Avanzan en la definición del etiquetado frontal de alimentos
Sellos negros de advertencia. Se utilizan en Chile desde 2016. (AP Photo/Esteban Felix)
La obesidad es una epidemia joven, que no supera los 30 años, pero avanza en forma acelerada y a paso firme, lo que la configura como uno de los principales problemas de salud pública. En Argentina, donde 6 de cada 10 adultos y el 40% de los chicos están excedidos de peso, bajar esas cifras es una de las prioridades de la gestión del ministro de Salud Adolfo Rubinstein, quien anunció que en octubre lanzarán el Plan Nacional de Prevención de la Obesidad Infantil que incluye, entre otras medidas, mejoras en los programas alimentarios, la promoción de entornos escolares saludables y de políticas regulatorias, con el etiquetado frontal de alimentos a la cabeza.
"Por cada chico de los dos quintiles inferiores de nivel socieconómico con desnutrición clásica (bajo peso y baja talla) hay cuatro con sobrepeso y obesidad", graficó Rubinstein, al inaugurar la jornada sobre etiquetado frontal de alimentos y salud convocada por Unicef, OPS-OMS y la Dirección General de Diplomacia Parlamentaria, Cooperación Internacional y Culto de la Cámara de Diputados.
La incidencia de la obesidad infantil "ha aumentado en las últimas décadas de manera fenomenal", es un problema que "crece aceleradamente" y que debe ser abordado "desde una perspectiva multisectorial y multidimensional", advirtió el ministro. En dos meses, anunció, presentarán el plan nacional de prevención, al que considera "estratégico y prioritario". Y añadió que se encuentran trabajando con los ministerios de Agroindustria y Producción en la definición del formato más apropiado para el etiquetado frontal de alimentos, sus características y tiempos de ejecución.
Con el etiquetado frontal, dijo, "se pueden dar señales claras a los consumidores de cuáles son los alimentos más saludables o más perjudiciales, y también da señales a la industria para empezar un proceso de reformulación de sus productos". Y subrayó: "Estas políticas abren camino a otras, como entornos escolares saludables o las de regulación de la publicidad. Hay bastante consenso en que el etiquetado frontal es el instrumento más apropiado para esto".
Modelos en pugnaLa promoción de la medida va en línea con el compromiso asumido por los ministros de Salud del Mercosur para mejorar el acceso a la información nutricional de los alimentos envasados a través del etiquetado frontal. En la región, Chile y Perú ya implementaron el sistema de advertencia de sellos u octógonos negros, que indica en el frente del envase si un alimento o bebida es alto en azúcares, sodio o grasas saturadas. Uruguay se definió por el mismo modelo –su ejecución es inminente-, mientras que Brasil y Canadá se encaminan a hacerlo. Ecuador, en cambio, se inclinó por el modelo de semáforo, que usa el rojo, el verde y el amarillo para clasificar en alto, bajo y medio los niveles de azúcar, grasa y sal.
“Existe vasta evidencia acerca de la asociación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas con la obesidad, la diabetes y todas sus consecuencias. También sabemos cómo los patrones alimentarios de la población están migrando del consumo de alimentos naturales y comidas caseras hacia los productos ultraprocesados con alta cantidad de azúcar, grasa, sal y bajo valor nutricional, ubicándose Argentina entre los principales puestos en el consumo de estos productos en la región”, alertó en la apertura de la jornada Maureen Birmingham, representante de OPS-OMS para Argentina. Y subrayó que “es clave implementar políticas regulatorias en relación a etiquetados claros en los envases de alimentos y bebidas, que garanticen los elementos para poder elegir y protegerlos de publicidad engañosa, en especial destinada a niños”.
De tres a seis segundos es el tiempo que a un consumidor le lleva decidir su compra, sostuvo durante su exposición Fabio Da Silva Gómez, asesor regional en nutrición y actividad física de OPS/OMS. En base a revisiones de estudios realizados en países de la región y organizaciones internacionales, el experto afirmó en diálogo con Clarín que el sistema de sellos (con un contorno y letras blancas sobre fondo negro) es el más eficaz. “El octógono se identifica más rápido, permite juzgar más rápido la información, se comprende mejor y ofrece una mejor capacidad de cambiar la decisión o la intención de compra”. El semáforo, en cambio, “dificulta la decisión del consumidor porque tiene poco tiempo para decidir y un producto con tres señales encendidas al mismo tiempo”. Y apuntó otra desventaja “al igual que el nutriscore de Francia son muy coloridos y se confunde con el fondo colorido de las etiquetas”.
El nutricionista Sergio Britos, director de CEPEA (Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación) ve ventajas en ese tipo de sistemas como el nutriscore (un modelo de cinco colores) o el australiano, en contraposición con el de sellos. “Cualquier sistema de etiquetado debe educar y no sólo restringir; procurar mejores hábitos más que dejar al consumidor sin saber qué elegir si todo es malo. Y fundamentalmente mejorar la dieta total –opinó-. En la alimentación argentina, el impacto del etiquetado frontal sobre alimentos envasados se limita a no más del 30% de las calorías que se consumen diariamente. Y menos del 25% entre los más pobres”.
El Ministerio de Salud está elaborando un documento en base a evidencia científica y estándares internacionales que se presentará en el marco de la mesa interministerial. El próximo paso será definir hacia qué modelo se irá.
La industria no ve con buenos ojos el sistema de advertencia al estilo chileno. La Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) ya adelantó su propuesta de etiquetado frontal en el que el porcentaje de valor diario dentro de los íconos de sodio, azúcares totales y grasas saturadas se visualice en color. “Ningún cambio o propuesta sobre rotulado debe afirmar, sugerir o implicar la demonización de los alimentos. No existen alimentos buenos o malos”, plantearon en un documento reciente.
"Algunas empresas de alimentos y bebidas han estado actuando en varios países para impedir, retrasar o debilitar medidas eficaces a lo largo de procesos regulatorios, desde la formulación, hasta la implementación", advirtió Birmingham.
Para Da Silva, “la industria va a intentar hacer prevalecer sus intereses, pero desde nuestro rol debemos defender la salud pública y la vida de las personas”.