Chiwetel Ejiofor: “A mi generación se le enseñó a denigrar al otro, al pobre, al inmigrante”
A comienzos de la década pasada, William Kamkwamba logró salvar a su pueblo de la hambruna. Lo hizo construyendo un molino de viento capaz de generar energía eólica, sirviéndose de una simple bicicleta, de las partes oxidadas de un viejo tractor y de los manuales básicos de ingeniería que encontró en la biblioteca de su escuela en Malawi, de la que sería expulsado cuando su familia de agricultores dejó de poder pagarla. En 2007, después de darse a conocer a través de una conferencia TED, logró volver a estudiar y se graduó en Dartmouth, una de las universidades de la exclusiva Ivy League. Kamkwamba decidió recoger esta increíble historia en un libro autobiógrafico, El niño que domó el viento (Ediciones B), fábula edificante que apuntaba a nuevas perspectivas de desarrollo para el continente africano.
El libro llegó a manos de Chiwetel Ejiofor (Londres 1977) hace una década. “En cuanto lo terminé, supe que sería mi debut como director”, recordaba el actor británico en el pasado Festival de Berlín, donde presentó la película inspirada en el relato de Kamkwamba, que acaba de estrenarse en Netflix. El intérprete, hijo de un doctor y una farmacéutica nigerianos que emigraron al Reino Unido, reconoció un paisaje familiar en la novela: el de sus veranos en el país de sus padres, donde descubrió una realidad muy distinta al de su barrio londinense de clase media. “Me inspiró que William quisiera salvar a su comunidad, pero también que se salvase a sí mismo. La historia también habla de no renunciar al potencial que uno tiene. Sentí que me estaba pasando el testigo a mí…”, afirma Ejiofor.
El intérprete, con una sólida carrera en el teatro y destacados secundarios en películas de Stephen Frears, Woody Allen, Spike Lee y Alfonso Cuarón, cruzó el umbral de la fama en 2013 al protagonizar Doce años de esclavitud, por la que recibió una nominación al Oscar. Lo recuerda como una experiencia brutal, de la que tardó tiempo en reponerse: durante meses, le costó hablar de algo más que de la “inhumanidad de los hombres” en las cenas con sus amigos. “En realidad, no fue un antes y un después. Lo viví como una continuidad con mi trabajo anterior y mis temas de interés”, asegura.
Con su nueva película, en la que se ha reservado el papel, no siempre agradecido, del padre del protagonista, Ejiofor indaga en las consecuencias de aquel pecado original. El director esquivó la imagen caricaturesca del continente africano que suele utilizar Hollywood. En nombre de la verosimilitud, Ejiofor insistió en filmar en Malawi, pese a sus escasas infraestructuras para acoger un rodaje, y alternando el inglés de la élite con el chichewa que habla el pueblo, una lengua bantú sin parecido con el igbo que hablaban sus padres. También evitó los mensajes simplistas. “Hay que tratar a los africanos como iguales, sin condescendencia ni paternalismo”, señala el actor, que se define como “un optimista a prueba de bomba” y dice confiar en “un futuro mejor” para África.
De hecho, Ejiofor no ve oportunismo alguno en el giro inclusivo que está practicando Hollywood, donde las oportunidades para los actores negros y latinos han aumentado respecto a sus inicios en el cine. “Mucha gente se ha dado cuenta de que un diálogo cultural más rico y abierto beneficia a todo el mundo. Los jóvenes de hoy no han crecido con la misma propaganda y el mismo adoctrinamiento que nosotros. A mi generación le enseñaron a denigrar al otro, a los pobres y a los inmigrantes”, opina Ejiofor, que acaba de rodar la versión en acción real de El rey León, donde interpreta a Scar, y la segunda parte de Málefica.
Recibir el apoyo de Netflix, que adquirió los derechos internacionales de su película, no supuso un problema para este acérrimo defensor de las salas tradicionales, ya que opina que ambos modelos pueden coexistir. “Mi película aboga por un nuevo diálogo global y Netflix me ha permitido alcanzarlo. En ese sentido, me pareció un socio natural”, sostiene Ejiofor. “Las nuevas plataformas están permitiendo que los cineastas lleguen al público de formas que los modelos anteriores nunca permitieron. Hay que tener claro que la tecnología no va a desaparecer. Todo el mundo debería sentarse a negociar y tratar a los demás con respeto”.
Love, actually
Pese a haber encarnado a uno de los mejores Otelos que se recuerden en el teatro londinense y trabajar con los mejores directores del cine actual, muchos espectadores le siguen recordando como el esposo de Keira Knightley en Love actually. “Sabía que su comentario acabaría así. Siempre adivino cuándo me van a hablar de esa película, porque a todo el mundo le sale la misma sonrisa pícara…”, se carcajea. “Me parece maravilloso que tenga una vida tan larga. Es el Qué bello es vivir de nuestro tiempo…”, bromea Ejiofor. Aunque, en realidad, solo le hablen de Love actually en una época muy determinada. “Empieza un poco antes de Navidad y termina en San Valentín. Así que ahora no me vuelve a tocar hasta el 22 de diciembre”.