Un crucero por los rincones secretos del Mediterráneo
El puerto de Barcelona queda desierto a las 17.30 de un sábado. Los empleados de Pullmantur Cruceros retiran un cartel que arenga “¡Todos a bordo!” porque ya no queda nadie para pasar a través del detector de metales que está en la entrada del barco, junto al escáner para el equipaje de mano. Crece el murmullo de los 1.828 pasajeros del buque Zenith, y los minutos previos al viaje se condensan en un ir y venir por las cubiertas: toman café en algún bar, contemplan el mar verde con los codos en las barandas, filman gaviotas bajo la luz tibia del atardecer. La expectativa bulliciosa por este viaje se convierte en una pulseada entre la ansiedad y la alegría.
Durante siete noches, el Zenith de Pullmantur recorrerá los “Rincones Secretos del Mediterráneo”, un itinerario novedoso para la compañía porque esquiva las ciudades clásicas de esa región de España, Francia e Italia. Las dimensiones más modestas del barco resultan favorables para atracar en puertos más chicos y pueblos medievales, navegando costas escarpadas, entre calas y playas vírgenes, viñedos y olivos.
El barco Zenith, de Pullmantur, tiene un tamaño que le permite recalar en puertos más pequeños de Mediterráneo.
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Es un viaje para experimentar con los sentidos, en cinco escalas (dos islas) y tres idiomas: la española Menorca y la francesa Córcega, seguidas por los puertos italianos de Portovenere, Piombino y Portofino.
Suena la sirena y se dibuja una estela en el Mediterráneo, que parece una alfombra azul hasta la montaña Montjuic de Barcelona, donde volveremos en una semana. La mente juega a que es la ciudad la que se aleja.
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Día 1: ¡Todos a bordo!
En un pasillo alfombrado y angosto del sexto piso se descubre la propia valija junto a la puerta del camarote 6127. La llave magnética (que sirve también como tarjeta de crédito y documento de identificación durante los días de crucerista) abre la habitación: la ventana es un rectángulo con los bordes redondeados y unas cortinas a ambos lados, que cuelgan sobre la cabecera de la cama; la mesa de luz tiene teléfono y lámpara; sobre el escritorio hay un espejo y una cajonera a cada lado de la silla, además de un televisor y otra mesa -redonda, de vidrio- al lado de un placard que enfrenta al baño.
La ciudad de Barcelona es el punto de partida del crucero.
A los pies de la cama hay papeles. El Diario de a bordo impreso del Día 1 informa: el capitán croata Ivo Botica les da la bienvenida a los huéspedes en nombre de la naviera, al igual que los oficiales, el staff y los 600 miembros de la tripulación. Luego se dan a conocer el pronóstico del tiempo, la hora del amanecer y el atardecer, las ofertas de las tiendas duty free en la cubierta 8 y la vestimenta “elegante” sugerida para la noche.
En el gran teatro (cubiertas 7 y 8), el show “Abba: Thank you for the music” tendrá dos funciones (como el resto de los espectáculos): a las 20, para quienes tienen asignada la cena a las 21.30 en el restaurante Atlántico; a las 22, para los comensales del primer turno, que empieza a las 19.30. Como en todos los cruceros turísticos, también está disponible la opción de cenar en el Buffet, con una franja horaria más amplia, sin código de vestimenta ni mesa fija, sin mozos ni menús de varios pasos. Pero la cena es el momento de reunión a bordo, donde se conversa, se juega a concurrir a una fiesta temática y se degustan los platos diseñados por el chef -con dos estrellas Michelin- Paco Roncero.
La piscina de la cubierta 11 en el Zenith (Pullmantur)
Luego de la apabullante lista de bares y rincones para beber, escuchar música en vivo y comer a deshora, el Diario de a bordo detalla las excursiones que se pueden contratar, así como la ubicación y horarios de las actividades de entretenimiento (bingo, charlas, juegos de mesa) y otros servicios: galería de fotos, spa del Mar, casino Marbella, Espacio Internet, GuppyClub para chicos de 3 a 11 años, Teen’s Club para adolescentes de 12 a 17, la piscina de la cubierta 11, jacuzzis en la 12, el centro médico y el gimnasio. The Waves es la opción más premium para las cabinas Suite, con beneficios como wi-fi ilimitado en The Waves Club. ¿Dudas? La recepción está en la cubierta 5.
