La madurez y vigencia de Nils Petter Molvaer

La madurez y vigencia de Nils Petter Molvaer

Han pasado 20 años desde que Nils Petter Molvaer publicase Khmer, un álbum fundacional que le situó a nivel internacional como la avanzadilla de la fusión entre jazz y música electrónica que tarde o temprano tenía que llegar. El trompetista ya era un nombre referencial en la escena noruega desde su debut en 1983 con el grupo Masqualero, pero fue a finales del pasado siglo cuando sentó las bases de la música por la que, indudablemente, pasará a la historia del jazz europeo.

Hoy, Molvaer es un músico veterano que, sin mostrar una gran evolución, se niega a estancarse. Así lo demostró ayer, miércoles, en su actuación en el Festival Internacional de Jazz de Madrid, en la que se presentó con un grupo nuevo y una propuesta que, lejos de sonar rupturista, resultó, sin embargo, una auténtica bocanada de aire fresco.

Un buen número de las constantes de la música de Molvaer desde aquel Khmer se mantienen. Uno diría que el tiempo no ha pasado por el trompetista, que como instrumentista toca más o menos lo mismo que entonces, con el mismo sonido, el mismo talante y su misma devoción por referentes como Jon Hassell o Miles Davis. Su trompeta se apoya tanto en estas constantes como en su expresivo uso de los efectos electrónicos, pronunciadas reverbs y moduladores de sonido que son ya parte de su identidad. Sin embargo, su habilidad para situarse en el contexto del grupo, dejando que sea este el verdadero vehículo para su música, hizo que su concierto en Madrid fuese, al mismo tiempo, una personal muestra de su imaginario clásico y una propuesta excitante y contemporánea que aglutina elementos de ambient, post-rock, banda sonora y, sí, también jazz.

El liderazgo del trompetista no quedó en entredicho, pero la música se alzó en todo momento como un esfuerzo colectivo y muy meditado, apuntalando la vigencia del Molvaer del siglo XXI a base de un ejercicio de orfebrería grupal, delicado en algunos momentos, contundente en otros. La nueva formación juega, por lo tanto, un papel decisivo, empezando por Johan Lindstrøm, polifacético especialista de la steel guitar, curtido en diferentes géneros y miembro de los Tonbruket de Dan Berglund, que protagonizó algunos de los mejores momentos del concierto, tanto con la pedal steel como con la guitarra eléctrica.

Junto al bajista y guitarrista Jo Berger Myhre, al batería y percusionista Erland Dahlen (fiel acompañante de Molvaer desde la disolución de la banda de rock Madrugada, en la que militó a mediados de la pasada década) y al técnico de sonido del grupo, tan importante aquí como un músico más, Lindstrøm y Molvaer forman una unidad que suena terriblemente orgánica, haciendo del contexto virtud esencial de la música que practican. Así, el renovado grupo de Nils Petter Molvaer mantuvo al público del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa en vilo a lo largo de todo el recital, con una música que, sonando como siempre en cierto modo, también sonó como nunca.

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