Estambul, una ciudad de novela
Una gran escenografía y la mirada tratando de absorber cada detalle. Será por los tajos que trazan el Estrecho del Bósforo y el Cuerno de Oro y que unen los puentes y los barcos.
Será por las siluetas de las mezquitas con sus minaretes emergiendo en todas las direcciones, las gaviotas -más cerca, más lejos- cruzando las fotos, el bullicioso movimiento que emana de los bazares, el color de las delicias turcas (lokum) en las vidrieras, el olor de los kebabs que abre el apetito a cualquier hora, el acueducto de Valens y los autos pasando entre sus arcos, el tránsito intenso en las horas pico, las bandejas colgantes que van y vienen con los vasos de vidrio que se usan para el té turco, las murallas antiguas adosadas, en algunos lugares, a construcciones más nuevas, casas, tiendas.
Los copos de nieve cruzando las luces de la Torre de Gálata una noche de invierno; los techos que amanecen blancos por la mañana.
Puente del Bósforo, Estambul, Turquía (Getty Images para Viajes)
Estambul, la ciudad más famosa y poblada de Turquía, empieza a tomar forma con las primeras imágenes que logramos captar desde la ventanilla del avión mientras aterriza en el aeropuerto internacional Atatürk, te susurra en el camino hacia el hotel y te atrapa, definitivamente, desde el momento en que ponés un pie en la calle para salir a pasear.
No importa la estación del año que sea, la ciudad siempre tiene turistas. ¿Estambul también en invierno? ¿Cinco días? Sí y sí. Lo del frío, bueno, no sé si serás de #labandadelinvierno o #labandadelverano, tan de moda en las redes sociales, pero la verdad es que tampoco es para exagerar (“Tuve más frío en Ushuaia que en Estambul”, dice Yuksel Tasdemir, operador turístico turco, para explicar los inviernos en la ciudad): te abrigás con una buena campera, gorro y bufanda y está todo bien. Es cierto que anochece más temprano, como en todas las ciudades europeas, pero nada que impida disfrutar del destino. Y si no te convence, te quedan otras tres estaciones para elegir.
La Torre de Gálata. Desde su mirador se obtienen muy buenas vistas panorámicas de Estambul (Getty Images para Viajes).
Newsletters Clarín Viajes | El destino de la semana y los mejores consejos para el viajero
Todos los viernes.
¿Demasiados días? Para nada. Nos fuimos de Estambul después de cinco días increíblemente intensos, con muchas ganas de volver y una lista de visitas pendientes “para la próxima”.
En una ciudad como esta, tan desmesurada en historia, cultura y mutaciones urbanas, con la fascinación de saberse entre Europa y Asia, entre Oriente y Occidente, habrá que hacerse una (o varias) lista y organizar las jornadas entre los paseos clásicos como Santa Sofía o la Mezquita Azul y los barrios de moda como Balat y Fener.
Mezquita de Ortakoy y el Puente del Bósforo detrás, Estambul, Turquía (Getty Images para Viajes)
En una ciudad como esta que nació como Bizancio, fue Nueva Roma y Constantinopla y hoy Estambul, pasás en cuestión de minutos de hablar del Hipódromo, las murallas y el Imperio Romano, a los palacios y sultanes otomanos; de los hipnóticos giros de los derviches, al mítico tren Orient Express; de aquel legendario partido de tenis sobre el Puente del Bósforo que disputaron Venus Williams e Ipek Senoglu, con la pelota yendo y viniendo entre continentes, a los pacientes pescadores del Puente de Gálata y los sándwiches de pescado que venden en los barcos-cocina que se zarandean en las aguas del Cuerno de Oro.
Mirá también
Mientras te organizás, paseás o filosofás, podés tomar un té -negro y fuerte, vale a toda hora y se sirve en vasos con forma de tulipán-, un café turco o una copita de raki -un licor anisado-. Si es invierno, hay que pedir sahlep, una bebida caliente con origen en las raíces de orquídeas que se toma con canela.
Delicias turcas para tentarse a toda hora.
De algún lado te conozco
Para algunos será la Estambul melancólica que cuenta el escritor y Premio Nobel Orhan Pamuk, entre recuerdos de su juventud y transformaciones modernas. “Las sensaciones que provoca Estambul al observar el paisaje de la ciudad, al caminar por sus calles o atravesarla en barco, se unen a las imágenes, pero es algo que no solo se consigue contemplando el panorama mientras se pasea, sino siendo capaz de aglutinar dentro de uno mismo el estado espiritual con las estampas que nos concede la ciudad”, escribe Pamuk en ‘Estambul. Ciudad y recuerdos’.
