Afirman que contra las fobias lo peor es resignarse

Afirman que contra las fobias lo peor es resignarse

Tenía en aquel entonces 23 años, con sus sueños y sus miedos, dando sus primeros pasos fuera de la casa de sus padres. Viviendo sola en aquel entonces hacía dos semanas, siete años más tarde relata el episodio con vívido sentir:

“Estaba por bañarme, ya entrando a la ducha, y la veo, arriba mío, amenazante, caminando, horrible. En el techo de la ducha, te lo cuento y la vuelvo a ver. Se me nubló la vista, desesperación, pánico, la peor de las sensaciones posibles. Corrí, cerré la puerta y estaba en la calle… Sí, ¡¡¡desnuda, gritando en la puerta de la casa!!!

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Todos los martes.

Por una arañita, chiquita, pero para mí gigante y súper poderosa.

El policía de la esquina se acercó corriendo pensando que algo terrible había sucedido ( y en realidad para mí así había sido).

No podía creer la historia de la araña, me preguntaba si había tomado alguna droga, me acompaño, la mató, me dio una toalla para que me cubra.

Fue horrible, vergonzante, ahí me di cuenta que no era un simple miedo a las arañas, que tenía una fobia.

Pensaba que no había manera de vencerla, que no me quedaba más remedio que vivir con eso, pero acá estoy, voy a intentarlo.

En este relato están condensados todos los elementos que acompañan a estos cuadros.

✔️El miedo desproporcionado e irracional: Ella sabe, porque se encuentra en pleno uso de sus facultades mentales, que la araña es pequeña e inofensiva. Pero no puede hacer frente al terror que la invade y paraliza.

✔️La sensación de impotencia gobierna la acción: El objeto atemorizante se inviste de un poder extremo y la persona que sufre la fobia se siente en un estado de absoluta desprotección. Se invierte -y en este caso muy claramente- la proporción de las fuerzas.

✔️La angustia es masiva: No cabe ni es posible en el momento del episodio fóbico poner en funcionamiento ningún mecanismo racional así como tampoco habilitar ninguna instancia reflexiva.

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El objeto fobígeno provoca un miedo desproporcionado e irracional.

El cuerpo habla en las fobias, a través de las diferentes alteraciones que se pueden producir: taquicardia, sudoración, opresión en el pecho, sensación de desvanecimiento, falta de aire.

El miedo gobierna, y alguien podrá cruzar la calle descontroladamente si esa es la manera de “huir” que encuentra, o salir desnuda a la puerta de casa como el caso de esta muchachita.

En las fobias, el terror es monarca absoluto, el mundo anímico colapsa y los recursos existentes para enfrentar la situación desaparecen. Es una pelea desigual, hasta que en algún momento la decisión de enfrentar el problema comienza a equilibrar la balanza.

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Como la protagonista de esta historia, que comienza lo que a primera vista parece una cuesta arriba más que empinada. Lucha contra lo irracional de sus miedos, contra la fuerza de lo indecible.

Comienza a recorrer el camino para intentar hallar una solución a esta cárcel que se construye en el mundo anímico cuando hay una fobia instalada que condiciona en muchos casos la vida de quien la sufre.

Las fobias no tienen palabra, son el sin sentido de lo que se fue abrochando y gestando en algún momento de nuestra vida.

A lugares cerrados (claustrofobia) o abiertos (agorafobia), a las arañas (aracnofobia), a las alturas (acrofobia), a distintos animales, a la sangre, y sigue la lista.

El objeto fobígeno (así se llama a la cosa o situación que queda abrochada en nuestras cabezas como depositario del fenómeno fóbico) se construye de diferentes maneras en nuestra mente, crece y cuando se instala es difícil removerlo.

¿Los orígenes?

Depende de cada caso, a veces es reactiva y consecuencia de una escena traumática vivida que queda asociada directa o indirectamente a lo que luego se instalará como el objeto o situación temida. Tendríamos que diferenciar aquellas fobias que son consecuencia de un estrés post-traumático de aquellas que surgen por otros motivos.

Alguien que sufre el ataque de un perro siendo pequeño podrá experimentar un temor exacerbado en su punto máximo cada vez que se cruce con estos animales, situación más que frecuente en las grandes ciudades. Este tipo de fobias pueden resultar en algunos casos de más sencillo tratamiento porque es específico y claro el inicio del padecimiento.

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Mucho más complejas son aquellas que aparecen como por “arte de magia”, como resultado de los laberintos de la mente y con un punto de inicio difuso.

Una paciente con un padecimiento de fobia hacia los gatos me decía: “Yo sé que son inofensivos, pero no puedo hacer nada con eso. No sé cómo empezó, no tengo recuerdos de haber sufrido ningún ataque, pero los veo y es terror, terror del que no se puede manejar”.

