El refugio familiar donde se inspiraba Ernesto Sabato

El refugio familiar donde se inspiraba Ernesto Sabato

23/11/2018 - 17:52

Clarin.comviajes

Por las mínimas ranuras abiertas en el ovillo vegetal que recubre el jardín, el sol cuela apenas un par de escuálidos haces luminosos para resaltar puntos distantes del manto amarillento tejido por las hojas secas, que el viento nocturno desparramó en el suelo. Los brillos de la tarde recién se encienden en Santos Lugares, pero aquí, en la antesala de la Casa Museo Ernesto Sabato, los tentáculos entrelazados de araucarias, palmeras, cipreses y una magnolia coronada por las manchas rosadas de una santa rita en flor perfilan un panorama por demás sombrío, bucólico y enigmático, el posible cuadro inspirador para trazar una novela poblada de misterios.

Casa Museo Ernesto Sabato, en Santos Lugares, partido de Tres de Febrero.

Cantos de pájaros de vuelo bajo y fragancias espesas acompañan los primeros pasos de la visita a la vivienda que Sabato compartió con su esposa Matilde Kusminsky a lo largo de más de seis décadas. La arquitecta Luciana Sabato y su hermano Guido -nietos del celebrado autor de “El túnel”, “Uno y el Universo”, “Hombres y engranajes” y “Antes del fin”, entre otras novelas- son los anfitriones que reciben al público con el propósito de honrar el legado de su abuelo. Para eso, eligieron añadir al recorrido un minucioso repaso de la obra de Sabato, su ámbito íntimo y su entorno familiar.

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Luciana Sabato, nieta del escritor e hija del cineasta Mario Sabato, guía el recorrido por la casa de su abuelo, en Santos Lugares.

“El jardín, así como lo ven, no está descuidado. Es que, ya en los años 60, mi abuelo había dicho que no había que tocarlo ni se debía podar”, aclara Luciana ante las miradas de sorpresa posadas en esta sorprendente jungla urbana. Tal vez en este sencillo chalé con que se topó en 1945 y eligió para alquilar al director de cine Francisco Valle, Sabato haya reencontrado esa añorada atmósfera de casas bajas, calles de tierra, la rítmica melodía del tren que se escuchaba desde pocas cuadras y los verdes intensos de la naturaleza, el lugar idílico que había dejado atrás cuando llegó desde Rojas, su tierra natal.

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La casa de Santos Lugares donde Ernesto Sabato vivió durante más de seis décadas.

La fama del intelectual lúcido, reconocido en todo el país y más allá de las fronteras de la Argentina por la densa trama de sus relatos, condice con la biblioteca abarrotada de libros exhibida en la primera sala junto a un fonógrafo. Es apenas un botón de muestra. Del otro lado de la puerta que conduce al living, textos de Filosofía, Física, Historia, Matemáticas, Sociología, novelas, ensayos y cuentos se acomodan en perfecto orden sobre estanterías recostadas en tres de las cuatro paredes. Solo queda a salvo el enorme ventanal orientado -a la manera de inmejorable mirador- hacia el pequeño jardín que florece en el pulmón de la manzana.

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Casa Museo Ernesto Sabato, en Santos Lugares.

Cada libro permanece en el lugar asignado por su dueño. Largos subrayados, anotaciones en letra casi ilegible, tachaduras y correcciones son las marcas personales que Sabato dejó en casi toda la colección de 3.500 ejemplares. El amplio universo temático que alimentaba la voracidad lectora del escritor revela su profunda inquietud por la Literatura, pero también deja entrever su temprana simpatía por la doctrina comunista, el ideario del movimiento anarquista, su vocación científica -en 1937 alcanzó el doctorado en Física y Matemáticas- y la admiración que despertaban en él colegas de la talla de Bioy Casares, Borges, Silvina y Victoria Ocampo, con quienes empezó a compartir largas tertulias en la redacción de la revista “Sur” y luego en el más acogedor ámbito de su living familiar, en el Gran Buenos Aires, lejos de las luces del Centro.

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La estatua de Ceres, en el jardín interior de la Casa Museo Ernesto Sabato, en Santos Lugares.

La estatua de Ceres, abrigada por las enredaderas del jardín posterior de la casa, remite a la primera escena de “Sobre héroes y tumbas”, que la prosa de Sabato sitúa en el parque Lezama. En notorio contraste con el bosque cerrado, inexplorado desde hace medio siglo en el frente de la propiedad, el jardín que se ocupaba de cuidar Matilde es un rincón despejado, expuesto sin obstáculos a las lluvias y los fulgores del sol y la luna. Pero alguna turbulencia, un extraño halo de misterio, se instala entre las sombras del pasadizo que desciende al sótano, el refugio al que el escritor acudía para encontrar respiro durante jornadas enteras, agobiado por las amenazas que recibía en tiempos de dictadura. Las tenebrosas voces que lo acosaban desde el anonimato no se acallaron incluso después, cuando el país había recuperado la convivencia en democracia y el presidente Alfonsín lo había convocado para presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).

