Los gitanos claman contra su discriminación en el flamenco

Los gitanos claman contra su discriminación en el flamenco

La historia del flamenco no está del todo definida ya que existen varias teorías en torno a su invención. Flamencólogos, historiadores, artistas y aficionados aún siguen discutiendo sobre su origen: gitano, andaluz, árabe, africano o todas las cosas a la vez. Pero la pregunta que se plantean los protagonistas de este reportaje no es a quién pertenece este arte sino por qué los gitanos siguen sin ser autoridad cuando se habla de flamenco.

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La filóloga Araceli Cañadas imparte, en la Universidad de Alcalá de Henares, la única asignatura del sistema universitario español que estudia la historia de los gitanos en este país. Cañadas asocia la creación del flamenco con La Gran Redada de 1749. Felipe V dictó pena de muerte a aquellos gitanos que fueran sorprendidos fuera de su vecindario. “Para metabolizar el miedo y el dolor, los gitanos se expresaron a través del flamenco”, resume la filóloga. El sociólogo José Heredia apunta a que las primeras letras flamencas hablan de las minas, la prisión, las galeras, los barcos, que eran trabajos desempeñados por gitanos.

Para María José Llergo ese dolor sigue presente en la comunidad. “Cuando te dicen no soy racista, pero voy como un gitano, están reforzando un estereotipo”. Y no solo el dolor. “El sentimiento de impotencia ante el privilegio es universal y por eso el flamenco se siente tan cercano”, dice Cañadas. Y esa marginación sufrida por el pueblo gitano durante generaciones es clave para entender la transmisión de este arte de padres a hijos. Para la cantante, la lucha de los gitanos contra la opresión es similar a la de los afroamericanos que se convirtieron en los padres del jazz, del soul o del blues. “Ha sido un pueblo que ha luchado toda su historia por permanecer y lo celebran cantando y bailando”.

Y ese baile y ese cante tiene un patrón común que lo identifica mucho más que unos pendientes de coral, un mantón o unos volantes. Ricardo Pachón golpea con los nudillos en la mesa de su patio en el barrio sevillano de Nervión. Es el compás de 12 tiempos que tuvo que aprenderse de memoria para ser aceptado entre los círculos más selectos del flamenco. “Más que un símbolo identitario del flamenco, es una amenaza”, explica entre risas. Y cuenta que para un gaché –una persona no gitana– como él es difícil aprender el compás, porque el compás se vive. Y no solo era complicado para él. Cuando en 1989 viajó a Londres junto a Camarón para que cantara con la Royal Philharmonic Orchestra, los cuarenta músicos allí presentes tuvieron problemas para adaptarse al compás. “Es muy difícil escribir el flamenco en una partitura ya que tanto el cantante como el acompañante bordean los tiempos aunque siempre, siempre vuelven al doce por ocho”, resume Pachón.

Es una transmisión familiar que se da en las casas cantaoras gitanas y que se aprende desde el vientre materno, explica Heredia. Por eso el vínculo es tan fuerte. Y no solo importa el lenguaje del compás, sino que las palabras son fundamentales en esa construcción de la identidad del flamenco. “Rosalía usa la palabra undevel que significa Dios en caló [lengua que mezcla el romanó con el español]”, dice el sociólogo con un punto de indignación. Y añade: “Es una palabra por cuyo uso los gitanos hemos estado perseguidos quinientos años”.

El uso tanto comercial como político de los símbolos identitarios del flamenco se ha dado en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, según explica Cañadas. “Durante el franquismo se promocionaba la imagen de la España cañí, es decir, la España gitana”, dice la filóloga. Y actualmente, el Estatuto de autonomía andaluz especifica que el gobierno autonómico tiene la competencia exclusiva en materia de flamenco. “La Junta de Andalucía ha adoptado el flamenco como un marcador identitario andaluz y en este proceso se ha olvidado de la aportación de los gitanos”, explica el sociólogo Heredia.

No todo puede ser flamenco, aunque sí el flamenco puede influenciarlo todo. Esta tesis la defiende con convicción Ricardo Pachón. Aunque admite que la clasificación debería ser un consenso entre artistas, administraciones y peñas –con la presencia de voces de autoridad gitana–, tiene claro el esquema. “El flamenco son los estilos compuestos en un ritmo alterno de 12 tiempos que combina compases binarios y ternarios: tonás, martinetes, seguiriyas, livianas, coridas, soleares, cantiñas, bulerías”. Y señala que los portales de música en streaming como Spotify o Apple Music no se han atrevido a distinguir el flamenco tradicional del nuevo flamenco, flamenco-pop, flamenco-rock y un sinfín de combinaciones posibles. Araceli Cañadas, redondea su argumento citando y adaptando la famosa cita del escritor, poeta y activista estadounidense James Baldwin que decía I am not your negro para concluir: “Nosotros no somos vuestros gitanos”.

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