“Ojalá cada barrio tuviera su propio coro y orquesta”
La pasión por la música de Adriana Tanus (Buenos Aires, 48 años) nació incluso antes de lo que ella recuerda. “Desde que era un bebé me acunaron con música de Bach”, asegura la directora de coro y orquesta sinfónica. Aunque comenzó su trayectoria musical haciendo la carrera de violonchelo en el conservatorio, pronto se dio cuenta de que lo que más le atraía era llevar la batuta. Tras dirigir orquestas y coros alrededor del mundo, hace diez años fundó la Orquesta Juvenil Europea de Madrid (OJEM), una formación musical de carácter integrador que acoge a jóvenes entre 10 y 25 años.
¿Qué diferencias notó al pasar de dirigir a profesionales a hacerlo con jóvenes?
Son dinámicas muy diferentes. Con los jóvenes estás semana a semana trabajando a partir del afecto, del reto personal y de la superación porque les conoces. Con una orquesta profesional tienes que sacar un rendimiento de un núcleo humano que ya está formado y que no llegas a conocer individualmente para sacar de cada uno a nivel personal su propia reto.
Un coro para padres e hijos
Tanus dirige también el coro Distrito Salamanca, en el que padres e hijos se juntan para cantar. Además, lleva el proceso de selección de la Orquesta de los Liceos Franceses del Mundo, agrupación de 70 músicos que contará con jóvenes de cinco continentes. “Solo falta que se presenten de Australia, pero llegarán”
¿Cómo fueron los inicios de la joven orquesta y coro?
Surgió de forma natural hace ya diez años en el Liceo Francés de Madrid. En un momento dado, nos fusionamos con la orquesta de la Escuela Alemana de Madrid. Y ahí nos lanzamos a incluir más nacionalidades. Hablamos con el British Council y la Escuela Italiana. Luego el boca a boca ha ido haciendo que todo el mundo se integre en un proyecto europeísta.
No habrá muchos casos similares...
Es algo único. Abierta a todo el mundo, a muchos niveles y edades. Pero la grandeza es que el jovencito que llega al nivel técnico del más avanzado igual no toca todas las notas de un compás, pero tocará una nota y esa será exactamente en su sitio. Todo el que tenga pasión por la música puede entrar. No exigimos un nivel, exigimos un nivel de compromiso y de exigencia acorde a cada nivel. Que cada uno dé el máximo de su nivel.
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¿Ha superado sus expectivas iniciales?
¡Imagínate! Antes cabíamos en un aula muy pequeña y desde hace cinco años solo podemos hacer nuestros conciertos en el Auditorio Nacional, donde actuamos al menos dos veces cada año. Empezamos siendo ocho y ahora somos 170, sumando orquesta y el coro. Es como una cantera de músicos en Madrid con visos de profesionalizarse.
Habrá tenido que delegar...
Al principio empecé sola completamente, imprimiendo partituras, escribiendo a los músicos… Hoy somos tantos que eso ya es imposible. Hay una persona que se ocupa del coro, otro de la orquesta, otros de buscar subvenciones, de partituras...
Y todo en un entorno como Madrid.
Madrid es una ciudad muy rica en oferta cultural, tanto como cualquier capital europea. Y es un gran entorno para un creador. Desde los ocho años estoy aquí, llevo unos cuarenta años y no la cambiaría por otra ciudad. Pero podría y debería haber más tradición coral y de orquesta. Por ejemplo en País Vasco o Cataluña tienen más tradición, las canteras de coros están a la orden del día, O las bandas en Valencia. Allí, cada pueblo, por pequeño que sea, tiene su banda.
¿Cómo se podría desarrollar este tejido?
Se ha empezado a trabajar y se va por muy buen camino. Las ganas y los medios cada vez son mayores. Eso es para mi una gran prueba de la madurez emocional de la ciudad. Que cada barrio tenga sus propios coros u orquestas es algo que debería ocurrir, porque son unos elementos de unidad absoluta y un reflejo de la sociedad. Estás juntando a gente de condiciones culturales, sociales y económicas diferentes, pero todas unidas por un objetivo común.
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