Contención y brillantez
La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) ha celebrado este viernes su segundo concierto de abono dirigida por Otto Tausk y acompañando a Leif Ove Andsnes. Este tocó como solista el Concierto para piano y orquesta nº 1 en re menor, op. 15 de Johannes Brahms (1830 - 1897). En la segunda parte, la orquesta gallega interpretó la Sinfonía nº 7 en re menor, op. 70 de Antonin Dvořák.
La versión del concierto de Brahms tuvo como principal característica un fuerte comedimiento expresivo; como abandonando la tradición interpretativa de acentuados rasgos románticos vigente durante décadas y décadas. Una interpretación en la que abundó más la fuerza interior que la expresión sonora que tiene como base el uso de fuertes contrastes dinámicos.
Andsnes hizo la parte solista con una interpretación melodiosa y aterciopelada, algo cercana por momentos a una cierta especulación en el Maestoso inicial pero muy adecuadamente calmo en el diálogo que solista y orquesta mantienen en el Adagio central. El Rondo. Allegro non troppo final tuvo mayor dinamismo y tensión expresiva en el piano y la orquesta, esta con buena claridad de líneas en su tema fugado. El piano remató con un buen poderío en las octavas y una mayor brillantez en el tema rápido de ritmo ternario y la cadenza.
Tras el descanso, será cosa de los reencuentros de principio de temporada, le costó al público llegar al silencio que la orquesta necesita para afinar. Hecho este, Dvořák se adueñó del Palacio de la Ópera gracias al buen entendimiento habitual de Tausk y la Sinfónica. Uno y otra dieron paso libre a la personalidad sinfónica del checo en el Allegro maestoso, luciendo su brillante orquestación y su entrañable riqueza melódica, especialmente cuando esta revela su origen popular.
El segundo, Poco adagio, sonó con intensidad, una expresión decidida de sus momentos de cierto dramatismo y una ejecución idónea de ese final que, por su reiteración de acordes finales progresivamente apianados podríamos llamar inverso a Rossini.
El Scherzo. Vivace resultó vibrante por su escritura e interpretación Fueron muy de destacar los solos de la trompa de David Bushnell, de la flauta de María José Ortuño y del fagor de Steve Harriswangler, amén de un ligero exceso dinámico de las trompetas. El Finale. Poco allegro fue un movimiento de creciente tensión expresiva y brillantez, totalmente acorde con la partitura de Dvořák. Un notable final para un buen concierto.