El camarote es un refugio silencioso y cálido. Con una semana por delante que alternará tours con cenas extensas, dan ganas de vaciar la valija: las remeras se doblan en los cajones, los vestidos se cuelgan en el placard y las cosas de tocador van en estantes del baño. Desde los altoparlantes se convoca a un simulacro. “Señoras y señores, su chaleco salvavidas tiene una luz que se enciende en contacto con el agua, un silbato y cintas reflectoras”, dice una voz, que recuerda: “El Zenith navega hacia Mahón”.
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Día 2: Mahón, isla de Menorca
A las 8 llegamos a Mahón y, durante el desayuno, en las ventanas el sol acaricia este pueblo colgado de los acantilados del puerto. Con un largo de 5,5 km y un ancho que va de 300 metros a 1,5 km, se trata del segundo puerto natural más profundo, con una media de 25 metros. Por eso pueden atracar cruceros como el Zenith.
Las tentadoras calas de Mahón, en Menorca, parte de las islas Baleares, España (Pullmantur)
La isla pertenece a la comunidad autónoma de las Islas Baleares, un archipiélago que comprende Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. Capital de Menorca, Mahón (Maó, en menorquín) cuenta con 28.900 habitantes y, no sólo se encuentra en el este de la isla, sino que es el punto más oriental de España.
Nacido y criado en Menorca, el guía Fernando Serrano transmite un amor incondicional por su tierra en cada palabra: “Haremos todo lo posible para ayudarles a que descubran esta pequeña isla mediterránea. Primero iremos a Ciutadella, la capital histórica. Es preciosa, casi medieval, con palacios, catedral, ayuntamiento en forma de castillo y un casco antiguo al que, siglos atrás, rodeaban murallas. Luego visitaremos la playa con infraestructura más extraordinaria de Menorca, en la costa sur: Cala Galdana. En una breve parada haremos una degustación de quesos y vinos típicos en el ort (huerto) San Patricio y, desde la montaña más alta -de 357 metros-, veremos toda la isla de golpe y hasta las costas de Mallorca (nos separan sólo dos horas de barco)”.
Menorca es verde: una tercera parte está cubierta de pino mediterráneo y olivo silvestre, y el resto del campo está sembrado. Como el suelo es duro y pedregoso, en algunas partes se siembra para dar de comer a los animales. Las vacas dan una leche muy buena con la que se hace el queso Mahón, con denominación de origen.
Cales Fonts, Menorca. EFE/ David Arquimbau
En el centro geográfico del Mediterráneo Occidental, Menorca fue la última isla de la región en ser habitada por el hombre, hacia 2300 aC., por ser la más alejada. ¿Con qué hacían sus casas los primeros grupos étnicos? Piedras. Paredes de piedra seca hasta hoy (no hay alambrados), ya que no se usa ningún elemento líquido para encajarlas.
Las cercas fueron pensadas para no superar 1,20 metro, por lo que la tierra quedaba despedregada y se hacía pastoreo sin pastor con los animales en las fincas. En la actualidad, vemos que las fincas utilizan la misma estructura de piedra seca: las pequeñas son para cabras y ovejas, las grandes son para vacas y caballos.
Volviendo a aquellas tribus, cuando levantaron sus casas, construyeron el talallot (atalaya), que consistía en una torre cónica para controlar el territorio. La isla tiene 702 km2 y 350 talallots. Pero además, aquí hay 1.500 tablas, murallas y pozos, lo que representa un promedio de dos monumentos prehistóricos por cada m2.
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Ya recorrimos 25 km, es decir, la mitad del largo de la isla. “Es bonita pero algo claustrofóbica. En verano, playa y pesca. En invierno, cine y TV”, se ríe Fernando. Con 90 mil habitantes, la cifra se duplica en los meses de calor por los visitantes (aunque Mallorca es cinco veces más grande y su población ronda el millón de personas).
También cuenta que los romanos tomaron Mallorca y Menorca, mientras los cartagineses fueron a Ibiza y Formentera en tiempos de las famosas Guerras Púnicas. Pero tanto Mahón como Ciutadella (Ciudadela) fueron levantadas por romanos, se sucedieron vándalos y bizantinos, los árabes dejaron una huella de 380 años y, en la Reconquista de España, los caballeros recibieron tierras. En el siglo XVI Menorca sufrió dos tomas turcas y, aunque pierde la mitad de su población, los nobles del interior fueron a vivir al pueblo y construyeron los palaus , hoy habitados por personas con títulos nobiliarios.
