El verano vitriólico de Carolina Durante

El verano vitriólico de Carolina Durante

Al comenzar el año nadie había oído hablar de Carolina Durante. A principios de este trimestre aún les preguntaban que dónde estaba la chica del grupo. Pero a estas alturas del partido (y las metáforas futbolísticas les incumben) son ya una de las grandes sensaciones de la temporada. El himno titular, Niña de hielo y, sobre todo, la irresistiblemente vitriólica Cayetano tienen la culpa. "Estamos viviendo el verano de nuestras vidas, y que nos quiten lo bailao", resume su cantante, Diego Báñez (Madrid, 1994), el más locuaz y expansivo de los cuatro. Él se sentía hasta hace poco "un fracaso como estudiante" de Educación Física, un "puto lento que completaba un año lamentable". Hoy se parece bastante a una estrella del rock. Y todo ello con siete escuetas canciones, siete, difundidas a través de las plataformas digitales. Otro ejemplo más de la inmediatez endiablada con que se desarrollan los acontecimientos en estos tiempos.

"Sois un poco madrakas", les espetaron hace unas semanas durante un concierto en Valladolid, quién sabe si con ánimo peyorativo. Ellos asumen "con orgullo" ese puntito de altanería malasañera que les identifica y sienta tan bien. "La caña y el ruido que roza lo desagradable van con Madrid, forman parte de nuestra manera de vivir y de los garitos", sentencia el rubísimo guitarrista Mario Waldren, de 24 años, que solo abandona su eterno aire ausente para disparar sentencias categóricas. Y el bajista Martín Vallhonrat, el anciano de la banda (en camino de los 26), valida sus palabras: "Había una parte muy hortera de la Movida que no nos gusta. Nos sentimos más reflejados en aquel sonido destilado por vascos y gallegos, desde Parálisis Permanente a los primeros Siniestro Total".

Vallhonrat, el más sereno y analítico, esa necesaria toma de tierra en todo colectivo, es el mejor ejemplo de que el de Carolina Durante es un fenómeno sobrevenido. Estudiante aplicado y casi modélico, Martín cursó Filosofía, Psicoterapia y acaba de finalizar Interpretación en la escuela TAI, pero solo había tocado "malamente" el bajo seis años atrás. El de Diego, como siempre, es un caso más extremo. "Cuando me dicen que soy músico me entra la risa. No sé lo que es una corchea ni en qué compás está Cayetano", exclama. Y el batería Juan Pedrayes (Villaviciosa, Asturias, 1994), cerebro musical en la sombra y único no madrileño de la banda, se desespera en el sofá: "¡En cuatro por cuatro, Diego, por favooor!".

Cada vez tocan mejor, claro, aunque en estos momentos les preocupa "el peligro de ponerle cabeza a la frescura". "Yo ahora me rallo mucho más que cuando hice Necromántico, la primera canción", se sincera Báñez, que no para de enviarse a sí mismo notas de voz por wasap con frases sueltas y esbozos de melodías que se le ocurren por la calle. "Es todo súper ridículo, lo sé. Luego llego al local con la letra entera y la estructura. Ellos tres se ponen entonces a discutir sobre los arreglos, y esa es la parte en la que yo me aburro mogollón…".

El método quizá resulte heterodoxo, pero de momento funciona. Así nació, por ejemplo, El himno titular, una canción con la que Diego se burla de su propio forofismo futbolero y que en estos días han cantado J. (Los Planetas), el actor Brays Efe o Amaia, la ganadora de OT, con la que el grupo ya tantea la posibilidad de "hacer alguna cosa". "Soy madridista", concede el cantante, "pero llevo ese madridismo al humor. Me gustaría acabar trabajando como preparador físico de Cristiano Ronaldo. Es un personaje necesario". Y llega la revelación de la tarde, chicas y chicos: Báñez acaba de tatuarse encima del culo (damos fe) la palabra "SIU", en mayúsculas; algo así como el aullido de autoafirmación que CR7 profiere cuando le marchan bien las cosas.

Martín, el bajista sosegado, prefiere imaginar un porvenir en el que la música sea compatible con su vocación de actor, y más después de haber participado junto a Angélica Liddell en un montaje en el Teatro de la Abadía. Mario y Juan, los más dispersos y artísticos, se decantan por un futuro más punk: "Viviremos debajo de un puente. Pero de un puente guay…". Tras una hora de conversación, regada con café, zumos ecológicos y "un vaso de agüita fresca" (Diego), el nombre de Taburete, epítome de ese pijerío del que se mofan en Cayetano, aún no ha salido en la conversación. Pero el sereno Martín se despide con una confesión: "No sé si me gustan sus canciones porque… creo que no he terminado de escuchar ninguna…".

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