Ryanair: cómo es volar en la low cost más grande de Europa

Ryanair: cómo es volar en la low cost más grande de Europa

Nacida en Irlanda en 1985, Ryanair se transformó en la principal aerolínea de bajo costo.

La compañía Ryanair, la línea aérea low cost más grande del mundo, canceló unos 400 vuelos en toda Europa por la jornada de huelga convocada por sus pilotos en Alemania, Irlanda, Bélgica, Suecia y Holanda, según informó la propia empresa.

Ryanair, fundada en Irlanda por el empresario Tony Ryan en 1985 para operar la ruta Waterford-Londres, fue la primera aerolínea del mundo en proponer la modalidad low cost: cobrar lo básico (un asiento en un vuelo, con un equipaje de mano), y todo lo demás, aparte: equipaje despachado, comida, bebidas, selección de asiento, etc.

El éxito fue casi inmediato, y de los 25 empleados iniciales, se transformó en la línea de bajo costo que más vuelos hace en Europa, con más de 1.500 rutas y 58 bases. Además, su modelo de reducción de costos la convirtió en la línea aérea más rentable del mundo, aunque hoy está atravesando un momento complicado,.

¿Cómo es volar con Ryanair? Claro, hay tantas experiencias como pasajeros; los que debieron pagar extras sorpresivos por muchas cosas, los que no tuvieron ningún problema y aquéllos que se quejan por los asientos sin reclinar o la ausencia de entretenimiento. Esta es una experiencia más, de un primer vuelo en esta low cost, entre Madrid y Londres.

A bordo. Se puede elegir asiento o embarque prioritario pagando extras.

Atención con los extras

Navegando la web, la tarifa de Ryanair resultó, claramente, la más atractiva: 46 euros desde Barajas hasta el aeropuerto londinense de Stansted, con una valija de hasta 20 kilos incluida. Claro, una de las claves de la compañía es la venta directa por Internet, que le permite ahorrar comisiones de agencias. Hoy vende más del 98% de los pasajes a través de la web. Eso sí, aunque puede costar bastante menos que una compañía tradicional, todos los servicios que no sean el vuelo en sí y el equipaje de mano se consideran “adicionales” o “extras”, así que cuidado con lo que lleve, porque si suma esto y lo otro, puede terminar pagando lo mismo, o incluso más.

Ejemplo para este vuelo: seleccionar asiento, 2 euros; despachar equipaje de hasta 15 kg, 21 euros; de hasta 20 kg, 29 euros; embarque prioritario, 5 euros, y así. Comprar por la web es ir sorteando ofertas: “Acceda a tarifa Leisure Plus” (factura en 30 días, equipaje de 20 kg, embarque prioritario, asiento reservado), por un total de 69,99 €; “acceda a Tarifa Business Plus” (billetes flexibles, facturación en el aeropuerto, equipaje de 20 kg, Fast Track, embarque prioritario, asiento prioritario), por 101,99 euros. Me mantengo en “estándar”; otro aviso: “Mejora a Leisure Plus" (factura en 30 días, equipaje de 20 kg, embarque prioritario y asiento reservado) por 6 euros más. Dejo en blanco el casillero y confirmo.

Colores y publicidades dentro del avión.

Salta un aviso: “Política de equipaje de mano: solo las primeras 90 maletas tienen garantizado un lugar en los compartimentos superiores. Elige la prioridad de embarque y tu maleta podrá ir en el compartimento superior. Una maleta de 55 x 40 x 20 cm y un bolso pequeño, como una funda de portátil. El tamaño máximo para el bolso pequeño es de 35 x 20 x 22 cm y debe caber bajo el asiento delantero. Si no se cumplen estas condiciones, habrá que abonar 50 euros por artículo en la puerta de salida y el vuelo podría sufrir retrasos”.

Sigo, y la página sigue ofreciéndome: alquiler de autos, estacionamiento en el aeropuerto (desde 23 euros), traslados del aeropuerto al centro de Londres (11,61), equipo de bebé (2 artículos gratis, tres adicionales, hasta 20 kg, 10 euros), equipamiento deportivo (de palos de golf a bicicletas o monopatines, hasta 20 kg, 30 euros); instrumentos musicales (hasta 20 kg, 50 euros). Los adicionales son interminables.

No busque el botoncito; los asientos no se reclinan.

Imprimí la tarjeta de embarque

Llegamos al mostrador sin el check in hecho por la web y sin la tarjeta de embarque impresa, ni descargada en el celular, desde donde pueda leerse el código de barras. Tremendo error: el recargo por confirmar el check in e imprimir las tarjetas resultó un abuso absurdo: ¡45 euros cada uno! O sea, un pasaje más por no imprimir el papelito. Así que haga lo que tenga que hacer, remueva cielo y tierra, consiga algún cibercafé de esos que ya casi ni se ven, pero ¡imprima su tarjeta de embarque!

Tampoco tienen bolsillo, y la cartilla de seguridad está pegada en la parte superior, junto con otro aviso.

En la cola de la puerta de embarque parece haber una selección al azar: a algunos les hacen dejar su maleta en tierra y las despachan, pese a que, al menos en teoría, están entre aquellas primeras 90 maletas que deberían tener “garantizado” su lugar en el avión. Transpiramos: ¿pasarán nuestros carry on? Sí, pese a que nuestras valijas tienen el mismo tamaño que otras que quedaron en la puerta.

Venta ambulante a bordo

El avión es un 737-800, como los de tantas aerolíneas, y bastante nuevo. Colores chillones y publicidades varias en las puertas de los compartimientos para equipajes: pasajes, paquetes, etc. Eso sí, los asientos no se reclinan. Y no insistan, porque ni siquiera tienen el botón para hacerlo. Segundo dato: los respaldos no tienen bolsillo. Además de ser más económicos, dicen, permiten acortar la distancia entre filas. No hay entretenimiento abordo, claro. Y la comida se paga. Aunque hay opciones bastante variadas y no son caras: por ejemplo, un desayuno con croissant y bebida caliente, 5 euros; café, capuccino o agua mineral, 3 euros; porción de lasagna o un ratatouille, 6 euros. Todo se anuncia en una revista que se reparte poco -casi hay que pedirla- y se devuelve antes de aterrizar.

Desayuno y comidas varias por precios razonables.

Azafatos con carritos van y vienen, e insisten: ¿algo de comer, algo de beber? Luego, las ventas de duty free con los precios anunciados por parlantes, incluyendo adaptadores universales (“los enchufes en Gran Bretaña son distintos que en España”, avisan, por las dudas). Y hasta una “raspadita”. Sí, un cartón de 2 euros para raspar con la posibilidad de ganar, anuncian, un millón de euros.

Bebidas para elegir.

Dos horas. Salimos puntuales, llegamos puntuales: el horario es muy importante en Ryanair, que busca tener los aviones menos tiempo en tierra y aprovecharlos mejor en el lugar en que rinden, el aire.

Llegamos. Puntuales y sin haber ganado el millón de euros de la "raspadita".

En general, una buena experiencia, salvo por los exageradísimos 90 euros que debimos pagar por no confirmar el check in online e imprimir la tarjeta de embarque. Si no hubiera sido por ese "detalle", este vuelo por Ryanair habría sido excelente. Una buena opción si no se pretenden lujos. 

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