Bazar de las Especias o Bazar Egipcio (Getty Images para Viajes)
Para otros será la ciudad de los vaivenes melodramáticos de las telenovelas turcas: Turquía es uno de los principales exportadores de este género televisivo. Muchas de ellas, entre cruces de miradas, sollozos, romance y traición suelen mostrar paisajes de Estambul y de otras regiones de Turquía. Tanto es así que algunas agencias de viaje hasta ofrecen circuitos basados en tal o cual telenovela, como “Las mil y una noches”, que hizo furor en 2015 en el mercado argentino. Los protagonistas, Halit Ergenç y Bergüzar Korel -Onur y Sherezade en la ficción-, volvieron esta semana a la pantalla argentina con “Mi vida eres tú”, ambientada en la Primera Guerra Mundial. La telenovela fue grabada en paisajes de Estambul, Esmirna (İzmir) y otras zonas del Egeo.
El Cuerno de Oro y el Estrecho del Bósforo, Estambul (AFP)
También se ven por toda la ciudad los carteles publicitando “Muhafiz”. Así que le damos la bienvenida a quienes se hayan enganchado con esta serie de Netflix, “El Protector” en español. Podrían arrancar el recorrido en la zona de Bayazit y Sultanahmet, con las tiendas del Gran Bazar -donde el padre de Hakan tiene su tienda de alfombras-, o con una incursión en Santa Sofía, su historia y sus tesoros secretos. Ambos sitios suelen ser buenos puntos de inicio para cualquiera que llegue por primera vez a Estambul, tanto como la Mezquita Azul, el Palacio Topkapi, la peatonal Istiklal y la plaza Taksim, o un crucero por el Bósforo.
Mirá también
Luego se podrán agregar ítems a esa lista, que parece no terminar nunca. Tomar un café en Pierre Loti y que la mirada se pierda en el paisaje. Conocer la Catedral Patriarcal de San Jorge en Fener, antiguo barrio griego, que por fuera no dice mucho y adentro resulta una joya. O cruzarse con el imponente Instituto Griego Ortodoxo, conocido como Castillo Rojo, que domina la colina de Fener. O la iglesia de San Esteban en Balat, un barrio conocido por sus coloridas casas de madera y cafeterías de moda. San Esteban es una de las pocas iglesias de hierro fundido del mundo que preserva su formato original.
Casas de colores en Balat, barrio que se ha puesto de moda en Estambul (Getty Images para Viajes)
O las cisternas -antiguos depósitos de agua subterráneos. La más famosa es la Cisterna Basílica, pero actualmente en reparación, la visita no resulta muy agradable. Mejor visitar la Cisterna de Teodosio.
O tal vez quieras conocer la histórica estación del Orient Express: se conservan algunos antiguos salones -de hecho, en uno de ellos, algunos días de la semana hay un espectáculo de baile de derviches- y también un pequeño museo lleno de objetos y fotos históricas del famoso tren que, desde fines del siglo XIX, unía París con Estambul.
Mirá también
Del otro lado del Cuerno de Oro, la habitación 411 del hotel Pera Palace Estambul sigue siendo la más solicitada. Allí se alojó la escritora Agatha Christie autora de, justamente, “Asesinato en el Orient Express”.
Una impresionante vista del Bósforo desde uno de los puentes que lo atraviesan. En este caso, el puente Fatih Sultan Mehmet
Entre sultanes, gatos y especias
Solo en Estambul hay más de 2.500, nos cuenta Selma, la guía, por eso le dicen “la ciudad de los minaretes”. Cinco veces al día suele escucharse la llamada a la oración, estés donde estés. Para ingresar en las mezquitas hay que sacarse los zapatos, llevar ropa adecuada y las mujeres deben cubrir sus cabezas. Si no tenés a mano, te prestan un pañuelo.
Interior de la mezquita de Suleiman (Suleymaniye) (Getty Images para Viajes)
La Mezquita de Suleimán o Solimán (Süleymaniye), en Fatih, es la más grande de Estambul. Fue construida por el arquitecto Minar Sinan entre 1550 y 1557. Sinan, cuya vida coincidió con la época de oro del Imperio Otomano, dejó un legado de 70 años de obras, desde mausoleos y hammams hasta esta gran mezquita cuyo interior y la cúpula son apabullantes. “... El placer que me produce contemplar, sintiéndolas dentro de mí, la mezquita de Süleymaniye, sus líneas, la elegancia de los espacios bajo la cúpula principal, el grado de apertura de las cúpulas laterales, la proporción de los muros y los vacíos, las voces opuestas que, como si se tratara de una pieza musical, producen los pilares de apoyo y arbotantes, su forma de asentarse en la colina y en el espacio que ocupa, su blancura y la pureza del plomo de las cúpulas...”, describe Pamuk.
