Paul Weller: cómo seguir siendo ‘mod’ a los 60 (y con ocho hijos)
Paul Weller (Sheerwater, Reino Unido, 1958) está en su estudio de grabación en la campiña inglesa. Dentro hay gruesas alfombras persas y vigas de madera oscura. Fuera, campo abierto y un silencio roto únicamente por el trino de los pájaros. “A veces vengo aquí y me paso horas componiendo”, reflexiona Weller, aún con el mismo corte de pelo mod, alisado y ahora plateado, que lucía en su etapa punk. “Es un entorno magnífico para trabajar”.
¿Estamos ante el mismo Weller que desde The Jam animaba a derribar el establishment? ¿El que en los ochenta le soltó una arenga a Margaret Thatcher y que protestaba contra sus políticas nucleares en Going underground? ¿El hombre que en Town called Malice decía: “Será mejor que dejes de soñar con una vida tranquila porque nunca la conoceremos”? ¿Es posible que al final haya renunciado a su propio consejo? “No, eso no va a ocurrir nunca”, dice riéndose.
“Vivo en Londres. Tengo muchos, muchos hijos [el octavo, una niña llamada Nova, nació el año pasado]. Nunca hay tranquilidad total en casa”, dice. Cierto. Mientras entrevisto a Weller, el estudio es un hervidero. “¿Que si llevo una vida de rock and roll? No. Ya he pasado por eso, no me interesa demasiado”. Weller dejó el alcohol tras recibir el ultimátum de su esposa: o ella o la bebida. “Ahora soy un tipo aburrido”, dice riéndose.
"He tocado muchos estilos musicales porque me gusta sorprenderme a mí mismo. ¿Que si mi música es alborotadora? No. No estoy aquí para alborotar nada, más bien todo lo contrario. Preferiría transmitir amor”
Creció en Woking, en las afueras de Londres. Ahí es donde se encuentra el Black Barn Studio, que construyó él mismo, y ahí es donde formó The Jam en 1972. Tras diez años de números uno y cuando se encontraban en la cumbre, dejó perplejos a sus seguidores y al resto de los miembros del grupo cuando disolvió el trío para fundar The Style Council con el teclista Mick Talbot (Londres, Reino Unido, 1958).
Cuando su popularidad comenzó a menguar, allá por 1990, su sello les dejó de repente en la estacada y fundó el suyo propio. Desde entonces, no ha hecho casi nada mal. El New Musical Express describió al vigoroso músico como “un caso de estudio sobre cómo envejecer con gracia”. Y ahora está en racha. “Los últimos diez años han sido bastante creativos”, afirma. “He escrito muchas canciones y producido bastantes discos, pero no son momentos que puedas predecir: suceden y punto”. Fiel a su costumbre, True meanings, su último lanzamiento, supone una nueva metamorfosis, un disco acústico de aires folk en el que colaboran músicos como Lucy Rose y Connor O’Brien, miembro de Villages, y en el que Noel Gallagher toca los teclados en tres temas.
Y reflexiona: “He tocado muchos estilos musicales porque me gusta sorprenderme a mí mismo. Me viene de haber sido un fan absoluto de los Beatles cuando era pequeño. Me encantaba no saber a qué iba a sonar su siguiente disco. No es que me esté comparando con ellos, pero me gusta sentir que las cosas cambian. Siempre hay que intentar mejorar lo que haces”.
“Creo que este disco es más reflexivo”, medita Weller. “Será porque he cumplido ya los 60 y siento que tengo que comprimir mucho. Pero nunca pienso en el significado de las canciones cuando las compongo; a veces pasan años antes de darme cuenta de qué trata un disco realmente”. Los últimos temas suenan a una despedida de tintes épicos y mucha cuerda. “Caballos blancos me llevan a casa”, canta a medida que el disco va llegando a su fin. Le pregunto si está cansado de que los periodistas le pregunten hasta cuándo va a seguir produciendo discos. “¿Me estás diciendo que este es mi canto del cisne?”, pregunta riéndose. “Espero que no sea mi último disco, pero nunca se sabe. No tengo otra ambición en la vida que seguir haciendo música”.
La situación en Reino Unido es bastante similar a cuando Weller comenzó a grabar discos iracundos con The Jam. “¿Que si mi música es alborotadora? No. No estoy aquí para alborotar nada, más bien todo lo contrario. Antes preferiría transmitir amor al mundo con mi música”. Con el Brexit y con otro gobierno Tory, ¿está el Reino Unido echándose a perder? De repente, se emociona. “No, no, hay mucho talento por aquí, no sabría por dónde empezar. Ahí tienes el grime. Me encantan Stormzy, J Hus y Dave. Londres tiene una de las mejores escenas musicales del mundo. ¿Podría hacer un disco de grime algún día?”. Y ríe, mientras sus ojos azules destellan un “quién sabe”.
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