Un hombre construye un laberinto subterráneo "guiado por el cielo" y se convierte en atracción turística
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ArmeniaViajesTurismoCuando Tosia Gharibian pidió a su marido que le construyera una bodega para conservar las papas no podía imaginar que excavaría un laberinto subterráneo, hoy una de las principales atracciones turísticas de Armenia.
Tosya Arakelyan en el subsuelo de su casa de Arinj, Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
Durante más de 23 años, Levon Arakelian perforó una red de salas y túneles en la tierra ocre debajo de su casa de Arinj, un pueblo de 6 mil habitantes cercano a Iereván, la capital de Armenia.
"Cuando empezó a excavar fue imposible pararlo", cuenta su esposa a AFP.
Un sector de los túneles de la aldea Arinj (foto de Karen Minasyan / AFP).
Cada día trabajaba durante más de 18 horas, haciendo sólo una pausa para una siesta antes de regresar a su dédalo. "Discutí mucho con él, pero se obsesionó con su objetivo", recuerda Tosia.
"Nunca dibujó ningún plano. Solía decirnos que veía en sus sueños lo que tenía que hacer a continuación", explica precisando que su esposo estaba convencido de estar "guiado por el cielo".
El laberinto subterráneo de la aldea Arinj, en Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
Levon excavó a más de 21 metros de profundidad un laberinto de 280 metros cuadrados, ayudándose sólo de herramientas manuales y sacando con cubos el equivalente a 600 camiones de escombros, asegura Tosia.
Aunque la primera capa del subsuelo estaba compuesta de piedras negras de basalto, Levon rápidamente llegó a las piedras de tiza micácea, más porosas y fáciles de picar.
Laberinto subterráneo en Arinj, Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
En 2008, cuando consiguió unir los dos extremos del último túnel, Levon falleció a los 67 años de un ataque al corazón.
Tras enviudar, Tosia decidió sacar partido al extraño patrimonio que le dejó su marido.
Laberinto subterráneo a unos 60 kilómetros de Iereván, la capital de Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
Visitantes de todo el mundo se desplazan ahora a Arinj para descubrir el laberinto "divino" de Levon. Ciertos días, autobuses cargados de turistas hacen el trayecto hasta la casa, la única atracción del pueblo.
Guiados por Tosia por las glaciales y silenciosas galerías, los visitantes profieren gritos de admiración al descubrir que Levon decoró las salas con jarrones y hasta un altar, y grabó en las paredes motivos decorativos que recuerdan a los de las iglesias de Armenia. La luz de las velas en el recorrido añade encanto a la visita.
Laberinto subterráneo en Arinj, Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
"En este lugar increíble uno se da cuenta de cuán ilimitadas son las capacidades físicas y espirituales de una persona", dice Milad, un turista de 29 años originario de Irán.
Para rendir homenaje a la labor titánica de su marido, Tosia construyó un pequeño museo en su honor al cumplirse 10 años de su muerte. Situado en el centro del pueblo, representa la construcción del laberinto.
Laberinto subteráneo en Arinj, Armenia (foto de Karen Minasyan / AFP).
Tosia vende también tazas, camisetas y delantales con la efigie de Levon, cuya obstinación se ha convertido en un símbolo para algunos armenios y turistas.
A sus 44 años, la hija de Levon, Araksia, recuerda una infancia con un padre apasionado día y noche por su proyecto.
"Mi principal recuerdo de infancia -explica- es el ruido sordo del martillo de mi padre proveniente del sótano durante la noche".
AFP