El turismo sigue la ruta de los rodajes
Cuando el camino entra en el valle de Mirandilla, en Santo Domingo de Silos (Burgos), al cinéfilo se le ponen los pelos de punta. Allí abajo está el cementerio de Sad Hill, donde se desarrolla el duelo final de El bueno, el feo y el malo (1966), el mítico espagueti-wéstern de Sergio Leone. Pero es que está de verdad. Desde su rodaje y durante cuatro décadas, aquel terreno baldío se convirtió en otro paraje agreste más. Alguna vez se acercaba un curioso y visitaba emocionado la huella del camposanto fantasma. Poco más.
Hasta que en 2014 cuatro de esos cinéfilos crearon la Asociación Cultural Sad Hill y empezaron a excavar. Primero sacaron a la luz el inmenso empedrado circular central. Después, para celebrar en 2016 el medio siglo de la película, recurrieron al micromecenazgo (con el lema “apadrina una tumba”) y se lanzaron a reconstruir sus 5.000 cruces, que en su momento erigió el Ejército español, que a cambio de 75.000 pesetas para huérfanos ofreció a los productores mano de obra y aportó 1.000 extras para el rodaje entre Almería y Burgos.
Hoy, cualquier turista cinematográfico, ese apasionado que visita un lugar porque allí se rodó su película o su serie favorita, verá superadas con creces sus expectativas en Sad Hill. Como ir a Philadelphia a las escaleras de Rocky, a Savoca (Sicilia) por El padrino o a la plaza de España de Sevilla por Star Wars: el ataque de los clones. “Ya tenemos 3.000 cruces, y visitantes de todo el mundo”, apunta Joseba del Valle, uno de aquellos cuatro pioneros. De todo el proceso ha levantado acta el documental Desenterrando Sad Hill, de Guillermo de Oliveira, que se proyectará en el próximo festival de Sitges antes de su estreno comercial, y en el que participan desde Clint Eastwood, protagonista del wéstern, al músico James Hetfield: su banda, Metallica, arranca todos los conciertos con la melodía que compuso Ennio Morricone para esa secuencia del filme. “Como ya se proyectó en noviembre en el festival de Tokio, hemos recibido hasta un autobús de japoneses”, cuenta Del Valle, que calcula que este mes de agosto visitarán el cementerio, de entrada libre, unas 10.000 personas. “Estamos luchando porque la zona, con las localizaciones, sea declarada Bien de Interés Cultural. Y eso que hace una década estaba olvidada. Soy de Bilbao y me emociona poder compararlo con la repercusión que ha vivido San Juan de Gaztelugatxe”.
Este último es uno de los ejemplos más recientes y evidentes del fenómeno. Los productores de Juego de tronos escogieron esta pequeña península de la localidad vizcaína de Bermeo, sobre la que se alza una ermita del siglo X, para recrear en la séptima temporada un lugar clave en la serie: Rocadragón. Por un lado, la elección simboliza la apuesta por España que ha llevado a los responsables de la ficción más célebre y exitosa de HBO a filmar por todo el país, de Sevilla a la playa guipuzcoana de Zumaia. Por otro, San Juan de Gaztelugatxe afronta una invasión que ni los ejércitos de Poniente podrían parar: solo en agosto de 2017, tras el cierre de dicha temporada, 142.000 visitantes se acercaron a la fortaleza de la reina Daenerys.
El último domingo de ese mes, la marea humana ahí seguía, tanto que sacar una foto sin intrusos resultaba tan fácil como ver volar un dragón entre las nubes. Ante ello, la Diputación vizcaína reservó una partida de 600.000 euros para “garantizar un uso turístico sostenible” del que ya es el segundo enclave más visitado de la provincia, tras el Guggenheim bilbaína. A la vez, busca soluciones que van desde limitar el acceso de turistas hasta cobrar por la entrada. El precedente de Dubrovnik, agonizante del éxito de Juego de tronos, sirve de lección.
Tras los focos más iluminados, en todo caso, existen cada vez más localizaciones por España, que enamoran a los cineastas y atraen después a los viajeros. “Tradicionalmente, se rodaba entre Madrid, Barcelona y el desierto de Tabernas, en Almería. Eso ha cambiado completamente. Hay un incremento y una diversificación de los lugares enorme”, destaca Carlos Rosado, presidente de la Spain Film Commission, el organismo encargado de promover y facilitar las filmaciones en el país. No por nada, Navarra, Cantabria o Andalucía ya tienen sus rutas de cine, y la segunda comunidad calcula un aumento del turismo ligado a los rodajes del 30% en los últimos años.
Salir ante las cámaras trae visibilidad y viajeros, además del impacto económico del rodaje en el área. De ahí que muchos rincones de España quieran hacerse famosos. Entre los más demandados, la Spain Film Commission, señala ubicaciones conocidas y otras más ocultas, del parque natural de Urbasa y Andía, en Navarra, al del Teide, en Lanzarote; la plaza Mayor de Salamanca y la de Valladolid, la del Obradoiro en Santiago o la de Santa María, en Cáceres; la muralla de Ávila o Los Barruecos extremeños, donde cientos de personas admiran las versiones originales de lo que ya les impactó en la pantalla.
