Maxi Comba, el gauchito que amargó a Boca en La Plata

Maxi Comba, el gauchito que amargó a Boca en La Plata

Maxi Comba se escondía para no jugar al fútbol: quería ser un gaucho. (Twitter)

29/10/2018 - 18:54

Clarin.comDeportesFútbolGimnasia y Esgrima La Plata

LA PLATA (Corresponsal). La increíble historia del chico Maxi Comba explotó en las redes sociales en el mismo momento en que su atropellada goleadora también explotó en el Bosque, “arco de la facultad de veterinaria”, cantaron los relatores, con el tanto ganador a Boca el sábado último. Iban 3 minutos de la parte complementaria. Eran las 18.20 de la tarde. Gol de Comba. Gimnasia 2, Boca 1.

Su habilidad para estar donde debía, su sentido del posicionamiento, el vistazo y su innata destreza para tocar la pelota a la red picando hacia el vacío de marca entre Paolo Goltz y Leo Balerdi no fueron una reacción espontánea nueva para él.

Porque, y así lo demuestra un breve video desconocido hasta ayer, con la misma repentización se lo observa poco tiempo atrás soltando el lazo en un rodeo campestre allá en Córdoba, donde nació hace 24 años.

Esa práctica se llama pialar, es decir enlazar al animal en sus patas delanteras lo que provoca su caída y la inmediata captura en el corral. En esa imagen se lo ve rodeado de amigos gauchitos, igual que él, que lo alientan a soltar la soga en el momento justo.

Su nombre ayer estuvo al tope en el listado de Google ni bien uno escribe la palabra “Maximiliano…” Si le hubiera hecho el mismo gol a cualquier otro equipo que no fuera Boca esta historia no pasaría de un par de párrafos meramente anecdóticos.

En el programa “La Revolución” del portal platense 221-Radio, Maxi Comba contó que “era medio vago para entrenar, me escondía cuando me venían a buscar para llevarme a jugar al fútbol porque era un pibe de campo que trabajaba duro con mis hermanos para ayudar a mi mamá, que prácticamente sola había levantado la casa allá, en La Cautiva”.

Maxi todavía mira los grabadores de los periodistas con cierta desconfianza. Lógico: si allá en el campo, cuando se levantaba a las 6 de la mañana y, siesta mediante, se acostaba a las 8 de la noche y pialaba un ternero o domaba un potro nadie lo buscaba para instalarlo en el picadero de la fama. Tampoco cuando por fin aceptó dejar el campo gracias a los concejos de su detector de talentos, Leo Ruffinengo, (“Verlo jugar era disfrutar con sus gambetas increíbles”, enfatiza) y comenzó su carrera en San Martín de Vicuña Mackenna que prontamente se extendió a Estudiantes de Rio Cuarto. Allí jugó el Torneo Federal C en 2016 donde marcó 8 goles en 33 partidos. Y hasta se dio el lujo de participar en el partido de despedida de su ídolo, Pablo Aimar.

“Cuando escuché el griterío y todos mis compañeros me fueron a abrazar se me cruzaron mil recuerdos por la cabeza. Sabía que todos en mi familia y mis amigos estaban pendientes de ese partido, y para todos ellos fue ese regalo por el gran cariño que existe entre nosotros”, rememoró.

Y hay más: ”Esta satisfacción no tiene el sentido de una revancha porque recién estoy dando mis primeros pasos en el fútbol profesional. Mi debut ante San Martín de Tucumán no había sido el mejor pero trabajé en silencio, sin bajar nunca los brazos y ahora me toca disfrutar este momento siempre con los pies sobre la tierra porque todavía falta mucho”

La historia del gauchito cordobés que se escondía cuando iban a buscarlo para jugar a la pelota hasta que una soñada tarde saltó a la fama por su memorable partido, con gol incluido nada menos que ante Boca, termina aquí. ¿O comienza aquí?

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