Géiseres, un desierto blanco, estrellas fugaces y aguas termales a 5.000 metros: bienvenidos al Altiplano
Postal número 1: la 4x4 avanza a buena velocidad, pero parece detenida, como si un gigante la hubiera levantado con su mano y las ruedas giraran en falso en el aire. Vamos a buena velocidad, pero el paisaje al otro lado de la ventanilla se ve casi estático, el desierto blanco y las montañas a lo lejos no cambian.
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Atravesando el salar de Uyuni, el más grande del mundo (PB/Viajes)
El salar de Uyuni, en el sur de Bolivia, parece tan infinito como eterno; una especie de lugar imposible en el que el tiempo no corriera. Avanzamos, aunque no parece, por el salar más grande del mundo, con 10 mil millones de toneladas de sal repartidos en 12 mil kilómetros cuadrados, a casi 3.700 metros sobre el nivel del mar. Y en algunos sectores, en los que se acumuló agua de lluvias recientes, se generan unos extraordinarios espejismos; los reflejos confunden el cielo y las nubes, que a esta altura parecen estar aquí nomás, al alcance de la mano.
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Reflejos en la sal (PB/Viajes)
Postal número 2: un refugio construido íntegramente en sal -las paredes, los asientos, las mesas, casi todo hecho en sal- en Chuvica, apenas un puñado de casas bajas a orillas del mar blanco. Un cumpleaños que se festeja con un vino y varias partidas de Uno a la luz de un generador. Y una excursión nocturna a un cielo tan espectacular que no se podría siquiera imaginar, en el que resplandece la Vía Láctea y miles de estrellas que brillan como nunca antes las habíamos visto. Y cuatro estrellas fugaces en solo 10 minutos, los únicos 10 minutos que que resistimos a la intemperie, con casi 10 grados bajo cero.
Laguna Colorada, en la reserva de fauna Eduardo Avaroa (PB/Viajes)
Postal número 3: el reloj marcando las 4 de la mañana, de una mañana helada, cuando suenan golpes en la puerta del refugio a orillas de Laguna Colorada, en la reserva de fauna Eduardo Avaroa. Aun es noche cerrada cuando salimos al árido altiplano, con su impactante belleza minimalista y sus lagunas saladas pobladas de flamencos andinos. Se ve poco, pero se sienten en los huesos los casi 10 grados bajo cero que escarchan pastos y parabrisas.
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Al agua caliente con varios grados bajo cero, mientras se asoma el sol (PB/Viajes).
Postal número 4: el cielo apenas clarea en el horizonte y el frío sigue calando los huesos, pero es hora de desvestirse y, a la intemperie y a casi 5.000 metros sobre el nivel del mar, calzarse el traje de baño. No dan los pies para correr a esa piscina natural a orillas de la laguna Challviri, donde las aguas termales brotan a casi 40° C desde el volcán Sol de Mañana -con impresionantes géiseres naturales-, y acarician el cuerpo helado. Desde allí, protegidos por el agua cálida y apenas asomando las narices al frío, vemos cómo el sol va iluminando poco a poco las cimas de las montañas y bajando por sus laderas, hasta inundarlo todo con una luz enceguecedora.
El sol sobre las montañas y las piscinas termales.
Cuatro momentos eternos, de esos que quedan en el alma por siempre.