¿Cuántas playas hay en Menorca? Tiene 220 km de costa con 45 playas y 145 calas (rincones donde el mar penetra en la tierra, forma un recodo y hay un puñado de arena). “Las diferenciamos en playas o calas urbanizadas (con chiringuitos u hoteles) y vírgenes, que le dieron fama a Menorca. En agosto no hay aquí playa solitaria. La mayoría tiene forma de herradura, con un mar de temperatura agradable y sin olas”, describe.
Fernando nos habla de la pasión que sienten por la ópera italiana, de los 75 molinos de trigo que llegaron a tener, de las abarcas (sandalias típicas menorquinas que creó un labriego para trabajar en el suelo pedregoso y la reina Sofía convirtió en un suceso desde que las usó años atrás), y de un gran invento: la mayonesa (mahonesa, porque es de Mahón). Según la versión local, después de que se entregara Menorca y Gibraltar a Gran Bretaña, los franceses del rey Luis XV desembarcaron en la isla y Richelieu (sobrino nieto del famoso cardenal de “Los tres mosqueteros”) aprobó una salsa que había improvisado un posadero para tapar el sabor de un pescado que tenía varios días. Según los francesas, ellos la trajeron.
Es hora de despedirse de Fernando y de la isla. A las 15.30, ¡todos a bordo!
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Día 3: Ajaccio, en Córcega
El Diario de a bordo promete lo que el Zenith cumple. A las 10 en punto, el barco atraca este lunes en el puerto de Ajaccio, en la isla francesa de Córcega. Y permanecerá en la ciudad natal de Napoleón Bonaparte hasta las 18. Situada en la costa oeste, la capital corsa limita en el sur con el estrecho de Bonifacio, que la separa de la italiana Cerdeña.
Ajaccio, en la isla francesa de Córcega (Pullmantur)
En Francia describen a Córcega como “la montaña que emerge del mar” por sus altas cumbres. Entre curvas y abismos, viajar de un extremo al otro de su geografía demanda muchas horas y no hay tiempo. ¿Vamos a una playa lejana o tomamos un tour guiado por Ajaccio para ir a la casa de Bonaparte, degustar productos artesanales (miel, terrina de jabalí, mermeladas) y mirar vidrieras que exhiben joyas y piezas con corales rojos y Ojos de Santa Lucía (el souvenir que trae buena suerte y aleja el mal de ojo, según las leyendas)?
Elegimos la segunda opción y, desde la costanera, caminamos hacia la Place Foche. Rodeada por cuatro leones, la estatua del hijo más famoso de la isla aparece por primera vez en el paseo. Según datos históricos, Napoleón Bonaparte nació en Ajaccio el 15 de agosto de 1769, después de que Francia comprara Córcega a la República de Génova.
Con padres de origen italiano, Napoleón vivió en una casa de tres pisos en la rue Saint-Charles 18, en pleno centro, hasta los 9 años. Aunque no estuvo aquí mucho tiempo, Napoleón mantuvo el idilio con la tierra corsa: se dice que en su exilio -entre 1815 y 1821-, lo que más añoraba era el aroma dulce del maquis, el arbusto típico de la isla.
La casa-museo de Napoleón es el lugar más fotografiado de Ajaccio, si bien solo conserva algunos muebles de época, una habitación donde habría nacido en 1769. “En Córcega celebramos el natalicio de Napoleón”, dice David Uzal, al mostrar parte de la ruta de Bonaparte en Ajaccio, donde se levantan tres estatuas que lo recuerdan. Aparte de la de la Place Foche con los leones, hay un gran Napoleón a caballo en la Place de Gaulle, rodeado por sus cuatro hermanos, y otro vestido de militar en la Place d’Austerlitz.
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La Catedral de Santa María Assunta -donde fue bautizado- y los Salones Napoleónicos del Hotel de Ville completan el circuito. Imperdible: el Musée Fesch, con una capilla donde están las tumbas familiares, una colección de arte de maestros italianos y la Biblioteca Municipal que impacta con sus estantes de madera llenos de libros antiguos.
