Javiera Mena: “Conozco hombres heterosexuales que me escuchan en secreto, como un placer culpable”
El repertorio de temas que manejan las letras de Javiera Mena (Santiago de Chile, 1983) podrían componer la escaleta de un podcast para amantes del misterio: escaleras infinitas, viajes astrales, piedras mágicas, espejos, oráculos y océanos interiores por los que el alma navega como en una parábola mística. “Siempre me ha interesado la mitología, lo esotérico y lo metafísico. Lo que pasa es que no se utiliza tanto en el pop como en otro tipo de música”, explica en Madrid.
Mena presenta Espejo, su quinto álbum pero el primero con una gran discográfica, Sony. Y asegura que la diferencia de escala se nota en la promoción y el respaldo, pero no en la producción, que ha sido tan personal y meticulosa como ya era en aquel Esquemas juveniles con que rompió el hielo en 2006. Javiera es un animal de estudio, y sus canciones de pop electrónico con atmósferas oníricas y letras en español se mueven entre el orgullo millennial y la nostalgia de una época en que los éxitos no se medían en visualizaciones de Youtube, sino en discos vendidos y actuaciones en televisión. A eso remitía su primer rompepistas, una versión del Yo no te pido la luna de Daniela Romo.
"La homofobia está mal vista y sucede a puerta cerrada, pero sé que hay agencias que me han descartado diciendo ‘no queremos lesbianas"
¿Nostalgia ochentera o distancia irónica? “Nunca ocupo la distancia irónica para trabajar”, responde. Por el contrario, se siente cómoda en la dualidad, que es algo bastante metafísico. “Me siento parte de la última generación que se aburrió, una bisagra entre la generación X y los millennial”, explica. “Tuve Internet en 1996, pero guardo recuerdos de niña sin hacer nada. Por eso creo que debo hablar de los dos mundos. Y también alertar sobre el retroceso cognitivo que produce la hiperconectividad, agarrar un mapa y no saber dónde estás porque ya no tienes memoria”. Sin embargo, tampoco demoniza la tecnología. “A mí, Internet me ha motorizado. No hubiera podido empezar a hacer música sin el software que me descargaba, ni difundirla sin Myspace”.
Para producir su anterior álbum, Otra era (2014), Mena se sirvió del crowdfunding –mecanismo colaborativo de financiación de proyectos– y también de un equipo mayoritariamente femenino, un gesto muy elocuente en un momento en que el debate sobre el nuevo feminismo comenzaba a cobrar fuerza. “Quería mostrarme como una mujer con voz y capacidad de dirección”, recuerda. “En el pop la mujer suele estar endiosada, pero no tiene el liderazgo, y yo quería reivindicar eso: una mujer que escribe, que maneja la música electrónica sin necesidad de un hombre al frente de la producción”.
"Me siento parte de la última generación que se aburrió, una bisagra entre la generación X y los 'millennial'. Tuve Internet en 1996, pero guardo recuerdos de niña sin hacer nada. Por eso creo que debo hablar de los dos mundos"
En ese sentido, Mena tiene más que ver con la euforia millennial de Grimes (cuyo Art angels, de 2015, también prescindía deliberadamente de hombres en la producción) que con el reguetón y el rock que reinan sin competencia en la industria musical latinoamericana. “Siento que en Latinoamérica se me ha etiquetado y no tomado en serio por hacer electrónica bailable”, afirma. “Conozco hombres heterosexuales que me dicen que me escuchan en secreto, como un placer culpable. Mi estética procede del dance, que en Chile nunca se ha tomado muy en serio porque se considera música superficial, de maricones”.
En 2016, su actuación en Viña del Mar fue calificada por la prensa como “demasiado vanguardista” para el público del festival, que reaccionó con cierta frialdad. “Actué entre dos reguetoneros, que es música de machos, y a la gente le costó entregarse”, explica. “El festival me premió, pero no tuvo mucha repercusión porque al público le da reparo y no siempre se para a escuchar las canciones. Es algo difícil de entender en España, porque aquí vas a fiestas de pueblo, toca Fangoria y está lleno. Pero allí no”.
Le preguntamos si le ha complicado las cosas el hecho de hablar sin tapujos de su sexualidad. “La homofobia está mal vista y sucede a puerta cerrada, pero sé que hay agencias que me han descartado diciendo ‘no queremos lesbianas’. Y no tengo una experiencia directa para contarla, pero claro que se me han cerrado puertas por serlo. Si no se podía decir que eras lesbiana, ¿cómo no se iban a cerrar puertas?”. Sin embargo, ahora Mena está centrada en celebrar las que se le han abierto en 13 años de trayectoria “lentita y mantenida, lo contrario a ahora, cuando todas las carreras explotan”. Pura dualidad metafísica.
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