Con el dolor psíquico duele la vida todo el tiempo
Aníbal Goldchluk, médico psiquiatra, se dedica al tratamiento asistencial desde hace 46 años. “La confluencia entre lo general – a qué cuadro clínico pertenece el paciente y comparte con millones de seres humanos–, y lo particular –cómo confluye esto en su historia, absolutamente singular– me resulta fascinante”. Lo suficiente para mantenerlo en guardia veinticuatro horas al día: “El teléfono puede sonar en cualquier momento; estar totalmente disponible para los pacientes es mi elección”. Inclusive fines de semana: “Me apasiona la asistencia, productora de emociones y malasangre constantes. Imposible que el dolor del otro me resulte ajeno”.
¿El primer paso?
El recibimiento en el consultorio donde la subjetividad, lo más íntimo, tiene lugar es un primer recurso. Después se realiza el diagnóstico clínico; se analiza qué de lo que la persona cuenta sobre su sufrimiento coincide con los diagnósticos que manejamos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor del veinte por ciento de las personas adultas mayores sufren algún tipo de alteración mental que afectan sus funciones psíquicas, desde trastornos menores (fobia para subir a un avión) hasta trastornos graves, y requieren asistencia. Sin embargo, el número que consulta no llega al diez por ciento. O sea, la cantidad de gente que convive con algún problema de salud mental es grande.
Aníbal Goldchluk Médico psiquiatra. Presidente Honorario del Capítulo de Psicofarmacología de APSA (Asociación de Psiquiatras de la Argentina) y International Member of the American Psyciatric Association. Newsletters Clarín Buena Vida | Conocé lo último para cuidar tu salud y sentirte bien.
Todos los martes.
¿El valor de la palabra?
Fundamental. Nuestros diagnósticos son exclusivamente clínicos, parece simple, pero es complejísimo. Un médico clínico valida la causa de una enfermedad con un análisis complementario; nosotros, salvo cuestiones orgánicas, nos valemos de métodos absolutamente clínicos para diagnosticar: lo que la persona o familia cuenta. Un ejemplo sencillo: si alguien dice que le duele el brazo, y luego revela que la madre nunca lo abrazó, puedo establecer alguna conexión entre ese dolor y la historia personal.
¿Importa lo que calla?
Claro, a veces el paciente carece de lo llamado conciencia de enfermedad: el funcionamiento del juicio sobre sí mismo. Entonces, la participación de familiares o allegados que revelan que él habla por las noches o que dice escuchar voces facilita el diagnóstico y tratamiento.
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¿Toma nota?
Diariamente. La historia clínica es central para recabar información. También por lo médico-legal, la historia clínica puede ser requerida.
¿Cuáles son los recursos del psiquiatra?
Hay tres recursos técnicos: lo psicoterapéutico -hay muchísimas formas de psicoterapias- ; lo farmacológico y la psicoeducación que consiste en compartir con la persona su estado y opciones, o sea, el asesoramiento. Por otro lado, la neurociencia ha tenido un crecimiento enorme, y es fundamental ya que apunta a dilucidar conocimientos básicos sobre el funcionamiento del sistema nervioso central; optimiza las intervenciones farmacológicas, por ejemplo. Sin lugar a dudas: a mayor formación profesional, mejor desempeño durante las intervenciones.
Psiquiatra Anibal Goldchuk. Foto: Andres D'Elia
Además de la capacitación técnica, creo yo, lo personal es imprescindible: sentir vocación y tener una remuneración acorde. En mi caso, el trabajo personal analítico ha sido un factor decisivo.
¿Cómo se convive, día a día, con el sufrimiento ajeno?
A mí me resulta imposible substraerme. No digo que coexperimente el sufrimiento del paciente, sería exagerado, lo imposible es que me sea ajeno. Por eso es tan importante el trabajo personal.
¿Hay palabras para describir el dolor psíquico?
Que te duela la vida todo el tiempo; que la ansiedad por una separación o el padecimiento de un familiar deje ser transitoria o circunstancial y se transforme en un estado permanente. Cuando la existencia es puro sufrimiento se pierde el gusto por lo cotidiano.