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El escritorio de Ernesto Sabato, donde se conserva su máquina de escribir Olivetti, en Santos Lugares.

En cada sector de la casa no dejan de resonar las pasiones de Sabato, aflora una y otra vez su obsesión por el orden perfecto (“es mi forma de calmar los nervios; por eso estudié Matemáticas”, reconoce desde un video documental producido por su hijo, el cineasta Mario Sabato) y hasta sale a la luz su veta futbolera: una foto lo muestra sonriente con la camiseta de Estudiantes de La Plata, la ciudad universitaria donde recaló en su etapa juvenil, para compatibilizar la exigente carrera de Física y Matemáticas con la efervescencia que le demandaba la militancia política.

Sin embargo, el lugar más íntimo y personal que ocupaba Sabato en su casa sobrevive casi intacto en la cuarta sala, a la que invita a descubrir con cuidado su nieta Luciana. Otras tres bibliotecas sin espacios vacíos y una máquina de coser rodean como sólidas murallas el escritorio y su máquina de escribir, una atención de la fábrica Olivetti después de una charla magistral brindada por Sabato. Es probable que estas teclas gastadas hayan sido la plataforma donde empezaron a tomar forma algunas de sus ficciones, al igual que la serie de cartas que envió al club de enfrente, molesto por los ruidos persistentes que le impedían concentrarse a la hora de escribir.

Los reclamos del escritor tuvieron poco eco y pasarían décadas hasta que Defensores de Santos Lugares decidió homenajear a su vecino ilustre con un colorido mural con vista a la calle -inaugurado el 24 de junio de 2014, a tres años de la muerte de Sabato- y la creación del Centro Cultural Ernesto Sabato.

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Mural pintado sobre la pared del club Defensores de Santos Lugares, enfrente de la Casa Museo Ernesto Sabato.

En su último tramo, la visita guiada hace pie en una habitación muy luminosa, donde decenas de cuadros apilados copan la escena y descorren el hermético velo de libros, cartas de lectores, papeles manuscritos, declaraciones políticas, traducciones y notas personales que reina en el resto de la vivienda desde la puerta de entrada. En este atelier de paredes blancas asoma otro perfil poco conocido de Sabato, el del meticuloso pintor expresionista, aconsejado por Antonio Berni y Raúl Soldi, que a los 70 años tuvo la idea de enfocar su talento al servicio del pincel y la paleta y plasmó su sueño de artista plástico en 60 obras. Siempre comprometido con su tiempo, Sabato desandó una vida de 99 años marcada por trazos gruesos.

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Cuadros pintados por Ernesto Sabato, guardados en el atelier de su casa de Santos Lugares, partido de Tres de Febrero.

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Imperdible

Ecos de la Batalla de Caseros cerca de la General Paz

A unas veinte cuadras del centro de Caseros y a pasos de la estación El Palomar, en Ciudad Jardín, la Chacra y Palomar de Diego Casero es, junto al Museo Sabato, la más importante referencia histórica del partido de Tres de Febrero. El campo aledaño al palomar es el escenario donde el 3 de febrero de 1852 el Ejército a cargo de Justo José de Urquiza libró la Batalla de Caseros contra las fuerzas federales que respondían a Juan Manuel de Rosas, el hito que dio pie a la firma del Pacto de San José de Flores entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires en 1859. Rodeadas por centenarios ombúes, las nueve salas que quedan en pie de este Monumento Histórico forman parte de un museo. La finca conserva las originales rejas voladas, el brocal del pozo de agua, galerías, vigas de madera que sostienen el techo y una torre mirador, a la que se accede por una estrecha escalera.

Miniguía

Cómo llegar. La Casa Museo de Sabato está ubicada en Ernesto Sabato (ex Langeri) 3135 entre Lage y Beazley, Santos Lugares, partido de Tres de Febrero. Desde la ciudad de Buenos Aires se puede llegar por av. General Paz; desviar hacia la provincia en la salida Monteagudo, seguir siete cuadras por Pastorino, girar a la derecha cinco cuadras por Uruguay, tres cuadras a la izquierda por Beazley y media cuadra hacia la derecha por Sabato.

Tren San Martín desde Palermo hasta Santos Lugares (por obras, el tramo hasta Villa del Parque es en colectivo), $ 26,50 ida; con SUBE, $ 8,75.

Llegan los colectivos 105 (desde Plaza de Mayo), 123 (desde Chacarita), 161 (desde Plaza Italia o Liniers), 237 (desde Liniers o Beiró y av. General Paz) y 343 (desde Liniers).

Cuánto cuesta. Bono contribución, $ 150. Visitas guiadas (entre 45’ y una hora), los jueves para escuelas y grupos y los sábados a la tarde para público en general.

Dónde informarse. (156) 1677626.

sabatoluciana@gmail.com / guidosabato@hotmail.com

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