El mensaje está en el color

El mensaje está en el color

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Hay pocos encuentros de la vida social más distintos entre sí que un doloso funeral y una alfombra roja cuajada de flashes y sonrisas. O así era hasta este año: cuando arrancó la temporada de premios de cine, ese fue el único toque de color a galas cuajadas de vestidos negros. Los titulares fueron unánimes: las fiestas se vestían de luto. Los premios se convirtieron en tema de portada y de conversación. Las implicaciones de ese color, su poder, fue innegable.

Ese tsunami negro fue grande y poderoso, pero cada color tiene su intención, su significado. 27 de septiembre, comité judicial del Senado de EE UU, Washington. La doctora Christine Blasey Ford, de 51 años, denuncia el ataque sexual que sufrió por parte del juez Brett Kavanaugh en su juventud. Ford levanta la mano para jurar y se aprecia su traje de chaqueta y manga larga, azul marino. No es una prenda casual. Ni un color al azar. ¿Habría sido igual de creíble, de serio, el testimonio de Ford si hubiera aparecido con un traje rojo? Sí, pero la impresión habría sido distinta. Es una cuestión cultural y aprendida desde hace siglos.

O, como explica la profesora del IED Isabel Ríos, lo que implica cada color y sus significados son "sedimentos que se van depositando en la cabeza". "Tanto si somos conscientes como si no, los colores generan reacciones humanas diferentes, por el color en sí, por sus asociaciones históricas y por momentos personales y aprendidos", dice la también experta en desarrollo textil y diseñadora.

Esas reacciones humanas sirven tanto para mandar un mensaje como para interiorizarlo. "No creo que Ford utilizara tanto el azul marino (azul oscuro casi negro) para transmitir seguridad o seriedad, sino más bien para que ese color le aportara confianza a ella misma al enfrentarse a un episodio tan duro. El negro también le hubiera funcionado, pero como es el color del poder oculto es poco recomendable para una declaración de este tipo. Y por supuesto, pese al chute de empoderamiento que ofrece el rojo, no era nada conveniente en esa ocasión. Si hubiera querido parecer inocente habría optado por el blanco, pero ella no es la acusada sino la víctima", explica la analista experta en imagen y poder Patrycia Centeno.

"Hay una serie de colores básicos cuyo significado no ha cambiado a lo largo de la historia: el rojo es poder, lo es para un cardenal y también en el sexo. El negro es seriedad, el azul supone calma, el verde, esperanza", enumera Isabel Ríos. "Los que quedan en medio son los que puede explotar el mercado y los que se pueden utilizar para renovarse". De ahí el auge, por ejemplo, del rosa como color para todo. Inicialmente era un color masculino, pero después se asoció a la feminidad y las niñas, aunque se ha denostado y va perdiendo poco a poco ese significado para ser el tono de la generación milénica (de hecho, hay un tono rosa millennial) y hasta en ciertos momentos del movimiento MeToo.

ampliar foto Christine Blasey Ford, durante su declaración en el comité judicial del Senado, el 27 de septiembre de 2018. The Washington Post Getty Images

"Antiguamente era propio de los bebés varones, porque en comparación con el azul, el amarillo o el blanco (otros colores infantiles) se consideraba intenso, agresivo, fuerte. Al asociarse a la mujer, a partir de los ochenta, perdió esa fortaleza y se presentó como un tono amable o cursi. Lo único que se ha hecho es recuperar su poderío original y otorgarle a la mujer ese derecho de empoderamiento para cualquier lucha de género", relata Centeno.

ampliar foto Concentración el 8 de marzo en Sevilla por el Día de la Mujer. Paco Puentes

El rojo, color de poder, se han asociado a la Iglesia. Aunque sus tonalidades colindantes, como el rosa, se han ido relajando y asociando de formas diferentes a diversos mensajes. El color también puede ser innovación, renovarse para mandar mensajes. "El problema es la rapidez con la que todo cambia aquí y ahora y cómo se pierde ese mensaje", reflexiona Ríos sobre cómo acciones como las del vestido negro impactan, pero cuesta que perduren.

Para perdurar hay que continuar con el mensaje: basta con ver los trajes de Isabel II o Ángela Merkel, variaciones cromáticas de un mismo tema que hacen que la imagen sea sólida, constante. "Da la sensación de que no envejecen, de que no varían.  Es una manera de dar una imagen pura, evita el caos", apunta Ríos. "Sirve a sus asistentes y seguridad para no perderla de vista. No pasa desapercibida", concede Centeno.

El púrpura también es otro símbolo de poder: inicialmente del eclesiástico, al ser un tinte difícil de conseguir y reservado para las élites. Hoy es el color del feminismo: lo adoptaron sufragistas de primeros del siglo XX y ha vuelto a tener un imponente auge. "Se dice que de ese tono era el humo del incendio en el que 129 trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York murieron en 1908 mientras reclamaban mejoras mínimas en sus pésimas condiciones laborales", cuenta Centeno.

En un mundo como el de hoy, cargado de estímulos visuales, ¿seguimos acaso notando la importancia del color? "Sigue teniendo mucho poder", asegura la profesora Ríos. "Es algo que se percibe, que entra por los ojos y que es sensorial. Te fijes más o menos, va a causar un impacto en ti".

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