Gemma Nierga: “Cuixart ha encontrado una felicidad en la cárcel”

Gemma Nierga: “Cuixart ha encontrado una felicidad en la cárcel”

Doce horas repartidas en tres mañanas. Doce horas hablando a través de un interfono, siempre sentados en el mismo locutorio de la prisión de Lledoners, un cubículo de metacrilato transparente, separados por un cristal, transcribiendo con papel y bolígrafo, sin pausas. Jordi Cuixart, el presidente de Òmnium Cultural preso por supuesto delito de rebelión por, según la acusación, liderar la manifestación del 20 de septiembre de 2017 ante el Departamento de Economía de la Generalitatat, quería explicar quién es. Y quería que para ello le entrevistara Gemma Nierga. La periodista dudó. “Temía que me utilizaran como instrumento de su causa”, admite ahora, en una cafetería de Barcelona. El resultado es Tres días en la cárcel Plaza & Janés, el único libro de los líderes independentistas en prisión publicado en castellano, que saldrá a la venta la semana que viene.

Tres días en la cárcel es un retrato de Cuixart, un diálogo entre la periodista y el preso a lo largo de 200 páginas, rico en detalles de su vida y del paso por los centros penitenciarios de Soto del Real y Lledoner. Cuixart “ha encontrado una felicidad en la cárcel”, sostiene la autora. “Ha encontrado una nueva razón de vivir, una causa, defender la autodeterminación de su pueblo como sinónimo de democracia”.

Sin embargo, la periodista no ahorra las preguntas severas, sobre todo las que hacen referencia a los estragos causados por la carrera de la independencia unilateral. Una muestra de ello es cuando el libro reproduce una situación particularmente intensa a raíz de este diálogo:

“Gemma: Recuerdo un día que entrábamos en Barcelona en coche y había carteles de Junts pel Sí [coalición electoral independentista de 2015] que decían: ‘Quiero que mi abuela tenga una pensión digna’. Mis hijos me preguntaron: ‘Mamá, ¿de qué abuela hablan, de la de Córdoba o la de Sant Feliu?’. Y yo les tuve que decir: ‘Me temo que solo hablan de la abuela catalana’. Me hizo mucho daño que me preguntaran esto.

Jordi: Yo quiero pensiones dignas para las abuelas de Portugal. Y también para todas las abuelas del mundo.

Gemma: Jordi, hablar de las abuelas de Portugal es hacer trampa. ¿Tú sabes cuánta gente en Cataluña tiene familia en el resto del Estado?

Jordi: ¿Cuánta gente tiene abuela en Portugal? ¡Mucha gente!”.

Otro pasaje: cuando Cuixart argumenta que Cataluña está especialmente evolucionada para protagonizar una “revolución” social: “Hay una semilla en la sociedad catalana que permite hacer cambios que no se pueden hacer en el resto del Estado […]¿Por qué esto pasa en Barcelona y no en Madrid? Pues quizás porque Barcelona es más permeable hoy en día a los temas sociales y Madrid no lo es tanto”. Acto seguido, en un momento casi de contradicción, Cuixart recuerda que los movimientos del 15-M nacieron en Madrid.

Nierga interpela a Cuixart sobre estas contradicciones. Él dice renegar de banderas pese a todos los años en los que Òmnium ha liderado manifestaciones teñidas de colores nacionales. Cuixart se presenta como un idealista, un romántico, un ingenuo –son palabras suyas–: “Saben los jueces que somos buenas personas”. Cuixart admite que en 2015 ya era consciente, siguiendo sus ideales de desobediencia civil, que podía acabar entre rejas: “Tenía decidido que quería dedicar una parte importante de mi vida al proyecto que representa Òmnium y sabía que podía acabar entrando en prisión”.

Estas palabras cobran sentido si se presta atención a consignas que Cuixart manifestó en los últimos años, como este escrito suyo de 2017 en la revista de Òmnium, un mes antes de ser encarcelado: “Ganaremos la independencia porque al día siguiente del referéndum seremos capaces de blindar el resultado y actuar con sentido de estado ante el mundo entero. Desde Òmnium asumimos todas las responsabilidades colectivas e individuales que sean necesarias para defender la legitimidad democrática y las leyes que emanan del Parlamento de Cataluña, somos conscientes que ahora todo depende de nosotros”.

Cuixart relata su experiencia carcelaria con un optimismo que sorprende. “Recuerdo las ganas de vida que tenía el primer día que entré en la cárcel. Entré amando a la vida”.

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