Aracataca, el pueblo que recuerda el Macondo de Gabriel García Márquez
Eran dos mariposas amarillas, revoloteaban lentamente alrededor de un árbol de guayabas que, bajo el sol inclemente del medio día, daba sombra a la entrada de aquella casa. Una escena que evoca los recuerdos presentes en la literatura del Nobel Gabriel García Márquez (1927-2014) ."Las mariposas amarillas invadían la casa desde el atardecer. Todas las noches, al regresar del baño, Meme encontraba a Fernanda desesperada, matando mariposas", reza un pasaje de Cien años de Soledad.
La escritura de Gabo (como le decían sus amigos) lleva hacia lo impensado, invoca personajes que alguna vez existieron y formaron parte de su imaginario, cuentos de amor, sueños trágicos, momentos históricos, o las hazañas de un náufrago que vagó durante días en el mar.
Todo siempre apuntó a su origen: Aracataca. De aquel lugar que alguna vez llamó "La Casa", donde creció bajo el seno de sus abuelos y de donde saldrían gran parte de las historias contadas a lo largo de su vida. Macondo es prácticamente un calco de este pueblo ubicado en el departamento norteño de Magdalena y enclavado en el Caribe colombiano.
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La última vez que el escritor visitó su tierra natal fue en 2007, cuando llegó a bordo de una locomotora, fue recibido en medio de un gran júbilo para inaugurar la replica de su casa, nombrada hoy día como "Casa museo Gabriel García Márquez" .
La casa natal de García Márquez está cubierta de frases que recuerdan algún pasaje de su obra literaria (Foto: Eduardo Barroeta)
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El camino a Aracataca es de aproximadamente una hora y media desde la costeña ciudad de Santa Marta, capital del departamento de Magdalena, donde se toma un bus que va hacia el pueblo de Fundación; Aracataca queda en el camino, prácticamente invisible a un costado de la vía. Desde su entrada se caminan aproximadamente diez minutos cerca de las vías del tren hasta la casa de Gabo.
A dos cuadras de la casa yace la plaza central y la iglesia, cerca de allí la oficina de correos, conocida como "la casa del telegrafista"; lugar donde por años trabajó su padre. Al otro extremo del pueblo está lo que queda de la estación del ferrocarril, por donde a diario y durante unos 15 minutos pasa un largo tren de más de dos mil metros.
Por las polvorientas calles de Aracataca, al fondo la casa del telegrafista (Foto: Eduardo Barroeta)
En su libro autobiográfico "Vivir para contarla", García Márquez recuerda un episodio que vivió cuando su madre lo llevó a Aracataca, tras varios años de ausencia, para vender la casa donde él pasó su infancia. Un joven Gabo encontró un pueblo solitario y polvoriento que le sirvió para recrear años después a Macondo, lugar central del realismo mágico de su obra.
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En varias ocasiones el Nobel expresó que sus abuelos fueron las personas más importantes de su vida. También le dejaron profunda huella sus padres, según escribió él mismo: "Ambos eran narradores excelentes, con la memoria feliz del amor, pero llegaron a apasionarse tanto en los relatos... que no pude distinguir los límites entre la vida real y la poesía".
El caracter y determinación de su abuelo materno fueron protagonistas de "El coronel no tiene quien le escriba", y la historia de amor de sus padres inspiró la celebre novela "El amor en los tiempos del cólera".
El salón de recibo del abuelo, en la casa natal de Gabriel García Márquez (Foto: Eduardo Barroeta)
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Enclavado en la memoria de un pueblo
Después de vivir un tiempo en Europa y pasar una temporada en New York, a principio de los años sesenta, García Márquez se traslada a México, donde elige vivir con su esposa Mercedes Barcha hasta el día de su muerte, el 17 de abril del 2014. Hoy su recuerdo permanece latente. Cien años de Soledad, su principal obra, marcó a generaciones y fue traducida a más de 30 idiomas.
Gabriel García Márquez a bordo de la locomotora, en 2007, que lo llevó por última vez a su tierra natal. (Foto: AFP)
Macondo se convierte en otro protagonista que, a lo largo de las páginas de Cien años de Soledad, crece, decae, renace y se trasforma junto a la estirpe Buendía. Uno de los gitanos de la historia, Melquíades, una noche creyó encontrar una predicción sobre el futuro de Macondo que le vaticinaba convertirse en ciudad real y moderna. “Sería una ciudad luminosa, con grandes casas de vidrio, donde no quedaba ningún rastro de la estirpe de los Buendía”. Sin embargo, José Arcadio Buendía lo corrigió y le dijo, “No serán casas de vidrio sino de hielo, como yo lo soñé y siempre habrá un Buendía por los siglos de los siglos”.
Todos sus personajes viven eternamente en Macondo, son invocados cada vez que alguien busca las huellas de sus pasos por las polvorientas calles de Aracataca. Símbolo del realismo mágico y espejo del alma latinoamericana que sigue viva en el imaginario colectivo.