Meditación: destacan la importancia de integrar nuestras "partes difíciles" para poder avanzar
Uno de los problemas que manifiestan las personas que aprenden mindfulness, al tiempo que comienzan a realizar cambios significativos en sus vidas, es que arrastran, por momentos, los condicionamientos y dificultades que están fuertemente arraigados en sus vidas.
Por ejemplo, una persona que inició mindfulness para controlar su impulsividad y poder comer con más conciencia o relacionarse más funcionalmente con otras personas, puede darse un día un atracón o mandar al diablo a un ser querido sin más. En ese momento, puede sentir también que su aprendizaje, que su camino, fue en vano y que está nuevamente en el punto de inicio.
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Nada más peligroso en nuestro aprendizaje, en la búsqueda de un cambio, que eso, que creer que los cambios se dan linealmente, sin más y que aquellas partes nuestras más oscuras (o también llamados puntos ciegos) desaparecerán un día para dar lugar a nuestros aspectos más luminosos que nos llenan de satisfacción.
Estados versus rasgos
Para comprender este fenómeno podemos pensar en términos psicológicos, diferenciando lo que son estados y rasgos. Como el término lo indica, un estado es una condición momentánea y con ciertas características en la mente de una persona. El estado, pues es una característica transitoria, pasajera, que se da en un momento determinado y, por tanto, resulta fugaz, temporal, efímero.
El cambio, una cinta de Moebius.
El rasgo, por el contrario, es la propensión a exhibir un comportamiento consistente, similar, ante las circunstancias más variadas de la vida. Dicho de otro modo, constituye una disposición latente para comportarse de una manera parecida. Esta diferenciación se utiliza mucho por ejemplo en la ansiedad. Una persona puede estar atravesando una situación vital que la pone en un estado ansioso, con síntomas propios de tal condición, o puede tener un rasgo ansioso marcado que la hace comportarse típicamente de esta manera (anticipando, controlando, exhibiendo lo que una persona ansiosa hace como conducta habitualmente). En el primer caso entonces una práctica como el mindfulness puede ser incorporada más fácilmente que en el segundo, o al menos pueden verse sus efectos de manera más contundente.
Llevando este ejemplo a las emociones, diremos que una cosa es un estado emocional y otra una disposición afectiva. La primera es momentánea, transitoria, y la segunda es la tendencia constante del organismo, y si bien puede no manifestarse en un momento determinado, tarde o temprano reaparecerá.
*Martín Reynoso es psicólogo, coordinador de Mindfulness en INECO y autor de "Mindfulness, la meditación científica".
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