El mejor piano joven y global busca su trono en Santander
Los seis finalistas del Concurso Internacional de Piano Paloma O’Shea representan un variopinto puñado de escuelas mundiales. Pero la música elegida para ganar es eminentemente rusa. Provienen de Italia, China, Ucrania, Brasil, España y Rusia, pero tres han escogido interpretar a Prokofiev (la misma pieza, además, el Concierto número 3), uno a Rachmaninov y el resto a dos alemanes: Schumann y Brahms. Curiosa proporción pues la que han seleccionado estos aspirantes a ganar la competición que de Santander les proporcionará un importante impulso futuro para sus carreras.
Los aliados de Prokofiev son el chino Yutong Sun, 22 años y ganador en 2012 del concurso de Jaén, Lucas Thomazinho (Brasil, 22) y el ucranio Dymitro Choni, de 25. Aleksandr Kliuchko, ruso y el más joven de toda la terna con 18 años, el italiano Federico Nicoletta, de 31 y el español Juan Carlos Fernández Nieto, también de la misma edad, se han decantado por Brahms, Schumann y Rachmaninov. Quien se alce con el trofeo que se anuncia este domingo, aparte de 30.000 euros, conseguirá una gira nacional e internacional y la grabación de un CD con el sello Naxos.
Todos andan en ese cruce vital que les encarrilará hacia la consagración o no. La carrera pianística es una prueba diaria de marciana superación donde a veces no sobrevive el más brillante, sino el que mejor aguanta la presión. Ya han sobrepasado una buena ración de cortes. Sobresalieron entre los 214 aspirantes de todo el mundo y desde el 25 de julio han quedado elegidos como los mejores de 20 participantes en la última fase de 12 países diferentes. El Paloma O’Shea –creado en 1972- es un buen termómetro para analizar el mundo del piano desde una perspectiva global.
Cinco complejas fases hasta la finalLa última fase del Concurso Paloma O’Shea es tan solo un colofón a dos años de trabajo. Todo comienza con la primera criba. Tuvo lugar en noviembre de 2017, cuando llegaron las 241 solicitudes de 44 países con video incluido. Quedaron 95 tras diversas audiciones en París, Nueva York y Madrid que duraron hasta el pasado abril. De ahí salieron los 20 participantes que han competido en Santander las últimas dos semanas. Una vez ya en la ciudad han pasado por los ojos y los oídos de un jurado internacional presidido por el pianista Joaquín Achúcarro. Los primeros días, siempre ante el público, ejecutaron recitales, en la semifinal –junto al Cuarteto Quiroga-, música de cámara. Y en los últimos dos días, los conciertos junto a la Orquesta de Radio Televisión Española enmarcados en la programación del Festival Internacional de Santander.
Se ha sofisticado desde su inicio y hoy es una competición de referencia, donde en los últimos años han preponderado los participantes asiáticos. Pero la última edición la ganó un español, Juan Carlos Pérez Floristán, asentado ya entre los más destacados de su generación. Espontáneo y riguroso, compitió en la final también con el Segundo Concierto de Rachmaninov.
Parece una obra talismán. Es el mismo que ha elegido Fernández Nieto, que insufla desde Santander motivación respecto a los intérpretes españoles. “El problema es que todavía tenemos una mentalidad un poco extraña en cuanto a las artes. Ahora, nos resulta un tanto raro que exista un boom, de intérpretes. Pero es lo mismo que ha ocurrido con la selección española o con las motos y otros deportes. Cuando se prepara el talento de una generación desde la base, al final las cosas salen bien. En España la excelencia en la música no es una excepción, simplemente el sistema a veces no lo potencia”, afirma.
Desde hace tres siglos sí ha ocurrido con la escuela rusa, de la que el jovencísimo Aleksandr Kliuchko, se reivindica como legítimo representante: “Claro. Las nuevas generaciones sienten el peso de la escuela rusa. A mí ahora me da clase Sergey Artsibashev y él fue alumno de Lev Naumov, quien a su vez estudió con Heinrich Neuhaus. Siento la conexión entre estos grandes profesores de piano y, por supuesto, intentamos utilizar muchas técnicas que se aplicaban en el pasado”, asegura. Para Kliuchko, la escuela rusa no enseña simplemente a tocar el piano, “sino a explorar la pieza, a cómo comunicarse con el compositor y, también, centrarse en conocer el contexto del estilo de la época en la que vivió quien la creó”.
Para él, aúna la emoción y el intelecto a partes iguales. Pero si le preguntan al italiano Nicoletta, añade otro factor: lo popular: “En Italia nos influye mucho el enfoque de la música más básico. Haber nacido en el sur de Italia (Salerno en su caso) y aprender un tipo de canciones napolitanas con su típica expresividad melódica, su línea de canto dramático y noble, tiene una influencia en el enfoque de la música. La globalización no puede con eso”, asegura.
Este tipo de relación con la música siempre ha caracterizado su tratamiento en caso de Nicoletta. “Todo el mundo tiene su paisaje típico con sus colores y sus canciones folclóricas. Creo que eso es más importante que una escuela de piano porque al final queda como un elemento más profundo y duradero”. Algo parecido le ocurre al brasileño Thomazinho, representante de una nutrida selección de latinos provenientes de Cuba o Venezuela en esta edición del concurso. “Si Latinoamérica es una mina de talento en este y otros campos es por la diversidad cultural”, dice el brasileño. Y ese mestizaje siempre se ha traducido de forma clara, contundente y maravillosamente variada en una forma de expresión, según él: “La música”.