Y las fobias se caracterizan por esta sensación de parálisis, la emoción gobierna más allá de cualquier intento por manejarla.

El marido de una paciente me llamó aterrado un domingo a la mañana porque la mujer se había lanzado a atravesar la avenida Libertador de manera desesperada porque se cruzó en su camino un gato muy pequeño, afortunadamente no fue atropellada en su desesperación.

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Taquicardia, sudoración, opresión en el pecho, sensación de desvanecimiento, falta de aire son algunos de los síntomas físicos que provocan.

En las grandes ciudades las fobias tienen buenos aliados para su crecimiento. Las moles de cemento, el trajín y frenesí del cotidiano urbano son excelentes facilitadores de la sensación de desamparo y soledad que se asocia a los fenómenos fóbicos.

Los episodios fóbicos son caracterizados por una sensación de profunda soledad, es la persona y su situación, todo el resto del mundo desaparece, pasa a segundo plano, el sufrimiento ocupa todo el espacio en la mente y el sentir. E insisto, las condiciones de vida de las metrópolis poco ayudan a que quien sufre se sienta acompañado en su padecer.

El secreto, no bajar los brazos En esta manera de resolver problemas que tenemos los seres humanos en los tiempos que corren, una forma habitual es la de no encarar y postergar las decisiones importantes por tomar al infinito y más allá.

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Es muy frecuente que quienes sufren este tipo de padecimientos se acostumbren, se resignen y traten de evitar aquellas situaciones ligadas a este malestar. “No viajo en avión” , “me saco sangre lo menos posible”, y de esta forma evito el contacto con lo que me aterra.

Podemos pensar a las fobias como piedras en los zapatos de quienes las padecen. Y serán más o menos molestas dependiendo del tamaño y la ubicación en la geografía del pie de quien las sufre.

Esto es, si el objeto fobígeno es una serpiente, quien tenga “ofidiofobia” deberá simplemente evitar trabajar en un zoológico, ir al campo o hacer turismo aventura en selvas tropicales. No es invalidante en extremo ni mucho menos y puede llevar su vida normal a pesar de este padecimiento.

En cambio, una fobia a las alturas puede resultar un problema mayor.

Un paciente soñó durante toda su vida adulta con ser contratado en una empresa líder en su profesión. Y se hizo realidad su anhelo, o casi…Lo contrataron, pero las oficinas estaban en el piso 28 de una torre de la zona de Retiro de la Ciudad de Buenos aires. Nunca jamás pudo incorporarse, y hoy lamenta no haber encarado la solución a su problema cuando este se inició.

Piedras en el zapato que sin duda alguna pueden ser removidas. Afirmaciones tales como:

¿A esta altura de mi vida que puedo cambiar?

Ya soy así, no hay más nada que hacer.

De ninguna manera avalo estas posiciones, lo único que no tiene retorno es la muerte; todo lo demás, a poner manos a la obra, trabajar con uno mismo y ¡las cosas serán distintas!

Hay en estos últimos tiempos diferentes abordajes terapéuticos dentro de las llamadas “corrientes alternativas” apoyados en la modificaciones generadas desde conductas positivas para tratar este tipo de padecimiento.

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El riesgo en algunos casos donde se trabaja desde la reeducación del síntoma es que si el motivo de base que produce la fobia no es destrabado puede desplazarse y pasar de un objeto a otro como si fuera una pelotita bajo una alfombra.

Las técnicas conductuales son eficaces combinadas con un trabajo terapéutico profundo. Y aclaro, esto no quiere decir la terapia eterna, pero lo que rápido llega rápido se va. La mente construye vericuetos complejos, levanta mecanismos de defensa que “nos protegen” del sufrir.

A veces esta protección nos genera un malestar mayor del que procura evitar, y el desafío es, una vez más, animarse a enfrentar nuestros fantasmas, con la convicción de que habrá más herramientas que las que vemos a simple vista.

El mayor sufrimiento se construye puertas adentro de nuestra mente, y el júbilo que nos invade cuando logramos vencerlo es simplemente maravilloso. No merecemos privarnos de él.

El trabajo terapéutico es desandar lo andado por el psiquismo y entender para así superar y volver a poner las cosas en su lugar.

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Volver a ser libres entendiendo a la libertad como aquella manera de vivir en la que podemos elegir, y el padecimiento psíquico ata, condiciona y es grillete al maravilloso y complejo ejercicio de la libertad.

Comenzar el camino entonces, apartados de la resignación y la postergación del resolver aquello que nos genera sufrimiento. Imaginarnos como sería la vida sin este karma que a veces pasa inadvertido pero cuando dice presente “es un monstruo grande y pisa fuerte”. Ni más, ni menos, animarse a algo distinto. Difícil, pero de ninguna manera imposible.

*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Director de Escuela para padres. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y coautor de Padres a la obra.​​

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