Al salir de la capital y tomar alguna ruta hacia el interior de la isla, el paisaje se vuelve inmediatamente agreste y montañoso (por algo se corre cada año el Tour de Córcega desde 1956 y le dicen “el rally de las mil curvas”), entre productores rurales y antiguos puentes genoveses de piedra.
¿Otras opciones? Ir a playas bonitas y balnearios como Porticcio o a las Islas Sanguinarias, llamadas así por el color del mar al atardecer; a Bonifacio o Zonza, pequeñas poblaciones en lo alto; o bien, a las calas de Piana para nadar en su mar cristalino.
Por lo pronto, seguimos viaje luego de cenar con nuevos amigos y descansar sobre el mar como mecedora.
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Día 4: Portovenere y Cinque Terre
En la costa de Liguria, en Italia, se divisa la silueta de Portovenere: el mejor filtro de Instagram queda opacado ante la experiencia de la brisa marina en la cara y el sol en la piel frente a las casas escalonadas y pintadas de colores pastel sobre las rocas. Con las famosas aldeas de Cinque Terre, a las que iremos en un par de horas, Portovenere fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Portovenere es un municipio de casi 4 mil habitantes en la provincia de La Spezia.
Pocas veces los cruceristas madrugan con tanta euforia: el tramo italiano del viaje es, para muchos, el más deseado. Llegamos entonces a un municipio de casi 4 mil habitantes en la provincia de La Spezia, entre el final del golfo de La Spezia y el comienzo del golfo de Génova.
Esta vez hay que bajar en lanchas para acceder a Portovenere y comprobar que tiene una vista al mar privilegiada, desde donde se admiran los escarpados relieves y viñedos. El cuerpo y el alma se alinean sin esfuerzo ante la belleza, y una sonrisa instantánea -que alterna con una mueca de incredulidad- confirma el equilibrio entre naturaleza y arquitectura.
¿Cómo no sentirse Daenerys Targaryen al subir la explanada de piedra y los escalones espaciados que conducen a la cima del acantilado al que rodea el mar azul? ¿A dónde nos llevará en verdad este camino que va hacia la iglesia gótica de San Pedro (la fachada blanca y gris, construida en 1198 sobre un templo del siglo V) y las ruinas del Castillo Doria? ¿En qué reino del Juego de Tronos estaremos, bajo este calor dorado y tan lejos de Winterfell?
También dicen que aquella iglesia románica erigida en 1098 por los genoveses, la de San Lorenzo, ocupa el lugar de un templo muy antiguo dedicado a Júpiter.
Cinque Terre (en español, Cinco Tierras), media decena de pueblos colgados de acantilados a lo largo de 18 km
Vamos hacia Cinque Terre (en español, Cinco Tierras), media decena de pueblos colgados de acantilados a lo largo de 18 km: Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso, con una población estable que suma unas mil personas entre todos. Su particular geografía da origen a un paisaje montañoso formado por estratos o terrazas, que descienden hacia el mar de Liguria.
Son cuestas empinadas que demandan estado físico. Quienes tienen tiempo (algo que no ocurre en la vida del crucerista) eligen circuitos para practicar senderismo entre los pueblos, iglesias y castillos, olivares y viñedos sembrados en las terrazas de las rocas, con las olas azules a los pies. La gastronomía italiana ofrece un viaje dentro de otro porque esta zona tiene los platos más aromáticos y sabrosos. Visitamos viñedos y olivares donde se aprovecha el declive del terreno, con técnicas agrícolas desarrolladas por siglos que no alteraron el equilibrio ecológico.
Crucero de Pullmantur por el Mediterráneo
Primero vamos a Riomaggiore: es la aldea más oriental de las cinco y su centro histórico data del siglo XIII. Se encuentra en el valle del Rio Maggiore, del cual toma su nombre. Pero cuando se googlea Cinque Terre, las primeras fotos que aparecen son las del colorido pueblo de Manarola, el segundo desde el este.
Sobre una colina, las casas se concentran desde la cima hasta el valle, con la contención de los Alpes Apuanos. En su descenso hacia el mar de Liguria, en el pequeño puerto se mezclan los turistas con las lanchas de los pescadores. Tradicionalmente, la pesca y la vitivinicultura fueron las industrias del lugar, con un vino local de renombre: Sciacchetrà. Pero el turismo viene creciendo con fuerza en Manarola y sus tierras vecinas, convirtiéndose en destinos turísticos muy populares, especialmente durante los meses de verano para recorrer a pie, en auto o en tren.
