La SGAE pide salvación a las urnas

La SGAE pide salvación a las urnas

Las urnas de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) se parecen a una bola de cristal. El futuro de la entidad aguarda en su interior, pero solo un mago sería capaz de interpretarlo. Casi 19.000 socios –los que más recaudan- están llamados a elegir, este viernes, a los 39 miembros de la junta directiva que a su vez nombren a un nuevo presidente y reconduzcan al organismo hacia la función para la que nació, hace más de un siglo: cobrar por el uso del repertorio de sus 124.000 autores y editores y entregarles el dinero que les corresponde. Entre guerras clandestinas, conflictos de intereses, peleas con el Ministerio de Cultura e investigaciones judiciales, la SGAE parece haber olvidado su misión. De ahí que en los comicios se mezclen esperanzas, incertidumbre, confusión y, cómo no, promesas de renovación.

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En concreto, Eduardo Teddy Bautista asegura que va a “resetear la SGAE”. La candidatura del expresidente, cuyo reino dorado acabó en 2011, cuando fue detenido por la Guardia Civil, ha revuelto más, si cabe, a la entidad. El compositor, de 75 años, está imputado por presunta apropiación indebida y espera para conocer la fecha del juicio oral contra él y otras 10 personas, acusadas de desviar hasta 21 millones de la SGAE. Bautista jura que ser presidente y a la vez procesado no es asumible, así que se iría en cuanto deba sentarse en el banquillo. Pero calcula que no será antes de mediados de 2019, y que ese plazo le bastará para su revolución: fichar a varios expertos para profesionalizar la cúpula, aprobar unos nuevos estatutos y devolver a la SGAE a sus tiempos, cuando recaudaba 400 millones anuales en lugar de los 246 de 2017. Y entonces, sostiene, se marchará.

Una marea de socios ha acogido con entusiasmo el regreso del general de las mejores batallas. Tanto que las quinielas dan por hecho que se siente en la junta y ven posible que vuelva a la presidencia. Más aún ya que, respecto a anteriores comicios, no hay otros nombres poderosos que suenen para el sillón más poderoso. Pero otra parte de la entidad asiste incrédula a la que considera una broma de mal gusto: ¿cómo puede renovar la SGAE quien trabajó en ella 34 años y está acusado de dañarla?

Aquí, sin embargo, los frentes se ramifican. Por un lado, varios músicos conocidos, de Kiko Veneno a Jota de Los Planetas, retiraron su candidatura a las elecciones en protesta por la falta de voto electrónico y la gestión del actual presidente, José Miguel Fernández Sastrón. Han pedido a los demás socios que también se abstengan en las elecciones. En los días siguientes, artistas como Iván Ferreiro, Dani Martín, Niños Mutantes o Vanesa Martin les han mostrado su apoyo en las redes con la campaña #Yonovoto. Una de las voces más combativas entre los retirados, Patacho Recio, relata que no hay vuelta atrás: “Vamos a prepararnos para poder solicitar, antes de fin de año, la retirada de nuestro repertorio de la entidad. Y queremos animar al mayor número de socios posible a que se sume. Lo único que puede frenarnos sería una actuación ministerial que termine con la intervención de la SGAE o la convocatoria de nuevas elecciones, con el voto electrónico”.

Recio subraya además que, debido a la retirada también de varios editores, en ese apartado no hay candidatos suficientes: quedan cuatro en la carrera, para ocho plazas –cada colegio profesional escoge a sus representantes-. Es decir, que habrá 35 miembros de la junta, cuando los estatutos obligan a que sean 39.

Fuera de los coros principales, también cantan varios socios. “La SGAE somos muchos autores que no estamos en la rueda ni en las multinacionales”, afirma el músico José Sánchez Sanz, que se presenta por primera vez. Es decir, rechaza la presunta trama entre miembros de la entidad y cadenas televisivas que ingresaba millones gracias a la música nocturna, que investiga la justicia; y, a la vez, se desmarca de los músicos retirados, detrás de cuyos movimientos intuye el poder de las grandes discográficas. Como Sánchez Sanz hay varios socios que creen que la entidad es presa de un conflicto entre editores –los de las televisiones y los colosos musicales- que está ahogando a los autores. “Quiero vigilar qué pasa, ver de cerca cómo se hacen las cosas y por qué. Por ejemplo, entender qué hace el dinero de los socios metido en un fondo de inversión”, agrega.

En el colegio que representa al sector audiovisual, la preocupación también está por las nubes. Socios históricos como Antonio Onetti o Fermín Cabal aspiran a un asiento en la junta para defender los intereses de su profesión. Y, también, para detener la drástica reducción de las tarifas por los derechos de emisión de las obras audiovisuales en la televisión, negociada recientemente por Sastrón. Un manifiesto de profesionales como Alberto Iglesias o Gracia Querejeta ha mostrado su preocupación al respecto, lo que vuelve a disparar los rumores de que el colegio audiovisual pueda finalmente dejar en masa la SGAE. Los brazos de otra entidad de gestión, DAMA, no ven la hora de acogerlo.

En realidad, muchos socios confiesan en privado que la SGAE afronta una encrucijada: o se arregla ahora o habrá diáspora. Hacia otra entidad española, extranjera o en alguna nueva que se funde de cero, algo que preocupa a Sanz, porque teme, en este último caso, una mayor desprotección del creador. Sea como fuere, la futura junta tiene muchos más deberes: hay que convocar una Asamblea para aprobar las cuentas de 2017, ya rechazadas en junio, unos nuevos estatutos y arreglos que hagan más justo el sistema de reparto. A la vez, queda pendiente solucionar el problema de la rueda. Y, mientras, se agota el plazo que Cultura dio a la SGAE a través de un apercibimiento: hasta el 27 de diciembre, para incluir el voto electrónico y solucionar irregularidades precisamente en el reparto y los estatutos. Si no, pedirá a un juez la intervención.

La entidad respondió con un recurso contra el apercibimiento, sobre el que decidirá la Audiencia Nacional, tras admitirlo a trámite. Mientras, hace días, el ministro, José Guirao, declaró que “la SGAE va hacia el abismo”. Difícil saber si así será. El vértigo, desde luego, ya se nota.

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