El misterio que envuelve a la Casa Mínima de San Telmo

El misterio que envuelve a la Casa Mínima de San Telmo

La casa se encuentra en el Pasaje San Lorenzo 380, en el barrio porteño de San Telmo.

05/10/2018 - 9:22

Clarin.comviajes

La cita es un domingo a las 13.15. Por fin voy a entrar a la Casa Mínima. Llego a San Telmo en el 29, apuro el paso y acelero el pulso. Desde el empedrado de la calle Defensa, a metros del Zanjón de Granados, veo a unas veinte personas en el Pasaje San Lorenzo 380. Por fin voy a entrar a la Casa Mínima. La ansiedad turística se hace bullicio -algunos hablan en portugués-, mientras pago la visita guiada que había descubierto días antes en Facebook. ¡Por fin voy a entrar a la Casa Mínima!

¿Cuántas fotos me habré sacado en la puerta de dos hojas de madera pintadas de verde? ¿Cuántas veces sonreí en los 2,30 metros de esa fachada blanca con balcón en lo alto? Cómo saberlo.

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La fachada más angosta de Buenos Aires (DP/Viajes).

“La casa más pequeña de Buenos Aires... Yo no voy a decir el número. El que quiera, que la busque”, escribió alguna vez el poeta Baldomero Fernández Moreno sobre este ícono del barrio porteño, al que también describió como “una fisura que llenaron de ladrillo y cal para que no se vea el azul del cielo”.

Para cerrar un círculo que abrí por alguna razón desconocida, le mando una foto a mi mamá, que está de vacaciones en Grecia y que es ex alumna de la Escuela de Comercio N° 4 Baldomero Fernández Moreno, de San Telmo. “¿Otra vez en la Casa Mínima?”, me responde desde la isla de Rodas. “¡Pero esta vez voy a entrar!”, le digo entusiasmada. Mi mamá ya no tiene wi-fi.

Elsa es la guía que abre la puerta y, al subir los escalones del zaguán, cuenta que la calle original se encontraba a esa altura porque la zona se inundaba, “no por el río -que corría por la avenida Paseo Colón- sino por el riacho del Zanjón”.

Nos detenemos en las baldosas blancas y negras del patio, miramos la cocina vacía e imaginamos una letrina. Las miradas se concentran en la escalera, reconstruida con una baranda apta para el turismo, pero inspirada en la pintura “El Patio” del uruguayo Pedro Figari. Subimos.

El 90% de la habitación es original, incluyendo el adobe de las paredes y el balcón. El techo es nuevo porque, cuando los actuales dueños compraron este predio en 1994, toda la esquina estaba muy deteriorada y a cielo abierto.

¿Y el esclavo liberto? ¿Cuándo empieza con la Casita del Esclavo? Elsa destierra mitos sin piedad y, a pura historia, enfrenta las teorías de la revista “Buenos Aires Nos Cuenta”.

Elsa habla de Juan de Garay que le entregó el predio a Antón de Porras en 1583; de Antonio Serrano y luego de Francisco de la Peña Fernández; de los descendientes de Peña, que construyeron tres conventillos "de mala calidad" en la esquina...

Una y otra vez, ella menciona que en el plano de 1860-70 aparece la “piecita en alto”, a la que se le hizo otra entrada para alquilarla en forma independiente. 

Destierra así tantas versiones barriales que durante años dudaron -otorgándole altas dosis de misterio- acerca del origen de la vivienda y llegaron a afirmar que este terreno le había sido otorgado a un esclavo al ser liberado durante el siglo XIX.

“Es la fachada más angosta de la ciudad”, repito y, desde la ventana de la Casa Mínima, veo pasar a los vendedores que armarán sus puestos sobre Defensa. Hoy soy turista en Buenos Aires.

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