Corniglia es el más chico de los cinco pueblos, y su particularidad es que es el único que no se conecta con el mar en forma directa por estar situado sobre un promontorio de unos 100 metros de alto. También está rodeado por viñedos distribuidos en terrazas con paciencia y esmero.
A Vernazza sólo se llega por una carretera y tiene un puerto muy chico en una ensenada natural, mientras Monterosso es el más poblado y occidental de Cinque Terre: tiene las playas más extensas en un golfo.
Como los pueblos, no nos cansamos de mirar al mar. Pero nunca podremos responder cómo se levantaron estas comunidades sobre rocas. Volvemos a Portovenere en la lancha de las 18, la última que regresa al barco, con la tranquilidad de que nos quedamos aquí todo lo que pudimos.
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Día 5: De Piombino a Siena
El Zenith atraca el miércoles a las 8 de la mañana en el puerto de Piombino, en la región italiana de la Toscana. La excursión contratada consiste en un viaje en combi de dos horas hasta Siena, uno de los tesoros más cercanos de nuestra escala. Otros cruceristas se reparten entre Florencia, Pisa o Lucca.
La campiña toscana, Italia.
En el centro histórico de Siena se destaca el Palazzo Pubblico o Ayuntamiento, con la Torre del Mangia frente a la Piazza del Campo: el suelo parece un abanico inclinado, donde hay que imaginar una multitud fanatizada por las carreras de caballos que se celebran desde el siglo XVI.
Entre calles medievales en tonos terracota y grupos de turistas que se superponen para sacarse fotos y comprar recuerdos, nuestra guía aclara algo que nadie le pregunta: vive en el barrio de la Loba pero es de la Oca, y lleva el estandarte atado en su cartera porque hace poco ganaron. Se refiere al Palio delle contrade, una carrera que moviliza dos veces al año a los 17 barrios de la ciudad en la Piazza del Campo. Se la considera como una de las mejores plazas medievales de Europa por su trascendencia histórica, la impactante arquitectura, los palacios señoriales y la Fonte (Fuente) Gaia.
Siena, uno de los tesoros del itinerario. Se visita desde el puerto de Piombino, Italia.
La Catedral merece una visita y lamentamos no tener tiempo para entrar, especialmente, por los pasajeros que no la conocen. Pero los cruceros permiten visitar varios lugares muy diferentes en pocos días para que uno pueda volver al que más le ha gustado. Volvemos al barco para disfrutar de la noche de blanco.
Días 6 y 7: Portofino y alta mar
El barco ancla temprano en la bahía de Portofino, en el Golfo del Tigullio. Es la quinta y última parada en Italia y en “Rincones Secretos del Mediterráneo”. Intentamos que no nos traicione una nostalgia anticipada al subir a la lancha para ir hasta el pueblo de pescadores y centros vacacionales, con un puerto muy fotografiado por los edificios pintados de colores junto a la costa y un intenso idilio con celebridades internacionales, que compran o alquilan casas de veraneo.
Bahía de Portofino, en el Golfo del Tigullio.
Se pueden esquivar las tiendas caras de Portofino para probar el helado de pistacho y subir al Castelo Brown del siglo XVI. Cercanos, Rapallo y Santa Margherita Ligure merecen una visita. Algo opacada por Portofino, esta última conserva un templo sorprendente: Santa Margherita d’Antiochia - Santuario di Nostra Signora della Rosa.
Y caminando por silenciosas calles de Rapallo se descubre ParlaComeMangi (Habla como comes), una gran tienda gourmet. No sólo venden los mejores quesos, pestos, jamones, pastas, vinos, aceites de oliva y acetos balsámicos desde hace más de medio siglo, sino que todo el carisma italiano se concentra en la figura y verborragia de Guido Porrati: hace una demostración magistral de cómo se prepara el pesto con hierbas frescas en un mortero de mármol.
El programa del último día consiste en navegar hasta Barcelona. Los pasajeros hacen compras, juegan a las cartas y arman la valija. Y como es difícil la despedida en la cena, se recuerda una frase repetida siempre en el Diario de a bordo: “Sueños que se hacen viajes”. Misión cumplida.