La lista incluye montes, playas, monumentos, bosques, monasterios (como el riojano de Suso) y hasta quienes buscan la céntrica calle de Marqués de Larios de Málaga, que descubrieron en La reina del Sur o Snatch. “España tiene todas las condiciones objetivas para atraer rodajes: variedad de localizaciones en poco espacio, buen clima, una estructura audiovisual y de profesionales a la altura y precios más bajos que en otras partes de Europa”, presume Rosado.
Bien lo sabe Ridley Scott, tal vez el director internacional más entregado a esta pasión. “Ya se conoce España a fondo. Y por eso siempre vuelve y trabajamos juntos. Rodamos El reino de los cielos en el castillo navarro de Loarre, y cuando se estrenó [en 2005], los responsables nos dijeron que se habían aumentado un 1000% las visitas”, relata el productor José Luis Escolar, especializado en dar servicio a los rodajes internacionales que se realizan en España.
Scott ha recorrido varias veces las costas nacionales en helicóptero en busca de localizaciones y filmado en España partes de Exodus o El consejero. Recientemente, visitó la antigua cárcel de Málaga, posible plató para su próximo filme The Cartel, que adapta la novela homónima de Don Winslow. En el fondo, desde que cerró en 2009 —y mientras su conversión en centro cultural avanza a cámara lenta—, la enorme prisión ubicada en el barrio de Cruz de Humilladero solo abre sus puertas a las cámaras. Y cada vez más a menudo. Desde que el malagueño Enrique García filmara allí hace cuatro años 321 días en Michigan, más cineastas han caído presos de su atractivo. “Junto con la de Segovia, es la única prisión abierta a rodajes. Nos solicitan información anualmente cinco o seis producciones”, presume la Málaga Film Office.
Un paseo entre rejas aclara por qué. Aunque derrotada por tiempo y abandono, la estructura sigue idéntica a cuando acogía a cientos de prisioneros. La maleza ha cubierto sus patios, ciertas esquinas languidecen entre escombros, pero los escalofríos siguen presentes en la estructura. Sus paredes, que acogieron un trágico motín en 1985, observaron este año otro mucho menos peligroso: el que se filmó para la serie Allí abajo. Hasta los productores de Black Mirror la escogieron para su último capítulo, ‘Black Museum’, convencidos también por una tasa de uso de unos 500 euros.
En la prisión aun se puede ver una guitarra pintada en la celda 28. Dos columnas lucen grafitis con la H de hotel y cinco estrellas. Y en el suelo sigue un informe de seguridad de 2010. Da fe de una “ronda sin observar anomalías”. Para traerlas, nada mejor que el cine.
El sector pide más incentivos fiscalesEntre los sesenta y los ochenta, España acogió rodajes como Lawrence de Arabia o la saga de Indiana Jones. Luego, algo se rompió. “Hace 10 años no éramos competitivos”, lamenta Adrián Guerra, presidente de Profilm, la asociación de empresas españolas que prestan servicios a las grandes producciones internacionales. Es decir, les ofrecen todas las facilidades e intermediaciones para rodar en el país.
Cierto consenso rodea la fecha de regreso de los colosos del cine, como Fast and Furious: 2017, tras el aumento de los incentivos fiscales. Las deducciones para las grandes producciones internacionales subieron hasta el 20% y un límite máximo de tres millones para los gastos realizados en España. Los filmes, además, ya tienen la obligación de aclarar en sus títulos de crédito sus localizaciones. Pero Guerra avisa de que no basta: “Con esas reglas, a partir de 15 millones de inversión ya no tienes ventajas. Así que muchas producciones vienen a gastar solo esa cifra en España”.
“Estamos perdiendo posibilidad de atraer numerosos rodajes internacionales, que dejan dinero en sus localizaciones, por culpa de las desastrosas iniciativas legislativas y las exiguas exenciones fiscales. Y el turismo llega después, cuando se estrenan esas producciones”, cuenta el productor José Luis Escolar. Su primer gran trabajo consistió en convencer a Steven Spielberg para que rodara en Almería El imperio del Sol. Desde entonces, su empresa ha trabajo en decenas de títulos como Noche y día, con Tom Cruise, Assassin’s Creed o El atlas de las nubes.
Escolar echa de menos políticas de incentivos de rodajes como en Reino Unido o en Malta. Más en general, la subida del límite de tres millones y del porcentaje de deducción –en las islas Canarias ya toca el 40%- es una de las principales reivindicaciones del sector. Guerra pide también una ventanilla única a la que se pueda acudir a nivel nacional. Y Carlos Rosado, de la Spain Film Commission, querría que el ministerio de Cultura realizara estudios sobre el turismo cinematográfico y el impacto económico de los rodajes. Solo Málaga, por ejemplo, estima que supusieron una inversión de dos millones de euros en 2017. Como apunta Escolar, apunta: “Hay dos países que sacarían mucho partido del turismo cinematográfico. Nueva Zelanda ya lo ha hecho aprovechando El Señor de los Anillos. El otro sería España, con décadas de historia de cine internacional en el pasado. Pero…”.