El gran viaje panamericano

El gran viaje panamericano

La frontera no es tanto un espacio físico concreto como un estado de ánimo. Y los artífices de Calexico comprendieron ya muchos años atrás que la línea significa contacto, mezcla y encuentro, no alambre ni mucho menos hormigón. Ese espíritu tan necesario y, en este disparate de mundo, tan alejado de la evidencia, latió durante toda la madrugada del sábado en unas Noches del Botánico que este año han convertido en rutina las entradas multitudinarias. Cerca de 2.700 personas se dejaron seducir por el discurso de los californianos y el generoso preámbulo de Depedro, formaciones que en visitas capitalinas anteriores se habrían sentido dichosas despachando un millar de entradas.

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La propuesta del cantante Joey Burns y su inseparable batería John Convertino no solo fue afable y plural, sino marcadamente caleidoscópica. Su música resulta siempre mucho más integradora que unidireccional, como en ese Voices in the Field que aunaba la veta más concienciada de Jackson Browne -una referencia recurrente durante la noche- con el blues-rock británico de los sesenta: esos coros que repetían la frase “For your life” recordaban una barbaridad a la canción For your Love, la bandera de los Yardbirds.

Across the Wire sirvió como una primera aproximación, pareja de trompetas incluida, al universo de los mariachis. Cumbia de Dónde baja el punto de mira hasta Colombia y Stray aporta más sabrosura latina junto a un solo delicioso de contrabajo. Pero, entre medias, The Town & Miss Lorraine se regodea en un tono afable y pegadizo, como un préstamo privilegiado de Gary Louris en algún arrebato creativo para sus Jayhawks. Y End of the World With You, pieza inaugural del reciente álbum The Thread That Keep Us, es puro guitarreo de americana. Band of Horses suspirarían por algo así.

El menú es tan ecléctico y generoso que la velada pareció un viaje fulminante por la autopista Panamericana, con las ventanillas bien bajadas para que los diferentes aromas nos golpeen la pituitaria. Por excelencia y ambición, Calexico se han acabado afianzando como los Wilco del mestizaje. Muy pocas bandas podrían entregar bellezas como, por ejemplo, Music Box. Acaso una parte del público esperase una propuesta algo más jaranera, pero las alusiones hispanas son tan plausibles como la candidatura de Minas de Cobre para la banda sonora de algún spaguetti-western. Además, allí estaba el madrileño Jairo Zavala (Depedro), siempre mejor guitarrista que cantante, para tender aún más puentes. Lástima que sus dolorosas carencias como letrista no parezcan encontrar solución.

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