Coco Capitán, mucho más que una fotógrafa de moda

Coco Capitán, mucho más que una fotógrafa de moda

Sus aforismos han sido serigrafiados en camisetas de Gucci y lucido en las fachadas de las distintas tiendas de la firma italiana en todo el mundo. Coco Capitán ha puesto su fotografía al servicio de marcas como Dior, Miu Miu, Paco Rabanne, Maison Margiela, Mulberry o A.P.C. y ha publicado en revistas como Vogue o W Magazine. Pero esta sevillana de 27 años, asentada en Londres desde hace una década, es mucho más que una fotógrafa de moda. Lo demuestra la exposición que acaba de inaugurar en la Maison Européenne de la Photographie en París. No le gusta decir que es una retrospectiva, porque a su tierna edad podría sonar arrogante, pero la muestra concentra todo su trabajo hasta la fecha y la erige en artista sintomática del último giro en su disciplina.

“Es la exposición más relevante que he hecho hasta ahora. Le da una seriedad nueva a mi trabajo, que es algo que llevaba un tiempo buscando”, admitía Capitán esta semana, sentada en un despacho del museo, uno de los centros fotográficos más respetados del continente desde su fundación en 1996. “Mi ambición nunca fue convertirme en fotógrafa de moda. La escogí solo porque pensé que me saldría trabajo antes que en otros ámbitos. Pero no reniego de la moda, porque me ha ayudado a entender lo que quería hacer”, añade. Pese a su insultante juventud, Capitán cuenta con una obra madura y variada, con una profundidad que tal vez no sospechen sus 170.000 seguidores en Instagram (menos que Lady Gaga, más que Pablo Casado).

En total, la exposición concentra 150 trabajos de la última década, entre los que no solo hay fotografías, sino también pinturas, esculturas y distintos escritos de tipo casi filosófico. El conjunto contiene un comentario sobre el tiempo que le ha tocado vivir, traviesamente crítico con la actual fase del capitalismo y con el consumo desenfrenado al que parece incitar la industria que le da de comer. Si es una crítica, también debe de ser una autocrítica. “Yo no sabía lo que era una marca de moda antes de mudarme a Londres, salvo tal vez Chanel…”, dice Capitán. “Crecí en Cádiz, en un entorno donde a nadie le importaban esas cosas. Pero creo que es muy positivo, porque no construí mi identidad como lo hacen muchos adolescentes de hoy, obsesionados por comprarse una sudadera de Comme des Garçons”, añade. Segundos después, se da cuenta de que lleva una puesta.

Capitán inaugura la nueva etapa de este museo, dirigido desde hace unos meses por el británico Simon Baker, procedente de la Tate Modern. “La fotografía ha cambiado y Coco ejemplifica ese cambio. Mezcla las disciplinas sin preocuparle cómo llamarán los demás al resultado. Representa a una nueva generación que ya no se define a través del medio que utiliza”, sostiene Baker. No la descubrió por su trabajo en la moda, sino por un libro publicado en 2017, Middle point between my house and China, que recoge su trabajo en el país asiático. Le obsesiona desde su infancia, cuando creía que podría alcanzar el Lejano Oriente si abría un túnel en su jardín. En la planta de abajo, su vecino es Ren Hang, el fotógrafo chino que se suicidó en 2017 a los 29 años y con quien Capitán se comunicó por Internet durante su adolescencia, cuando eran perfectos desconocidos. Baker los ha escogido por encarnar nada menos que el futuro de su disciplina.

La fotógrafa se mudó a Londres a los 17 años para estudiar en exclusivas escuelas como Central Saint Martins y el Royal College of Art. “Desgraciadamente, creo que no hubiera llegado donde estoy si me hubiera quedado en España”, admite. “Me gusta mucho ser del sur y me siento muy andaluza, pero me vino bien salir”. De adolescente, sentía una insatisfacción permanente frente a un entorno que la quería y protegía —“nunca me hicieron sentir como un bicho raro, aunque lo fuera”, admite—, pero que no entendía sus inquietudes. “Veía a gente satisfecha con lo que tenía a su alrededor. No era mi caso. Yo quería saber más, leer más y ver más cosas”, afirma.

Si Capitán debe parte de su gloria a Instagram, su éxito en las redes le pesa. “Me quita mucho tiempo. Es como una carga mental. Es positivo por la interacción que permiten y porque son muy democráticas, pero me gustaría llegar a un punto en que dejen de interesarme”, afirma. De momento, ha borrado la aplicación de su móvil, “porque está diseñada para ser adictiva”.

En el horizonte se encadenan los proyectos para esta prometedora fotógrafa, pero casi todos son secretos. El más inminente será, en cualquier caso, marcadamente español. “Me marché tan joven y estaba tan preocupada por adaptarme que rechacé un poco mi origen”, reconoce. “Ahora quiero volver a explorar la tradición española, fotografiar el Rocío y la Feria del Caballo”, anuncia. También le gustaría explorar la herencia de la dictadura. “El franquismo ha hecho mucho daño y aún vemos sus secuelas, incluso en gente de mi generación. Todos mis amigos de infancia viven en el extranjero. Y cuando escribimos en las redes lo hacemos en inglés. Me interesa saber por qué los jóvenes hemos dejado de lado nuestra cultura”, insiste Capitán, ratificando que en su cabeza hay mucho más que moda.

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