En el mismo predio están también las tumbas de Suleimán el Magnífico y su esposa Roxelana. No deje el lugar sin antes asomarse a vistas espectaculares que se obtienen desde esta locación.
Patio interno de la Mezquita Azul (Lam Yik Fei/Bloomberg).
Buscada, mencionada y fotografiada, la Mezquita Azul (Sultan Ahmet Camii, construida entre 1609 y 1616), es la segunda más grande de Estambul y la tercera más grande de Turquía. Lo de “azul” es por los 21.000 azulejos hechos a mano en Ivnik, de tonalidad azul. Actualmente, el interior de la Mezquita está en proceso de restauración por lo que los andamios y las maderas tapan toda la belleza que uno espera encontrar.
Muy cerca en términos de distancia, pero separada por más de mil años de historia, enfrente está Santa Sofía (Hagia Sophia o Ayasofya). Sus orígenes hay que buscarlos en el año 360, como catedral del Imperio Bizantino, aunque el edificio actual data del 532 (tercera iglesia). Tras la conquista de Constantinopla en 1453, Mehmet II convirtió Santa Sofía en la mezquita de Ayasofya. En 1931 cerró al público y el edificio reabrió en 1935 convertido en un museo.
Interior de Santa Sofía, en Estambul (EFE/Martin Reich)
Tal vez tengas suerte y te cruces con el gato Gli, uno de los personajes -actuales- más famosos en Santa Sofía. Dice Selma, la guía, que tiene perfil en Instagram (lo buscamos, allí está: @hagasofiacat) y que hasta se ha tomado fotos con el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama.
No es extraño. Los gatos en Estambul son cosa seria. Uno va tomando verdadera dimensión del asunto gatuno y de la pasión que generan con el paso de los días. Los alimentan, los cuidan, les hacen casitas para protegerlos de la intemperie, los dejan entrar en los locales y hasta tomar siestas en los umbrales sin importar que interrumpan el paso. Estrenado hace un par de años, el documental Kedi (Gatos de Estambul) muestra parte de todo esto. “Sin gatos, Estambul perdería su alma”, se escucha en el filme y sigue: “En Estambul, el gato es más que un gato. El gato representa el caos indescifrable, la cultura, la singularidad esencial de Estambul”.
El Gran Bazar de Estambuk, Turquía (Photo by Yasin AKGUL / AFP)
Según Selma, los gatos son muy inteligentes, más que los perros, “incluso más que algunos humanos”, dice, mientras saca de una bolsa unas latas de alimento para gatos porque le preocupa que con este frío les falte comida y abrigo; increpa a una persona porque espantó a un gato mientras visitábamos los miradores de la colina de Camlica y, entre datos y personajes del Imperio Otomano, habla también -y con nostalgia- de su gato, que quedó solo en casa.
Joyerías del Gran Bazar, Estambul. (Photographer: Ismail Ferdous/Bloomberg)
No muy lejos de Santa Sofía, a unos 15 minutos de caminata, está el laberíntico, colorido y multitudinario Gran Bazar. Comenzó a construirse en 1455, con el sultán Mehmed II y actualmente es un mundo de gente y de tiendas: tiene unos 4.000 locales -joyas, ropa, carteras, souvenires, dulces turcos, chucherías made in China, lámparas, vasijas de cerámica, alfombras-, 22 puertas y dicen que cada día circulan por allí hasta 500.000 visitantes.
En el Gran Bazar y en el Bazar de las Especias se consiguen delicias turcas y muchas cosas más.
Otra alternativa es conocer el Bazar de las Especias o Bazar Egipcio, junto al Puente de Gálata. Si bien en general los precios en estos bazares se regatean, no son los más baratos para los turistas. Muchos te invitarán a pasar a la tienda, te dejarán probar un dulce turco, un té de granada... y una vez adentro difícilmente salgas con las manos vacías.
Del crucero a los palacios
“Al contrario que en las ciudades occidentales que han formado parte de grandes imperios hundidos –escribe Orhan Pamuk–, en Estambul los monumentos históricos no son cosas que se protejan como si estuvieran en un museo, que se expongan, ni de las que se presuma con orgullo. Simplemente, se vive entre ellos”.
El barco avanza sobre el lado europeo y sobre el asiático. Algunas de las casas sobre el Bósforo cuestan entre 50 y 80 millones de euros, dice Selma. Muchas se alquilan para producciones televisivas o para películas.