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Los seres humanos tenemos dos posibilidades: miramos hacia adentro o hacia afuera. Cuando el dolor psíquico es muy intenso sólo se atiende a lo interno, eso hace que pierdas lo amoroso o atractivo de lo que te rodea.
¿Cuál debería ser la predisposición del paciente para que el tratamiento funcione?
El primer paso es buscar ayuda. Esto es sustancial, determina un acto psíquico: la decisión de buscar auxilio y la capacidad de recibirlo.
En el Hospital Borda había una pintada hecha por un paciente que leí cuando entré, recién recibido de médico. Decía, textualmente: No somos las estrellas que querés ver, somos la mierda que flota”. Nunca olvidé esa frase que me sacó la idea surrealista de encontrar en la locura el acceso a una forma de conocimiento superior
Aníbal Goldchluk Médico psiquiatra. Presidente Honorario del Capítulo de Psicofarmacología de APSA (Asociación de Psiquiatras de la Argentina) y International Member of the American Psyciatric Association. ¿Qué siente cuando el paciente evoluciona?
La satisfacción es enorme. Muchas veces ocurre que se ubica en otro escalón y es capaz de hacer lo imprevisible, toma una decisión que le permite avanzar con mayor felicidad: se enamora o empieza una carrera. La persona recupera su bienestar.
¿Cuándo el tratamiento no funciona?
Me rompo la cabeza buscando los porqués. Sabemos que hay patologías que sólo tienen capacidad de remisión parcial, pero mi sensación es que podría haber hecho más, o que tendría que haber encontrado otra manera. Me hago malasangre, inevitable.
¿Alguna vez se negó a brindar asistencia?
Muy pocas. Recuerdo un paciente que tenía una decisión claramente autodestructiva, no por estar melancólico y pensar en el suicidio –para el melancólico es un tema por añadidura– me refiero a una persona que tenía una conducta nociva para él y los demás deliberadamente. Si continuaba con su tratamiento le hacía de cómplice o coartada para que la cónyuge estuviera tranquila.
¿Recuerda haber sentido miedo frente a un paciente?
Por supuesto. Hace varios años, atendía en el consultorio a un hombre muy grave. Violento. En un momento dado, publicaron el identikit sobre un asesino en los diarios, coincidía en lo físico y patológico. Estaba con él en mi consultorio mientras pensaba que podía ser el asesino. Claro que sentía miedo.
Psiquiatra Anibal Goldchuk. Foto: Andres D'Elia
¿Pensó en suspender el tratamiento?
No, es habitual sentir miedo frente a pacientes graves.
Durante 23 años fue Jefe de Servicio de Consultorios Externos del Hospital Borda. ¿Alguna vez temió por su vida?
No, pero me han golpeado. El peligro forma parte de la vida de un psiquiatra que trabaja en hospitales. Por supuesto que al día siguiente de alguno de estos episodios iba al Hospital intranquilo pero, evidentemente, el miedo no me paralizó. Sigo trabajando.
¿La psiquiatría es una herramienta que apunta a la búsqueda de la identidad?
Absolutamente. El desenlace de un tratamiento es: yo soy esto. Ojo, la frase podría dar lugar a cualquier perversión; me refiero al momento en que la persona puede decir: esta es mi vida, así soy yo. Me surge la palabra aceptación.
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¿El ejerció de la psiquiatría es como el vino que mejora con los años?
Toda profesión en la que la experiencia vale mejora con el paso del tiempo; hasta que, como los vinos, se avinagra.
El reportaje sucede en su consultorio donde lo más íntimo tiene lugar; turno del entusiasmo: “Desde octubre del año pasado cumplo tareas asistenciales en la Policlínica Cristo Caminante de la Obra del Padre Mario Pantaleo, en González Catán”. Concluye antes de recibir al próximo paciente: “Sé de mis falencias; no haberme dedicado a la investigación, por ejemplo; pero a nivel asistencial la experiencia que tuve es enorme”.
“Sé de mis falencias; no haberme dedicado a la investigación, por ejemplo; pero a nivel asistencial la experiencia que tuve es enorme”, dice Anibal Goldchuk. Foto: Andres D'Elia
Hoy, usted, ¿cómo se siente?
Bien. Hago lo que me gusta.
RR