Premios Princesa, factoría del ilusionismo cultural
Pasen y vean. Desde el pasado jueves y hasta el próximo, la vieja fábrica de armas de Oviedo, un cementerio industrial decimonónico de 122.000 metros cuadrados que setecientos años antes fue convento, se ha convertido en lo más parecido a un gran espectáculo circense de los de principios del siglo XX. Allí donde Méliès y los Lumière anticipaban sueños con la nueva magia de la imagen en movimiento, la Fundación Princesa de Asturias también se ha servido del cine y de su premiado de las Artes de este año, Martin Scorsese, para anticipar lo que una revolución cultural puede suponer para un territorio como Asturias, Oviedo y para ese recinto fabril llamado a marcar el futuro de la capital del Principado de Asturias.
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El sábado a la hora del vermú, con un sol inesperado en estas latitudes, la big band Vetusta atacaba el repertorio de Scorsese en una plaza salpicada de tumbonas de playa y presidida por la torre de la antigua central de calefacción. Mientras, las familias salían del edificio de la escuela de artes y oficios de ver a Chaplin con Ricardo Casas al piano. “Esto parece Berlín”, repetía, asombrada, la modernidad de Oviedo y los menos vanguardistas, fascinados con la combinación de belleza industrial y programación cultural. Hasta llegar a esa plaza, el personal había atravesado unos talleres con taxis de Nueva York, reproducciones de la habitación de Travis Bickle (De Niro) en Taxi Driver, una charla del director de fotografía Carlos Suárez y hasta otro cine levantado de la nada, dentro de la nave de almacén y diseño de herramientas, y acomodada con las butacas de los Clarín, uno de los muchos cines que poblaban el centro de la ciudad, hoy sin una sola pantalla. El público también había podido ver El Ring, la instalación con la que Cristina de Silva y Nacho de la Vega, los Fium, remontan en ocho minutos el Toro Salvaje de Scorsese, metraje y música, echan humo y ponen el acento en la soledad del creador en su último asalto a la obra.
Ese mismo título había servido, el jueves, para inaugurar todo el recinto, bautizado como la Fábrica Scorsese. La proyección contó con la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS), atacando en directo el Intermezzo de Cavalleria Rusticana. Al frente estaba Aarón Zapico, clavecinista, director y voz mayor en la música antigua en España que repetirá este domingo con un concierto especial de música sacra con su propia formación, Forma Antiqva. No es el único “milhojas” cultural que la Fundación factura en la cadena de montaje de este complejo de industria cultural efímero. El viernes por la noche el dúo de pop aterciopelado Elle Belga recreó el mundo Scorsese con composiciones propias y emoción en la garganta y ayer la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) interpretó en directo la banda sonora de Taxi Driver en el Teatro de la Laboral, en Gijón.
Los Premios Princesa de Asturias hace ya tiempo que no se limitan al pase de modelos y alfombra del teatro Campoamor y el puñado de discursos de los premiados. Lo que en el año 1996 era el Aula Príncipe fue creciendo con los años y ahora está a punto de desbordar. El cine, desde el premio a Haneke en 2013, permitió los ciclos. La programación Toma la palabra involucra, también, en los últimos años, a colegios de toda Asturias en actividades en torno a los trabajos de los premiados.
Habitación de 'Taxi Driver' en la Fábrica de Scorsese, en la antigua frábrica de amas de Oviedo. Paco Paredes
“Con los Premios reconocemos modelos para nuestra sociedad, nuestro afán es empapar a toda la ciudadanía con estos referentes, pero no cabe todo el mundo en las 1.313 butacas del teatro Campoamor, la Semana de los Premios nos sirve para acercar nuestros premiados a todos”, reflexiona Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias. De la fuerza de ida y vuelta de esta programación cultural, cuenta, dan fe los encuentros con los clubes de lectura con los premiados en Letras. Cada año llegan por centenares desde todos los puntos de la región, en autobuses, para encontrarse con los autores en el Palacio de Congresos de Oviedo. El año pasado, relata Sanjurjo, el poeta polaco Zagajewski le acompañó hacia el estrado y al ver el auditorio abarrotado le preguntó al oído: “¿Pero toda esta gente ha venido a verme a mí?”. “No son gente, señor Zagajewski, son lectores”.
Tiene la Fundación Princesa este potencial de poner en marcha una revolución cultural en Asturias alrededor de los premiados y muchos demandan, como sucede con la rama musical de la Fundación, que haya seguimiento a lo largo de todo el año. Los recursos económicos, el tiempo de trabajo o la presencia de premiados impiden de momento a la Fundación tener abierta la factoría todo el año, pero Teresa Sanjurjo admite que “le encanta” que la gente pida más.
De momento, la Fábrica Scorsese de La Vega ha puesto a trabajar a unas doscientas personas y se espera que su treintena de actividades concentren a unas 9.000. Estos días, todo el mundillo cultural local, y parte del nacional, se afana allí en atornillar el programa: desde comisarios de ciclos municipales de cine a cantautores de largo recorrido, directores con Goya, críticos musicales, periodistas, editores de mapas literarios, lightpainters, diseñadores, escenógrafos y una legión de músicos. Una auténtica cadena de montaje de ilusionismo cultural y regeneración urbana a través del arte.
La Vega, monasterio, fábrica y cementerio
La fábrica de armas de La Vega fue convento benedictino en el siglo XII, al lado del templo prerrománico de San Julián de Los Prados, hoy Patrimonio de la Humanidad, y muy cerca de donde se supone que estaba el conjunto palatino de Alfonso II, el monarca que fijó la capital del reino de Asturias en Oviedo. A mediados del siglo XIX, el temor a los franceses obligó a alejar las fábricas de armas de la frontera y la desamortización expulsó a las monjas de su parcela. Desde entonces y hasta 2012 ha formado obreros y fabricado cañones y fusiles. Cuando General Dymanics abandonó el recinto con la promesa, luego incumplida, de mantener a todo el personal en la otra fábrica de armas de Asturias, en Trubia, a 15 kilómetros, la inmensa superficie de La Vega, sus naves de ladrillo rojo, su portada románica de la primitiva iglesia o su claustro barroco aún en pie, quedaron detenidos en el tiempo. El Ayuntamiento de Oviedo ha intentado desde entonces que Defensa ceda el conjunto a la ciudad. Hay un protocolo en marcha y muchas dudas. En paralelo, la fábrica se abrió por primera vez a la actividad cultural en la Noche Blanca de 2014, para acoger una acción del artista Tadanori Yamaguchi y un directo de música electrónica con visuales de Óscar Mulero y el colectivo Fium. Desde entonces, Defensa ha permitido que se abra puntualmente para acoger este tipo de actividades. Hasta el director Sergio Sánchez ha podido utilizar algunas de sus naves para recrear un pueblo norteamericano en El Secreto de Marrowbone.