Un puente sobre el Cuerno de Oro, Estambul (Photo by Yasin AKGUL / AFP)
También se ven casas de madera de típica construcción otomana, con su balcón cerrado. Y los palacios, como el Dolmabahçe -residencia de los sultanes que reemplazó a Palacio Topkapi y se usó de 1856 a 1924-, el Çırağan -devenido en un espectacular hotel de lujo de la cadena Kempinski- o el Beylerbeyi, desde cuyos jardines se obtienen muy buenas fotos junto al Puente del Bósforo.
Una ciudad dentro de la ciudad, el Palacio Topkapi -centro administrativo del Imperio Otomano desde 1465 hasta 1853- tenía 750.000 metros cuadrados y muchos habitantes. Solo en la cocina trabajaban, dicen, entre 800 y 1.000 personas. Sus salas están acondicionadas con exhibiciones de armas, utensilios de cocina, relojes y tesoros invaluables. En el Pabellón del Santo Manto y las Reliquias Sagradas, bajo una luz tenue, está el Santo Manto de Mahoma, pelo de su barba, un relicario con un diente, el arco y espada del profeta, tierra de la tumba y una huella del pie. También aquí está la vara de Moisés.
Una de las puertas del Palacio Topkapi, Estambul, Turquía (Getty Images para Viajes)
Sin embargo, para darse una idea más acabada de cómo vivían los sultanes -y especialmente porque hay menos turistas- el Palacio Beylerbeyi resulta muy atractivo. Construido en la década de 1860 por encargo del sultán Abdülaziz, era la residencia de verano.
Al entrar, hay que ponerse bolsitas de plástico cubriendo los zapatos. Los salones se conservan con muebles y decoración de época: un gran salón central con una fuente en el medio para refrescarse, candelabros de Baccarat, lámparas de Murano, una estatua de Abdülaziz a caballo, sala de entretenimiento, salón comedor, la oficina del sultán con versículos del Corán grabados en el techo, sala de baile y de reuniones cubierta de madera para que no se filtraran conversaciones, la sala del trono y otra donde los embajadores presentaban sus regalos, además de la sala de recepción de la madre del sultán, la mujer más poderosa de la familia.
Mirá también
Marea humana
El tranvía rojo avanza en medio de una marea humana. Tratás de no caminar por las vías, pero la masa de gente que va y viene por Istiklal, la peatonal más comercial y concurrida de Estambul, no permite mantener un rumbo demasiado recto. Dicen que en un día del fin de semana pueden pasar por allí hasta tres millones de personas. La cifra parece demasiado abultada... hasta que estás allí, en Istiklal Caddesi o Avenida de la Independencia.
Istiklal, la peatonal de Estambul, Turquía (Getty Images para Viajes)
Sea de mañana, tarde o noche, Istiklal te atrapa. Los negocios con sus carteles de indirim (liquidación), los restaurantes con kebabs para llevar o comer en el lugar como Patatos, -una especie de McDonald’s o Burguer pero con sabores locales-, o los de comida más internacional como Parole brillando con sus lucecitas en una esquina o, en un primer piso y con una entrada más discreta, Midpoint, famoso por su gran terraza con vista al Bósforo.
Hay casas de cambio abiertas a (casi) toda hora y grupos de músicos que reúnen gente a su alrededor. El Pasaje de las Flores devenido en restaurante. La llamativa iglesia San Antonio de Padua. Los imponentes portones con detalles dorados del Liceo de Galatasaray. La heladería-show: el helado tenés que ganártelo intentando atraparlo entre los malabares cremosos que hace el heladero. El olor intenso cada vez que pasás por un carrito de castañas calientes. Una librería histórica con mapas antiguos, libros y fotografías en blanco y negro. H&M y Zara. Una casita de cartón a la medida de algún gato. La gente se corre sin prisa, nos acomodamos, calculamos y sale una selfie de sonrisas. De fondo, el tranvía rojo y la marea humana.
El tranvía en Istiklal (Getty Images)
Mirá también
MINIGUÍA
Cómo llegar. Turkish Airlines, miembro de Star Alliance, vuela todos los días desde Buenos Aires hasta Estambul con una parada en San Pablo (Brasil), sin bajar del avión. El pasaje cuesta desde $ 64.500 con impuestos (www.turkishairlines.com). Algunas características de Turkish que se destacan dentro del servicio ofrecido:
Servicio Hotel Desk de Turkish Airlines en el aeropuerto de Estambul, Turquía.
