Un festival en los confines de la Península
Caía el sol naranja junto a la playa de los Lances de Tarifa y el cantautor Ángel Stanich se erigía como un militante de las causas perdidas y del rock and roll: "Parece que estemos en una fiesta privada, pero mejor para todos los que podemos estar en este festival valiente". No le salieron los números a la primera edición del We Love Sunset, celebrado este sábado en el estadio municipal Antonio López de Tarifa, pero dio igual. Como Antigua y Barbuda, título del último disco de Stanich e isla caribeña y, cuya bandera colgaba en el escenario, el festival se convirtió en un pequeño reducto de resistencia musical para más de 800 asistentes. Y cada banda, sin excepción, agradeció al público y al promotor, la valentía de acudir y montar este evento en los confines de la Península.
Tras la sesión de Hard Candy, arrancó la banda de pop-rock Nocturnos a media tarde, cuando el sol más pega y los cogotes se abrasan. Uno de los puntales de la escena alcalaína, bien engrasado, que tocó la mayoría de material de su último trabajo, Hemos visto lobos, con temas como El polo positivo o la bailonga Inevitable, en la que pidieron al público que corease el estribillo."Somos tan pocos que os puedo ver la cara y saber si estáis cantando", señalaba divertido el cantante y guitarrista David Montijano. Les sucedieron el cuarteto madrileño The Royal Flash, un cañón de rock and roll de riffs lúbricos hijos de Jet, Eagles of death metal o Wolfmother. De sus ardientes amplificadores se desprendieron That somenthing, "bruta, salvaje y muy guarra", según el cantante y guitarrista Miguel Ángel Marshall, Nothing o Here comes the hysteria. Dedicaron Revolution al promotor, Alberto Mozota, que perdió a su padre semanas antes del festival, por su cariño y recibimiento. "Tienes una familia enorme. Somos músicos, eso es lo malo", sonrió.
La rumba psicodélica de Tu Otra Bonita tomó el relevo y comenzaron los bailes, avecinando una tarde festiva con temas como Invisibles, Vamos o una versión de La leyenda del tiempo de Camarón con la que le hicieron un guiño a Rosalía incorporando unos versos de Malamente. Pasadas las nueve de la noche, con los últimos rayos de sol empezó a sonar la música de la cabecera de Twin Peaks. Y Salió a escena el elegante Ángel Stanich con su impoluta banda. Arrancaron con Un día épico, de su último álbum, Antigua y Barbuda, cuya bandera ondeaba a los hombros de un grupo de fans. Este chico es una rara avis, un animal del escenario que castiga la guitarra acústica como si fuera una eléctrica. Tocó Escupe fuego, Mezcalito, Cabura!, Metralleta Joe o Mátame Camión para terminar, con la que se descolgó la guitarra y se bajó del escenario para sudar los últimos compases de la delirante canción junto al público.
Tras la solvencia de la banda sevillana Full, amparada por dos guitarras solistas, que pudo presentar su primer single Alfombra Roja, de su próximo disco, saltó al escenario el rapero alcalaíno Rayden. El músico aceleró la noche con la declaración de principios de su disco Antónimo, No hago rap y siguió por éxitos como A mi yo de ayer o Nunca será siempre, que también dedicó al organizador. Rayden, acompañado de guitarra, bajo, corista, batería y Dj, estrenó una canción de su próximo disco y que trata sobre el abuso de poder de los hombres sobre las mujeres, con un estribillo demoledor: "¿Qué parte del no nunca entiendes?". Rayden tuvo palos para todos: para La Manada -"que cinco hijos de puta digan que es abuso cuando fue violación"-, para políticos como Casado o para otros por desinformar y confundir con el falso efecto llamada de los refugiados. Terminó con Matemática de la carne y agradeció a los "valientes" que cerca de las dos de la mañana seguían bailando. Un show divertido y lleno de contenido.
"Somos pocos, pero suficientes". Alberto Mozota se puso al frente de los platos cerca de las tres de la mañana junto al Dj Juantxo Muñoz para poner punto final al We Love Sunset. Un festival, que ofreció una organización solvente, un cartel atractivo y variado y cuya primera asignatura es ofrecer vasos reutilizables, zonas de sombra para protegerse por la tarde y ofrecer algún detalle de ocio más allá de la música que sirvan de reclamo -ante la abrumadora oferta estatal- para viajar hasta Tarifa. "No me rendiré, el año que viene volveremos", anunció Mozota. Que así sea.