Hambre real versus hambre emocional
Más del 50% de las personas que buscan tratamientos para bajar de peso sufren de trastornos por atracón (binge eating disorder).
El hambre real es el hambre que viene de “la panza”, se da por falta de energía y cuyos síntomas van asociados a ardor de estómago y/o languidez. El hambre emocional, en cambio, es más mental. Es el hambre selectivo que va directamente asociado a la ansiedad, a la tristeza, a la frustración, a las emociones y es a través de la comida que se intenta calmar el estado de ánimo.
“Las personas con hambre emocional se caracterizan por ser ansiosas, trágicas, viven frustradas. Son quienes toman la comida como un medio de descarga. Evitan realizar cualquier terapia correspondiente a una patología psíquica y tapan el sentimiento con la comida”, le dice a Clarín Teresa Cóccaro, Nutricionista de INEBA.
Existen tres problemas asociados a comer por emociones: Calorías en exceso, se deja la huella (“como esa vez estaba triste, comí y se me pasó, la próxima vez haré lo mismo”) y no cambia nada: por más que se coma, no hay solución. “Al comer por emoción no nos permitimos sentir lo que nos pasa y no buscamos resolverlo. Cuando uno sabe que puede comer de todo en porciones normales, el deseo por la comida baja. A veces se suele pensar que la comida es adictiva. Y la comida no es adictiva, en general son las emociones lo que hace que uno quiera comer de más”, le explica a Clarín María Agustina Murcho, Nutricionista, autora del libro “Podemos comer de Todo”.
Más del 50% de las personas que buscan tratamientos para bajar de peso sufren de trastornos por atracón (binge eating disorder).
Muchas de estas personas intentan ser delgadas como sinónimo de felicidad, al precio, muchas veces, de practicar dietas muy bajas en calorías o realizar excesivo ejercicio. “La comida se usa como medio de descarga o tranquilidad emocional. A través de la comida se tapa la emoción y se intenta generar tranquilidad y calma ante el sentimiento perturbador. Lo que los individuos no comprenden es que si se usa la comida para tapar emociones se está tapando lo que en verdad pasa y nada cambiará”, dice Cóccaro.
Hay diferentes formas de manifestar el hambre emocional: Una de ellas son los atracones, donde se ingieren grandes cantidades de comida en un período muy corto de tiempo, a una velocidad rápida con sentimientos negativos. Además, existe el picoteo que se trata del consumo de pequeñas cantidades de alimentos entre comidas y el exceso de alimento en las comidas donde estas personas consumen porciones abundantes de comida, y/o repiten el plato, pero no picotean y no tienen atracones.
“En la era de las redes sociales las personas buscan dietas por Internet o piden dietas mediante grupos de Facebook donde se pasan consejos entre sus integrantes. Esto es sumamente peligroso porque lo que se recomienda son dietas muy bajas en calorías, polvos, pastillas, libros de dietas, etc. Es preocupante como en la actualidad no se pone a la salud como prioridad, sino a la estética. No importa si a raíz de todo esto podemos sufrir enfermedades renales, hepáticas, tiroideas, metabólicas, desmayos o lo que sea. Solo importa estar delgados sin medir las consecuencias”, advierte Murcho.
Más del 50% de las personas que buscan tratamientos para bajar de peso sufren de trastornos por atracón (binge eating disorder).
Para Murcho, las consecuencias de no verse como uno realmente es se evidencian en ejercer comportamientos de manera peligrosa con los alimentos, comenzar a hacer dietas, ayunos o tomar productos peligrosos. Pero en los casos más graves, explica, se pueden llegar a desarrollar trastornos alimentarios.
“Es fundamental tener en cuenta que el exceso de peso por hambre emocional jamás se va a ir con una dieta de hambre (en realidad nadie debería realizar este tipo de dietas), ya que el problema está en la mente y no en la comida. Esto debe tratarse siempre junto a un nutricionista, psicólogo y si es necesario, psiquiatra. El paciente no come por hambre o por “gula”, sino porque hay emociones negativas que los lleva a comer, por eso es necesario que tengan en cuenta que el nutricionista no debe darles una “dieta armada restrictiva”, sino que tiene que enseñarle a comer como a todos los pacientes”, concluye Murcho.