540 euros de recaudación en su última película: ¿estamos ante el fin de Kevin Spacey?
Seis personas. Esa es la media de espectadores por sesión que han visto la última película de Kevin Spacey en su fin de semana de estreno. La última, quizá con todo el sentido de la palabra, ahora que el protagonista de American Beauty –que recaudó más de 300 millones en taquilla– toca fondo con los apenas 110 euros cosechados en el primer día de estreno de su último trabajo. El club de los jóvenes multimillonarios, la respuesta en forma de discoteca light a El lobo de Wall Street, no puede extender su título a su trayectoria comercial, tras recaudar 540 rídiculos euros en los once cines estadounidenses que se atrevieron a proyectarla este pasado fin de semana, según The Hollywood Reporter. Hace menos de un año Spacey triunfaba con la nueva temporada de House of Cards, su interpretación de John Getty en Todo el dinero del mundo recibía rumores de estatuilla, Baby Driver era considerada una de las propuestas más estimulantes del curso cinematográfico y se preparaba para dar vida al escritor Gore Vidal en una película producida por Netflix. Tras las múltiples acusaciones de acoso sexual en su contra, hoy solo es pertinente una pregunta: ¿significa este fracaso el final de la carrera del dos veces ganador del Óscar?
“El motivo por el que alguien elegiría estrenar El club de los jóvenes multimillonarios, cuando existen al menos 15 víctimas públicas de Spacey, me supera”. Así reaccionaba el pasado julio la periodista del New York Post Sara Stewart al comunicado de la productora Vertical Entertainment que anunciaba el estreno en salas de su último filme. Basado en una historia real y protagonizado también por brillantes promesas de Hollywood como Ansel Elgort (Baby Driver), Taron Egerton (Kingsman) y Emma Roberts (American Horror Story), había sido lanzado previamente en plataformas de streaming, convirtiendo el estreno en un trámite casi burocrático y condenado al ostracismo. El nombre y la imagen de Spacey fueron eliminados del póster promocional y la productora emitió un comunicado justicando una “difícil” decisión: “Esperamos que las angustiosas alegaciones contra el comportamiento de una persona –que no eran públicas cuando se rodó hace casi dos años y medio y pertinentes a alguien que tiene un pequeño, secundario papel en el filme– no empañen el estreno de la película”. En el eterno debate sobre si se debe discenir el aspecto personal del profesional en este tipo de casos, el público mayoritario ha expresado su opinión con claridad.
La revista especializada Variety, que califica el fracaso de “abismal”, sostiene que aunque no es la primera película del año en recaudar menos de mil dólares en su primer fin de semana, debe ser distinguida como la primera con cuatro grandes estrellas de Hollywood en su elenco en cosechar unos números tan paupérrimos. El presupuesto total del filme es de 13 millones. No por sonado este hundimiento es menos esperado, teniendo en cuenta que la productora no ha podido realizar acciones de marketing o promoción en medios. Ningún miembro del reparto quiso unir su imagen a la de Spacey y aún menos tener que enfrentarse a las preguntas de los periodistas sobre las denuncias que pesan sobre su compañero.
Los responsables del resto de proyectos que el actor tenía en cartera una vez se hicieron públicas las acusaciones tomaron decisiones radicales al respecto. Netflix gastó 39 millones de dólares en borrar su rastro de la sexta temporada de House of Cards –ahora con Robin Wright como protagonista en solitario–, y en cancelar el biopic sobre el escritor Gore Vidal, por entonces en fase de posproducción. A mes y medio de su estreno, Ridley Scott decidió volver a rodar todas las escenas de Spacey en el filme Todo el dinero del mundo sustituyéndolo por Christopher Plummer, que consiguió además una nominación al Óscar por su interpretación del magnate J. Paul Getty. Scott afirmó que no podía aceptar que las acciones de una persona afectaran al buen trabajo del resto del equipo: “Es así de simple”.
El 29 de octubre de 2017 Kevin Spacey desapareció de la faz de la meca del cine. Lo hizo con una carta de apenas dos párrafos publicada en su cuenta de la red social Twitter, todavía hoy activa y con más de 4 millones y medio de seguidores. El actor reaccionaba “horrorizado” a las acusaciones de Anthony Rapp, intérprete de la serie Star Trek: Discovery, que le denunció por acoso sexual durante una fiesta en 1986, cuando este tenía solo 14 años. Spacey aseguró no recordar dicho encuentro pero se disculpó por un comportamiento producto, según él, de un estado de embriaguez. El ganador del Óscar recibió duras críticas (algunas de intérpretes como Rose McGowan) por aprovechar la carta para hacer oficial su oficiosa homosexualidad, una cortina de humo para desviar la atención. A este caso se le sumarían decenas de nuevas alegaciones en su contra, tanto en su etapa como director artístico del teatro londinense Old Vic como por parte de miembros del equipo técnico de House of Cards. Este julio se conocieron tres nuevas denuncias. Spacey decidió seguir los pasos de Harvey Weinstein e ingresó en la misma clínica de rehabilitación (The Meadows, en Arizona) para combatir su supuesta adicción al sexo. Tras la publicación de una imagen en la que aparece corriendo alrededor del centro el pasado noviembre, Spacey no ha vuelto a ser visto en público ni condenado, hasta la fecha, de ningún delito.
Los malas cifras de El club de los jóvenes multimillonarios y una desértica agenda de trabajo presagian un abrupto y prematuro final para una de los talentos más alabados del Hollywoood contemporáneo. Uno de sus colegas de profesión, el protagonista de Breaking Bad Bryan Cranston, dijo el pasado noviembre que la carrera de Spacey estaba “acabada”. Un productor de Hollywood anónimo corroboró sus palabras en el New York Post: “No creo que ningún estudio, incluso ni los de China, puedan hacerle una oferta a Spacey antes de que las investigaciones sean resueltas o cerradas. Es imposible asegurar una película bajo esas circunstancias, y existe la posibilidad de que tu estrella sea incapaz de apoyar el estreno si está pendiente de un juicio”. Los expertos ven inviable un regreso a Hollywod a corto y medio plazo, dejando abierta la puerta a pequeños trabajos sobre las tablas o en el cine independiente.
El club de los jóvenes multimillonarios no es la única víctima colateral del comportamiento de algunos de los nombres acusados públicamente en el conocido Efecto Weinstein. Filmes como Wind River o The Current War fueron descartados de la pasada carrera por los premios tras conocerse las denuncias contra su productor, Harvey Weinstein. El humorista Louis C.K., tampoco llegó a estrenar su último filme, I Love You, Daddy, y dos de sus actrices, Chloe Grace Moretz y Rose Byrne, declararon que la película no debería ser estrenada nunca. “No creo que ahora sea el momento de que ellos tengan una voz”, sostuvo Moretz. Jeffrey Tambor fue apartado de la serie Transparent, John Lasseter ha abandonado la dirección de Disney Pixar, y James Franco, ganador de un Globo de Oro y candidato al Óscar por The Disaster Artist, decidió no acudir a la gala tras ser acusado de comportamiento sexual inapropiado por varias actrices. Se desconoce el futuro de la nueva película de Woody Allen, A Rainy Day in New York, protagonizada por Selena Gomez y Timothée Chalamet, desde que en enero varios medios conjeturaran con su posible abandono. Más suerte tuvieron intérpretes como Casey Affleck (Manchester frente al mar) o Johnny Depp, protagonistas de supuestos episodios de abuso que llegaron a la prensa antes de la ola del #MeToo y cuyas carreras continúan ajenas a cualquier polémica. Las reglas no son iguales para todos en el club de los actores multimillonarios de Hollywood.