"El marginal 2": las claves de la serie para lograr un rating histórico
En esta temporada, que oficia de "precuela" (cuenta lo que sucedió tres años antes), uno de los personajes centrales es "El Doc", que compone Esteban Lamothe.
Silvina Lamazares
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Series De TVSpotEl MarginalEn redacciones de espectáculos, bares, taxis o ascensores, uno de los temas de conversación de este miércoles fue “lo mucho” que había medido el estreno de El marginal 2 (martes a las 22 por la TV Pública y disponible en el sitio web Cont.ar). Y para muchos, ese “mucho” era demasiado. ¿Cómo podía ser que el alicaído Canal 7 lograra un rating ‘minuto a minuto’ con picos por encima de los 10 puntos? ¿Cómo podía ser que el promedio final fuera de 9,6 puntos, lo mismo que había marcado Simona ese mismo día en la caliente pantalla de El Trece?
El encuentro de los Borges: Diosito (Nico Furtado) y su hermano, Mario (Claudio Risi). Ahora se ve cómo llegaron al penal.
¿Y cómo puede ser? Simple y complejo a la vez: con un producto de calidad. No hay muchos secretos para el triunfo. En la tele sucede como en el fútbol: cuando se juega bonito hay más chances de meter goles y brillar. Y en el debut de la segunda temporada de la serie creada por Underground hubo aroma a las mejores ráfagas de Bélgica o de Francia en el Mundial.
Presentada como una precuela (un relato que refleja el tiempo anterior a una historia determinada), El marginal 2 pone el foco en la llegada de los hermanos Borges al penal de San Onofre, cárcel en la que en la temporada anterior (2016) se los vio como los dueños de la pelota. Mario (Claudio Rissi) era el mandamás, un gran interlocutor para el director (Gerardo Romano), y Diosito (Nico Furtado) era el personaje carismático de la prisión, más apasionado y conflictivo que su hermano. Era más la acción, no siempre bien resuelta.
Y aquella primera parte había terminado con la (supuesta) muerte de Diosito. ¿Se podría decir que todos lo creímos muerto? Sí, pero se sabe que con la ficción no se puede hacer pronósticos, mucho menos diagnósticos. Porque apenas empezó el primer capítulo, se vio cómo un muchacho encapuchado entraba a la ambulancia en la que el chico estaba tendido, y mientras él se acercaba a la pantalla, otro se alejaba. Fue un cruce poético entre el protagonista que dejaba la historia (Juan Minujín) y el que se sumaba en esta etapa (Esteban Lamothe, en la piel de Patricio, nuevo recluso).
Luego llegó la placa de tres años antes y entonces algunas preguntas empezaron a tener respuestas. Se vio cómo Marito, encerrado en el penal de Sierra Grande, fingía un ataque cardíaco para poder implementar la huida, plan en el que, desde afuera, participaba Diosito. Esa noche, en medio de la celebración de la libertad, los Borges cayeron. Y fueron destinados a San Onofre, junto a otros presos, entre ellos “El Doc”, apodo que recibe Patricio, quien en el cierre del capítulo termina salvando a Mario de un ataque cardíaco verdadero. ¿Entonces, cuando al principio lo vimos entrar a la ambulancia de Diosito, se trataba de otra salvación médica?
En la historia y en el modo de contar esa historia -la mágica dirección de Israel Adrián Caetano, la producción y las actuaciones- se explica la marca histórica que logró la TV Pública. Raras veces el rating alto es caprichoso. En este tiempo, con tanta buena oferta en distintas plataformas, sería imposible: la gente eligió ver un producto probado y aprobado, porque más allá de las buenas críticas que tuvo su emisión por Canal 7 hace dos años, la serie luego llegó al streaming de Netflix, trampolín que ofició de salto a la popularidad. Eso fue un sabroso caldo de cultivo para la expectativa generada. Y la aceptación: por momentos El marginal 2 superó en el mano a mano a Simona y hasta le habría “robado” dos puntos a 100 días para enamorarse (Telefe), también producida por Sebastián Ortega. Y, para más datos, cautivó el 30 por ciento de share (una porción del total de televisores encendidos a esa hora).
El Sapo, enorme personaje que compone Roly Serrano. Es el líder en San Onofre, puesto al que los Borges le vienen a librar batalla.
El primero de los 8 capítulos de esta arriesgada producción argentina pintó con todos los tonos posibles la asfixia carcelaria, la denigración, la marginalidad, la corrupción, lo violento, lo indigno, lo inhumano, lo posible. Lo verosímil nunca escapó de las rejas. Con un Roly Serrano estupendo como el mandamás del penal en esta etapa, al que los Borges intentarán quitarle la coronita, y unos chispazos de Verónica Llinás como la asistente social que le da la bienvenida a Emma (papel de Martina Gusman en 2016), esta precuela explica mucho de lo que se había visto hace dos años, pero, fundamentalmente, explica por qué un programa de Canal 7 puede hacer saltar la vara del rating: apostando todo, sin mezquindades, a la calidad. ¿Quién no quiere ver a jugar un equipo que acaricia la pelota?
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