Sacha Baron Cohen contra la corrección política
Cuando Borat, un falso reportero antisemita y homóbofo de Kazajistán, se lanzó a descubrir las maravillas de EE UU, el presidente kazajo llamó al primer ministro británico Tony Blair para pedirle que censurara el estreno de su película. No era casualidad que Sacha Baron Cohen (Londres, 1971), el actor debajo del polémico personaje, hubiera tenido su primera experiencia cinematográfica con una película que también pasó por los censores. Tenía ocho años y su hermano lo llevó a ver La vida de Brian. Su vida no volvería a ser igual. "Vi una mujer desnuda por primera vez, pero sobre todo me obsesioné con la risa incómoda que creó en la sala", recordaba. Con nueve años creó su primer sketch inspirado en Monty Python. Con 23, ya tenía un programa que buscaba capturar aquella risa a través de un estrafalario grupo de personajes.
"No podemos decir nada de la serie más peligrosa de la historia". Showtime anunciaba con fanfarria Quién es América (Movistar +, nuevo capítulo cada lunes y disponible bajo demanda), proyecto con el que Baron Cohen vuelve a sus orígenes televisivos de provocador escondido en disfraces. Incluso si hoy su popular rostro le obliga a ponerse una capa de maquillaje adicional. Quizás inflaron las expectativas, pero realmente casi todo sobre la nueva aventura del sátiro de la sociedad estadounidense que ataca a sus entrevistados sin que ellos se percaten fue secreto hasta su estreno.
Fue la excandidata a vicepresidenta Sarah Palin la primera en descubrir los secretos del programa en Facebook: "Soy una de las personalidades estadounidenses que ha caído víctima del 'humor' malvado, abusivo y enfermo del 'cómico' británico. Me lo presentaron como un veterano de guerra. Es una falta de respeto para los militares y la clase media por parte de un extranjero". La estrategia ya le había funcionado antes: sus objetivos le hacen la publicidad. En Borat: lecciones culturales de Estados Unidos para beneficio de la gloriosa nación de Kazajistán, rodada poco después del 11-S, recibió 160 denuncias de estadounidenses que lo veían como sospechoso de terrorismo. El FBI comenzó a perseguirlo. Hasta eso lo convirtió en sketch. Siempre sin abandonar el personaje. La película, un espejo de la sociedad más iracunda, se convirtió en un fenómeno.
Con cada proyecto sus performances se han vuelto más grandes y Baron Cohen, un adicto a la adrenalina: "Una vez que pegas a un policía quieres ir a más", le contaba hace unos años a Marc Maron en el podcast WTF. En Brüno acabó causando una revuelta, delito penado con cárcel. Para evitarlo siempre se rodea de un grupo de abogados que controla hasta dónde puede llegar. Aquella vez, se atrevió a firmar un acuerdo con el estudio por el que, si moría, cedería todo el dinero. "Si una broma me hace gracia, voy a la guerra por ella", afirmaba entonces.
"En una democracia no se hace eso, presidente", recordaba el cómico al presidente kazajo años después de Borat: "Llamó Blair para contarme su discusión y avisarme de que había puesto en jaque algún acuerdo comercial". Lo que no esperaban es que Baron Cohen acabaría siendo un héroe en el país, cuyo turismo fomentó a niveles inéditos. El actor lo narraba como una anécdota más, con la clase, coherencia y el perfecto acento londinense que nunca muestran su colección de locos insoportables que poco se parecen a este heredero de la escuela clown. "No me importa lo que piensen de mí, solo que se rían", explicaba el cómico, que simplemente retrata a sus invitados como son: "Si aguantan una entrevista así, no deberían ser respetados". Su admirado Peter Sellers estaría orgulloso de su locura, incluso si en su caso no se traslada a la realidad.
Es probable que sea el aspecto de judío londinense que no mataría una mosca en su vida cotidiana el que empuja a los estudios a confiar una y otra vez sus caprichos cinematográficos. Ya sea en proyectos personales o trabajando con directores como Martin Scorsese (Hugo), Tom Hooper (Los miserables) y Tim Burton (Sweeney Todd). Nunca pudo llevar a buen puerto, sin embargo, su sueño de convertirse en Freddie Mercury. Las discrepancias en enfoque con el resto de Queen dieron el papel a Rami Malek. Solo le quedaba volver al origen, al programa semanal: "Desde el hackeo de Corea del Norte por La entrevista, es más difícil vender mis proyectos a los estudios. Tienen miedo".
El cómico que contagió con sida a TrumpSacha Baron Cohen entrevistó al magnate Donald Trump en 2003 vestido del rapero sin raza definida Ali G. Buscaba venderle un invento para no derramar helados. La propuesta hizo huir al invitado. El humorista se vengó en Agente contrainteligente, en plena campaña presidencial de 2016, contagiándole en la ficción con el VIH al candidato. Hoy, este presidente que el cómico nunca anticipó es epicentro de las burlas de su parodia a los extremos de EE UU.
Ya no están Borat, el homosexual Brüno o Ali. Los sustituyen un reportero de ultraderecha que vende fake news al demócrata Bernie Sanders; un liberal que deja a su mujer acostarse con delfines; un ex convicto que crea arte con excrementos, y un coronel israelí que convence a congresistas republicanos reales a que se unan a una campaña para enseñar a usar armas a niños mayores de tres años. Su particular marca sigue siendo la misma que hace 20 años. También el odio entre invitados que se sienten engañados por sus falsas premisas. Aunque hoy los personajes de quienes se burla acuden sin pudor a los informativos, y llegan a ser presidentes.