10 años de Lady Gaga: ¿por qué ha cambiado la estrella que lo tenía todo?
Parece que fue ayer, pero estos días se cumplen diez años desde que Lady Gaga editara su primer álbum, The Fame, y empezara a construir una de las carreras musicales más meteóricas de lo que llevamos de siglo. Por aquel 2008 Madonna se había sumado al carro r&b de Timbaland y Pharrell Williams en Hard Candy, Britney Spears aún andaba recomponiéndose de su bajada a las infiernos, Christina Aguilera aprovechaba los últimos coletazos de su Back to Basics editado dos años antes y Miley Cyrus no había enterrado a la virginal Hannah Montana. Del mismo modo que Katy Perry, quien también debutaba hace una década con aquel One of the Boys que contenía I Kissed a Girl y Hot n Cold, Gaga apareció en el momento justo en el que sus potenciales rivales habían bajado la guardia. El pop de masas pedía a gritos una nueva promesa que dotara al género de extravagancia y excesos, y ella supo ofrecer eso con creces.
Aunque ahora parezca mentira, cuando Just Dance afloró en la red y las radios parte de la prensa especializada afirmó que Gaga no era más que una burda copia de Christina Aguilera. Pero lo que pocos imaginaban entonces era el plan de dominación mundial que tanto ella como su Haus of Gaga, su equipo de confianza a imagen y semejanza de la Factory warholiana, realmente tramaban. En los meses siguientes Gaga se recorrió medio mundo para promocionar sus canciones (ahí está aquel doble concierto gratuito que ofreció en febrero de 2009 en el Ocho y Medio de Madrid), demostrando una ambición voraz poco vista en debutantes como ella. Sin duda, se le habían quedado pequeños los antros del Lower East Side neoyorquino en los que actuaba junto a su amiga Lady Starlight y su propósito iba mucho más allá de componer canciones en la sombra para Britney Spears o The Pussycat Dolls.
Poker Face hizo explotarlo todo, pero con Paparazzi y su vídeo dirigido por Jonas Åkerlund Gaga pasó a ser una esclava de su imagen. Más allá de lo estrictamente musical en aquellos días Gaga acaparaba día sí y día también los titulares por sus imposibles modelitos, algo de lo que concienzudamente ha querido escapar en los últimos tiempos. Pero la maquinaria no iba a detenerse, no, más bien al contrario: con la publicación del EP The Fame Monster en noviembre de 2009 y, sobre todo, gracias a Bad Romance y Telephone (junto a Beyoncé), Gaga dejaba de ser una promesa para mutar en una diva de los pies a la cabeza con una legión de fans a los que bautizó como little monsters.
Sin descanso, su ascenso al Olimpo del pop fue fulgurante. Y a la larga ya se sabe que esa vorágine de estrés y perpetua ansiedad acaba de algún u otro modo pasando factura. De 2008 a 2013 nadie osó toserle a la artista, pero el 11 de febrero de 2013 todo se truncó: ese día, mientras actuaba en Montreal en el marco de su Born This Way Ball Tour, se rompió la cadera y empezó a sufrir esos dolores crónicos que desde entonces le han perseguido. La gira terminó antes de tiempo y lo lógico hubiese sido tomarse un largo descanso para recomponer todas las piezas que se habían resquebrajado por el camino, pero en esos tiempos de competencia salvaje no pudo pedirse vacaciones a la ligera a sabiendas del centenar de bocas que comían gracias a ella. El espectáculo debía continuar como fuese.
En noviembre de 2013 publicaba Artpop, y con él el sinsentido hizo acto de presencia. Anteriormente ya tuvo que batallar con todos aquellos que cuestionaron Born this Way por su parecido con el Express Yourself de Madonna (que la Reina del Pop le dijera que era reductive no le sentó lógicamente bien), pero la era Artpop es recordada por una retahíla de errores tácticos: llamó a la prensa para presentar un vestido volador bautizado como Volantis que ridículamente apenas levantó un palmo del suelo; sin que sepamos muy bien por qué se dejó literalmente vomitar por la artista Millie Brown en el festival SXSW de Austin; canceló el estreno del videoclip de Do What U Want dirigido por Terry Richardson después de las múltiples acusaciones de abuso que recibió el fotógrafo (tampoco fue muy brillante contar con el pedófilo R. Kelly en el tema, ciertamente) y, para más inri, su manager, su persona de confianza todos esos años, Troy Carter, le abandonaba justo en el momento en el que andaba más perdida tanto personal como artísticamente. La Gaga casi intocable de los primeros años empezó a cansar a parte de sus seguidores (ya se sabe que lo poco agrada y lo mucho cansa) y mostraba sus primeras muestras de flaqueza.
Trabajar junto a Tony Bennett en 2014 y su debut en la pequeña pantalla en la sexta temporada de American Horror Story fue un soplo de aire fresco para ella, algo así como una estratagema temporal para reinventarse de cara al ojo público y, ya de paso, demostrar su versatilidad tanto en el jazz como ejerciendo de actriz. De ahí nació Joanne en 2016, un álbum en el que prescindía de artificios visuales y mostraba una Gaga más adulta y serena. Pero como anteriormente hemos señalado sus dolores crónicos volvieron a manifestarse peor que nunca. En el documental de Netflix Five Foot Two hablaba largo y tendido de su fibromialgia y de todas las vicisitudes con las que tuvo que lidiar durante los ensayos de la Super Bowl. En esta era ganó un nuevo número de fans (Million Reasons tuvo parte de culpa, así como sus emotivas actuaciones en los Oscars en 2015 y 2016 homenajeando a Julie Andrews e interpretando Til It Happens To You, respectivamente), pero la maquinaria volvió a frenarse a principios de febrero de este mismo año cuando tuvo que cancelar parte de las fechas europeas del Joanne World Tour porque apenas podía mantenerse en pie por sus dolencias.
¿Y ahora qué? Habrá que esperar para comprobar si retomará su vertiente más excéntrica o seguirá cultivando la Gaga más refinada de cara a su próximo álbum. Pero, por lo pronto, este 5 de octubre se estrenará en los cines estadounidenses su puesta de largo en la gran pantalla junto a Bradley Cooper en el remake de A Star Is Born y a finales de diciembre arrancará Enigma, su primera residencia en Las Vegas. Actuar en la ciudad de los casinos es una buena solución para evitar tener que vivir perpetuamente en un aeropuerto y que sus dolores aún vayan a más. No obstante, observando las fechas libres de la residencia, se puede comprobar que hay claros huecos entre los Globos de Oro y los Oscar, por lo que tanto ella como su equipo apuestan a que puede caer alguna nominación sonada. Siendo indiscutiblemente una de las artistas más talentosas de su generación todo apunta a que lo que resta de año y 2019 pueden ser cruciales para una nueva eclosión mediática. Después de estos años llenos de luces y sombras se merece no tener que vivir ningún otro traspié.