Escalas en Estambul. Hay dos servicios interesantes que ofrece Turkish a todos sus pasajeros. El primero, el stopover en Estambul durante las horas de espera para pasajeros que tienen conexiones en el aeropuerto Ataturk. Este servicio se proporciona cuando el período de escala es de al menos 10 horas para Economy Class y de 7 horas para Business. Por otro lado, para pasajeros con escalas de entre 6 y 24 horas, Turkish ofrece el servicio Touristanbul, un tour gratuito para conocer algunos atractivos imperdibles de la ciudad. Flying Chef. Marca registrada de Turkish y parte de la identidad de la compañía aérea esta figura es tal como se deduce, un chef a bordo. Se encarga de repartir el menú entre los pasajeros de Business Class y de servir las comidas. En 2018, Skytrax lo distinguió como el mejor servicio gastronómico de Business Class.
Flying Chef, figura icónica de Turkish Airlines
“Fly good, feel good”. Desde hace un tiempo, la aerolínea desarrolla el proyecto “Fly Good, feel good”, que apunta a todo lo que el pasajero puede tener en cuenta antes, durante y después del viaje, para que la experiencia de vuelo resulte lo mejor posible. Ofrece 9 videos informativos entre los que pueden mencionarse: vuelo con bebés y niños, nutrición durante el vuelo, vuelo durante el embarazo, cómo aliviar los efectos del jet lag, prevención del dolor de oídos y congestión nasal y ejercicios en vuelo. Videos de seguridad. Luego de un primer y exitoso video de seguridad a bordo protagonizado por personajes de LEGO -superó los 20 millones de visitas en solo un mes- , Turkish acaba de lanzar la secuela, “La gran aventura LEGO 2” que comenzó a verse en los vuelos el 1 de marzo que no solo capta la atención con la historia y los personajes, sino que también es una buena excusa para dar una vuelta por algunos de los destinos más emocionantes del mundo.
Sala VIP de Turkish en el aeropuerto de Estambul
Transfer privado desde el aeropuerto, US$ 50 por vehículo (www.adavegastravel.com).
Nuevo aeropuerto. A comienzos de abril la aerolínea turca se trasladará definitivamente al nuevo aeropuerto de Estambul. El número de vuelos desde este aeropuerto se incrementará por etapas.
Lámparas coloridas en el Gran Bazar de Estambul
Dónde alojarse. Cerca de Taksim e Istiklal y de la Torre de Gálata, el hotel MGallery by Sofitel abrió sus puertas hace un año. Cuesta desde 80 euros la noche en habitación doble. Informes y reservas: www.thegalataistanbul.com
El Hammam del hotel Ther Galata Istanbul MGallery by Sofitel.
Moneda. Un dólar equivale a 5,4 liras turcas.
Cuánto cuesta. Para moverse en transporte público, e incluso para usar el tranvía de Istiklal, hay que adquirir la Istanbul Kart (como la SUBE). Cuesta 6 liras turcas. Luego hay que cargarla. Tenga en cuenta que cada pasaje cuesta alrededor de 2,6 liras.
Mezquita Azul: entrada gratuita (www.sultanahmetcamii.org).
Santa Sofía: 60 liras turcas (US$ 11,10). Chicos de hasta 8 años, gratis. Lunes, cerrada (ayasofyamuzesi.gov.tr).
Palacio Topakapi. Entrada, 60 liras. Menores de hasta 12 años, gratis. Harem, 35 liras, unos US$ 6,5 (topkapisarayi.gov.tr).
Excursiones. City Tour privado por la ciudad vieja incluyendo el Palacio Topkapi, Santa Sofía, la Mezquita Azul y el Gran Bazar, transporte en vehículo con aire acondicionado desde y hasta el hotel, guía en español, entradas a los sitios mencionados y almuerzo, desde US$ 120 por persona. Tour privado por las áreas de Fener y Balat, incluyendo la iglesia ortodoxa San Jorge (St. George), la mezquita Suleymaniye y la posibilidad de disfrutar de un narguile en Corlulu Ali Pasa, desde US$ 130 por persona. Otra excursión interesante incluye el Spice Bazaar, crucero por el Bósforo y visita al Palacio Beylerbeyi, desde 120 por persona. Informes sobre excursiones, www.adavegastravel.com, o consulte a su agente de viajes.
Comidas: en el restaurante Konak Kebap, dürüm döner o döner Kebap, 25 libras (US$ 4,60); gaseosa, 12 libras (US$ 2), agua, 2 libras. Pizza margarita en Parole: 27,50 libras (US$ 5).
Dónde informarse. www.goturkeytourism.com