La ópera de Bernarda Alba, oficio y modestia
Miquel Ortega es un músico de teatro, se ha curtido en tablas como este Teatro de la Zarzuela que acoge su gran proyecto, una ópera sobre La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Una ópera que le ha rondado durante décadas. Se estrenó en la ciudad de Brasov, Rumanía, en 2007 y, dos años después, en los festivales de Santander y Perelada. Ahora recupera la versión de cámara que fue su primera intención.
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Su excelente oficio le protege de bastantes riesgos, trata admirablemente las voces, su relación con el texto está por encima de lo habitual en experiencias líricas en español y tiene un aseo instrumental que permite que el extraordinario texto lorquiano llegue intacto al espectador. En este sentido, la ópera mantiene toda la fuerza del drama original, que no es poco.
Pero Ortega se queda a medio camino a la hora de desarrollar cualquier fantasía musical, y máxime teniendo en cuenta que defiende ardorosamente el uso de la tonalidad “para evitar la muerte de la ópera y el distanciamiento con el público”, piadosas intenciones que hubieran precisado un fervor pucciniano que él dice admirar pero que apenas lo convoca. Y es que con Lorca hay que ir a muerte y esta música resulta, por momentos, inespecífica, como una suerte de música incidental de calidad. Pero, como decía antes, Ortega es honrado y deja la obra de Lorca casi intacta, lo que deja al espectáculo resultante tan vivo como sale Pepe el Romano de sus correrías en esta casa de mujeres.
FICHA TÉCNICA
La casa de Bernarda Alba. Música de Miguel Ortega, libreto de Julio Ramos. Reparto: Nancy Fabiola Herrera, Carmen Romeu, Luis Cansino, Marifé Nogales, Belén Elvira, Berna Perles, Milagros Martín, Julieta Serrano. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Director musical, Miquel Ortega. Dirección de escena, Bárbara Lluch. Escenografía, Ezio Frigerio. Vestuario, Franca Squarciapino. Iluminación, Vinicio Cheli. Teatro de la Zarzuela. Del 10 al 22 de noviembre.
El trabajo del libretista, Julio Ramos, fallecido antes de la conclusión de la ópera, es adecuado, ajusta los tamaños y respeta al máximo la vibrante poesía del gran granadino.
En el detalle del tratamiento de los personajes hay aciertos notables, como esa criada, Poncia, encarnada por un hombre, excelente Luis Cansino, o la abuela María Josefa, aquí personaje hablado, magistralmente interpretada por Julieta Serrano.
El reparto es excelente, y destacan, aunque solo sea por el protagonismo de sus roles, la Bernarda de Nancy Fabiola Herrera y la Adela de Carmen Romeu. En realidad, la calidad de la interpretación es alta y muy homogénea. La obra, sin duda, arrastra con su intensidad a un grupo entregado a un texto asfixiante pero preñado de chispazos líricos.
El propio compositor, Miquel Ortega dirige al citado conjunto de cámara y extrae del grupo de músicos los mejores brillos de la partitura. La dirección de escena de Bárbara Lluch (última representante por ahora de la dinastía Espert), es sobria y eficaz, las mujeres se mueven por un gran patio rural coronado por una estructura de corrala que plasma bien esa especie de colmena que es la casa de Bernarda, y su visualidad es muy adecuada para los registros del Teatro de la Zarzuela. Ezio Frigerio, escenografía, y Franca Squarciapino, vestuario, pintan escena y trajes con un casi imprescindible blanco y negro, como obliga la histórica indicación de García Lorca, cuando decía que los tres actos “tienen la intención de un documental fotográfico”.