"Ray Donovan": Con la misión y obligación de reinventarse

"Ray Donovan": Con la misión y obligación de reinventarse

Protagonista a mil. Ray es una usina de conflictos, pero su mayor problema es su mente. Foto: Netflix

Botonier: Una decoración floral usada generalmente por hombres. Una pequeña flor o ramillete floral -cuya palabra originaria, del francés, deriva de boutonniere- que, en español, significa "ojal".

El botonier es la (repetida) palabra clave -nombrada por Mickey, padre de Roy, caracterizado por John Voight- en la nueva temporada de Ray Donovan, la serie -emitida por Netflix- creada por Ann Biderman y protagonizada por el estadounidense Liev Schreiber.

Y este accesorio posee una utilidad dual, ambigua, digna de este estreno. Por un lado, puede ser usado para celebrar un matrimonio, como así también, aplicarse en la vestimenta para una ceremonia de defunción.

Porque en este drama criminal, las dos caras (llámese amor y muerte) dice presente y amanece con una sorpresa letal: el fallecimiento de Abby (Paula Malcomson), la esposa de Ray, a causa de un cáncer. 

Desde su fotografía y ambientación, esta nueva temporada tiene cierta pátina onírica, difusa, tal cual el estado de embriaguez en el que cae el protagonista, preso del alcoholismo y la violencia.

Por eso el foco no está puesto en las tareas de Ray, un "solucionador de problemas", que representa a ricos y famosos, y ejerce para una firma de abogados, sino que emigra hacia su mente y su entorno. Buscando sanarlo y entenderlo. La introspección como solución.

El origen de esta nueva temporada, presa de viajes temporales, flashbacks continuos (casi siempre con recuerdos dolorosos) y un mash up de locaciones de la ciudad de Los Angeles, son un reflejo de la alterada y fragmentada mente de Donovan que busca (sobre)vivir al duelo de la pérdida de su ser amado.

Cuando los pensamientos se tornan fantasmagóricos y la mirada de Ray viaja hacia otro tiempo, la mente le juega malas pasadas. Y allí radica lo mejor de la saga: en la represión y lucha contra sus tormentos que parece reprimir a cada instante. Es una olla a presión que vive contestando llamados y atendiendo múltiples frentes de conflictos, los que despacha (o dilata) con celeridad. El foco es otro.

FRAGMENTADO. La figura de Ray Donovan, en su nueva temporada de la serie. Foto: Netflix.

El recuerdo de uno de los accidentes automovilísticos menos cinematográficos de la historia del cine (con abuso de la cámara lenta incluido) casi se lleva la vida de Ray y Abby y se empasta con el pasmoso tinte psicológico de la nueva temporada.

"Una vez que has visto cosas horribles no puedes borrarlas", dice Ray quien debe atravesar una terapia de 12 sesiones en 90 días para superar su violencia repentina que lo llevó a una áspera trifulca familiar, con integrantes hospitalizados inclusive.

Pero su psicólogo es tan frío y duro como él, casi un cómplice, hombre de pocas palabras, escudado en el silencio y en la reticencia de su paciente por cambiar. En un enfrentamiento silente. Y un desafío más para Ray. Quizás el más importante de su vida. La sanación.

Ray ve transcurrir lo que perdió, se siente que su tiempo ha pasado y está estancado. No por nada la figura de un león disecado metaforiza a ese luchador paralizado, en ámbar. Los recuerdos de las quejas de su mujer no hacen más que atormentar su mente, que se fragmentan en nimiedades caseras o bien en traumas de la infancia (abusos inclusive) que tarde o temprano deberá resolver.

Por eso Donovan busca reconstruirse, parar la pelota y mirar la cancha. Y todo puertas adentro, en el seno familiar, replegándose en ellos. Muy lejos de sus clientes hollywoodenses.

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