"La Trêve": un thriller asfixiante, pasado de rosca
Yoann Peeters. El inspector que compone el actor Yoann Blanc es el eje alrededor del cual gira la trama. El condimento clave: lo psicológico.
Pablo Raimondi
Comentarios
Series De TVSpotLa misteriosa muerte de un joven inmigrante africano, al que hallan ahogado en un río de Heiderfeld, un pequeño y olvidado pueblo ubicado en la región de las Ardenas belgas. Ese es el disparador de La Trêve (La Tregua), una serie con ribetes asfixiantes que, desde el vamos, muestra unos planos aéreos de selva negra y colinas, lo que bosqueja el difícil entramado desde el cual se ramificará este thriller psicológico que tiene como eje al inspector Yoann Peeters (Yoann Blanc).
Con condimentos de las series nórdicas (como la danesa Forbrydelser), esta ficción de 2016 -con segunda temporada en camino- continúa la avalancha de proyecciones belgas, caso Tabula Rasa, Als de Dijken Breken, el thriller Coppers y los policiales 13 Geboden y De Infiltrant, entre otros ejemplos actuales. El combo “género policial + experiencia traumática” es el que se impone y La Trêve los aglutina, pero sin ser fruto de la originalidad. Es más, peca de ansiosa.
Lo que se ve en pantalla es como comer casi sin masticar: la serie devora gran parte de los recursos para sorprender al espectador. Se sabe que lo que parece un suicidio -de Driss Assani, un prometedor defensor de fútbol local- es en realidad un asesinato y que los primeros imputados por el crimen no son tan reales ni malos como parecen. Y así.
Un aspecto importante de la serie es el tratamiento del sueño (en su mayoría pesadillas) y el uso de flashbacks, en el cual Peeters atraviesa una rigurosa sesión psicológica para comprender cómo llegó a estar cubierto de sangre y con un arma en sus manos. Un misterio.
La Trêve enhebra un trepidante collar de situaciones, sofocando la trama de la serie con perlas de corrupción política, tensión racial y xenofobia (hay alusiones al nazismo), estafa, uso (y abuso) de drogas, el suicidio y -quizás lo más enriquecedor del argumento- la mezquindad de un pueblo que, a pesar de desentrañar secretos, prefiere recostarse en su mediocre apatía a través de oscuros personajes. O acaso, ¿qué tipo de autoridad política revelaría el precio para realizar una autopsia y buscaría rechazarlo ante una supuesta falta de fondos? ¿O cómo cuajaría en el guión, la negociación para construir una gigantesca represa en Heiderfeld? Parece forzado.
Esta serie es un verdadero dique de contención que soporta las miserias de los habitantes de un pueblo, en el cual, todos son sospechosos. “A nadie le importaba el chico”, dicen en referencia al muerto, mientras el escéptico y perseverante Peeters buscará derribar la teoría de que el joven se arrojó, voluntariamente, al vacío desde el “puente de los suicidios”.
La etérea banda de sonido, con el manejo de agudos sintetizadores matizado con cuerdas graves, genera el clima deseado para adentrarse en sórdidas ambientaciones. Como el abandonado espacio ritualístico de un desvariado mental, el típico primer “perejil” en este tipo de casos. Cuadros y figuras de vírgenes, cabezas de muñecas con alfileres y armas antiguas son más inquietantes que los planos quirúrgicos del cadaver de Assani.
CRÍTICA
Calificación: Buena
Suspenso, thriller, drama Con: Yoann Blanc, Guillaume Kerbush, Anne Coesens y Jasmina Douieb Creación: Stéphane Bergmans Origen: Bélgica Emisión: Netflix (10 capítulos de 52 minutos cada uno).
Te puede interesar