vida. Con tres trasplantes en mi haber, yo deseo que la máquina de diálisis sea un mal recuerdo, pero si lo tuviera que volver a pasar lo pasaría y me trasplantaría de nuevo porque más allá de lo que nos pase como seres humanos, no hay nada más hermoso que disfrutar de la vida y lo que ella te brinda: mis sobrinos, mis ahijados, los amigos, el sol en la cara, una suave brisa, una caricia de tu mujer, un abrazo de tus seres queridos, esas pequeñas cosas que a uno le marcan que está vivo”.