Chanel se lleva la moda a la playa

Chanel se lleva la moda a la playa

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La invitación al desfile exigía llevar calzado cómodo. Al llegar a la presentación de la nueva colección de Chanel, los asistentes comprendieron el motivo. Acostumbrado a las puestas en escena imponentes, el director artístico de la marca, Karl Lagerfeld, hizo construir una playa artificial bajo la bóveda acristalada del Grand Palais de París, sede habitual de sus desfiles, que ayer se llenó de cabañas tiki, socorristas de servicio y hasta un sistema de oleaje, cuyo crepitar transportaba a unas vacaciones recientes y todavía añoradas.

La colección de prêt-à-porter para la temporada primavera-verano de 2019 partió, una vez más, del modelo más mítico de la firma francesa, ese traje compuesto por una chaqueta de tweed y una falda lápiz hasta las rodillas, ideado por Coco Chanel cuando volvió a levantar la persiana durante la posguerra. Lagerfeld lleva años abriéndole las costuras a ese modelo y alterando sus cortes, colores y texturas, aunque no siempre logre evitar la sensación de déjà vu. Ayer sí lo consiguió, gracias a una colección que aporta ligereza y juventud a los modelos históricos de la casa y que demuestra que su líder creativo, con 85 años recién cumplidos, todavía tiene algunas cosas que decir.

Lagerfeld no renunció ni a la silueta clásica ni al tweed, pero lo suavizó con un espesor más liviano y lo tiñó de colores propios de un sorbete estival, como verdes, rosas y amarillos pastel, que luego contrapuso a abundantes negros, tonos desnudos y algún blanco nácar, con ese particular brillo iridiscente que presentan algunos moluscos marinos. La sorpresa llegó cuando los combinó con leggings, prenda ya detectada en otros desfiles parisinos y reivindicada desde hace meses por el todopoderoso Virgil Abloh, diseñador por quien los millennials matan. Lagerfeld los introdujo en varias longitudes, sin hacer ascos a los piratas ni a las mallas de ciclista. Mientras tanto, los vestidos tenían cortes de caftán y presentaban estampados de geometrías irregulares y algún bajo con cenefa de encaje. 

ampliar foto Un detalle de los bolsos cruzados y las sandalias planas del desfile de Chanel. Estrop Getty Images

Los accesorios también cambiaron de forma: los bolsos acolchados de Chanel se llevaban en bandolera y por duplicado, colgando de ambos hombros. Lagerfeld también propuso sombreros de paja extragrandes, otra de las prendas recurrentes en la pasarela parisina, además de gorras de rafia que parecen destinadas a marcar tendencia. Las modelos desfilaban con los pies desnudos, a veces chapoteando en la orilla, y los zapatos en la mano. Casi siempre eran sandalias llanas y con el logo y el nombre de la marca a la vista, siguiendo la tendencia al grafismo corporativo que tan en boga se mantiene desde hace varias temporadas.

Lagerfeld volvió a demostrar tener un pie en el pasado y otro apuntando al futuro. Su mano derecha, Virginie Viard, directora del estudio de Chanel, confesaba tras el desfile que la playa llegó bastante antes que la ropa. “El decorado se encarga con meses de antelación y, a veces, se acaba infiltrando en el espíritu de la colección”, explicó Viard. “Eso explica que esta sea más ligera. El gesto que la define es quitarse los zapatos al llegar a la arena”, añadió. En la primera fila del desfile, convertida ayer en un exclusivo chiringuito, invitados como Vanessa Paradis, Inès de la Fressange, Caroline de Maigret o Pharrell Williams aplaudieron su empeño. Aunque la invitada de honor pareció Pamela Anderson, vigilante de lujo en esta playa artificial.

El decorado se inspiraba en los estíos que Lagerfeld solía pasar en las Islas Frisias, en ese gélido Mar del Norte donde veraneaba la burguesía alemana, o bien en los acantilados de Biarritz que tanto apasionaron a Coco Chanel, que abriría allí una de sus primeras tiendas. Aunque, de repente, el canto enlatado de las gaviotas recordaba la impostura. Y remitía, más bien, a esos parques temáticos de inspiración playera y arenales de mentirijilla que abundan en el continente asiático, de los Emiratos Árabes hasta China y Japón, lugares donde reside, a día de hoy, el objetivo prioritario de esta marca. 

Mujeres en el armario masculino Una modelo en el desfile de Givenchy. Peter White Getty Images

Dos diseñadoras sobresalieron en la recta final de esta semana de la moda, que terminó ayer tras 80 desfiles, con sendas reflexiones sobre la ropa unisex. Stella McCartney, que acaba de recuperar su independencia financiera respecto al grupo Kering, presentó una colección llena de monos de trabajo y prendas de inspiración deportiva, con muchos estampados tie-dye y su habitual rigor ecorresponsable. Las acompañó de prendas inscritas en una feminidad más tradicional, como diciendo que no son modelos excluyentes.

Por su parte, Clare Waight Keller en Givenchy también inventó un sofisticado unisex en una colección inspirada en Annemarie Schwarzenbach, librepensadora de los días de Weimar que se hizo célebre por vestir con atuendo masculino. Aunque esa androginia tampoco impidió que propusiera vestidos de corte romántico y plisado innovador, insistiendo en la misma dicotomía que McCartney. Presentó su colección, titulada I am your mirror (Seré tu espejo) en el Palacio de Justicia de París, lugar que aportó un pertinente subtexto: la igualdad pasa por la moda, pero sobre todo por la ley.

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